Capítulo 15

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Alec fue el primero en llegar a una sala un poco más grande que la anterior, pero completamente diferente.

Era completamente blanca, tanto que aunque hubiera poca luz, dolía a los ojos, por eso los pocos colores que habían resaltaban mucho más, pero eso no era lo que más asustaba: había una cabían que llegaba casi hasta el techo, con una puerta de cristal cerrada y un depósito tras ella, aunque no se veía lo que había dentro pero no hacía falta saberlo para asustarse.

–Dios sabe para que será la cabina.– Dijo Alec en un suspiro.

–Eh, mira esto.

Hell estaba arrodillada tras la cabina, donde había un cuadro eléctrico sin ningún cable.

–Supongo que tenemos que encontrar los cables y conectar la cabina.

–No hará falta encontrarlos.– Dijo Alec acercándose a una balda junto a la cabina.– Están aquí.

–¿Tu controlas de electricidad?– Hell se levantó.

–Atendí bastante cuando nos enseñaron a desactivar una bomba.

–Si, pero esto no es una bomba, Alec.

–Con suerte no explotará.

–Sólo procura no electrocutarte.

Alec se arrodilló tras la cabina y Hell recorrió el resto de la sala. La cabina estaba junto a la pared izquierda, y en la pared de la derecha, había una especie de montacargas cerrado. Hell intentó abrirlo, pero era incapaz de subir la placa, por lo que no sabía que había detrás, aunque suponía que era algo importante. Por lo demás la sala estaba completamente vacía. Se acercó a la puerta de salida y pasó la mano por ella cuando Alec la llamó.

Había terminado de conectar los cables correctamente y la cabina se había encendido. La puerta se había abierto y en una pequeña pantalla encima de ella, apareció el nombre de Hell.

–¿Qué significa?– Dijo Alec levantándose mientras Hell se acercaba.

–Significa que tengo entrar.

–¿Qué? Ni hablar.– Dijo Alec cogiendo a Hell del brazo para que no entrara.– No pienso dejar que entres ahí sin saber que te va a pasar.

–Es la única forma de seguir adelante.

–Lo cual significaría que yo tendría que resolver la sala solo. No puedo hacerlo solo.

–Te ayudaré desde dentro.

–La puerta es demasiado gruesa, no podré oírte.

–Alec confío en ti para que nos saques de aquí.– Hell le cogió de los hombros.– Sé que puedes hacerlo.

Alec apartó la mirada como si estuviera pensando y bajó la guardia, lo cual Hell aprovechó para apartarle, entrar en la cabina y cerrar la puerta. Alec gritó que no lo hiciera pero ya era tarde. Hell cerró la puerta y Alec apoyó las manos en el cristal, igual que Hell.

–¿Por que lo has hecho?

–¡Confío en ti!– Alec la escuchó a duras penas.

Se escuchó algo activarse al otro lado de la sala y después por la base de la cabina, empezó a entrar agua sin parar.

–¡Deprisa!– Gritó Hell a través del cristal.

Alec se agobió por un momento. Se dio la vuelta observando toda la sala y después se fijo en el mismo panel que Hell. Fue corriendo hasta el y esta vez si pudo abrirlo. Era un puzzle de mover piezas, aunque la forma era indescifrable.

–¿Qué tengo que hacer?– Dijo muy abrumado.

–¡Resuelve el puzzle!– Dijo Hell desde la cabina, el agua le llegaba por las rodillas.

Alec se giró hacia el puzzle y comenzó a mover piezas. Podía oír el ruido del depósito llenando la cabina de agua. Con cada movimiento sentía que a Hell se le agotaba el tiempo cada vez más rápido y que si no lo resolvía pronto, la perdería.

Cuando logró ver que forma era la que estaba intentando resolver, se movió más rápido y cuando terminó, se echó un par de pasos hacia atrás para ver que la diana se había completado bien. Todas las piezas estaban donde debían estar, pero cuando volvió a la cabina la puerta seguía sin abrirse.

–¿Por qué no se abre?– Dijo intentando abrirla.

–No lo sé.– El agua casi había alcanzado el cuello de Hell.– Tiene que ser la diana, no hay nada más.

–Pero ya está completa.

–Piensa Alec...– Tragó un poco de agua. Ya casi era imposible respirar.

A medida que el agua subía, también se le hacía difícil respirar a Alec. Volvió corriendo a la diana y se quedó mirándola fijamente. Su mente trabajaba todo lo rápido que podía, pero no era tan listo como Hell, debería de haber entrado él en la cabina.

Y entonces se le ocurrió una idea. Pensó en lo que se hacía con una diana para ganar: dar en el blanco. Pero él no tenía dardos y Hell no tenía tiempo como para que buscará otra cosa, así que cogió todo el impulso que pudo y golpeó con el puño la parte central de la diana. Se hizo un par de pequeñas heridas, pero nada de eso le importaba ahora.

Según golpeó en el centro, la cabía se abrió de golpe y todo el agua salió por la sala, y consecuentemente, Hell cayó al suelo.

–¡Hell!– Alec corrió hasta ella, se agachó, patinó un poco de rodillas hasta llegar hasta ella y una vez a su lado, la incorporó un poco.– ¿Estas bien?

–Si, creo que si...– Sonrió.– Me has salvado la vida.

–Solo por que tu decidiste arriesgarla para salvarnos a ambos.

Alec sonrió por el alivio y Hell intentó reírse, pero le dolía la cabeza, estaba empapada y le costaba respirar. Segundos más tarde, escucharon la puerta de salida abrirse y ambos miraron hacia ella.

–¿Crees que puedes andar?

–No lo sé. Me tiembla todo el cuerpo.

–No te preocupes.– Alec se puso de rodillas y después cogió a Hell en brazos para sacarla de allí.– No aguanto ni un segundo más en esta sala.– Dijo mientras salían.

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