Capítulo 37

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Hell no tenía ni idea de a donde ir, pero sabía como manejar una moto. Recorrió toda la ciudad y cuando no encontró ningún sitio donde pudiera estar tranquila, decidió ir al bosque.

Cuando reforzaron las leyes de medio ambiente, se declaró que cada ciudad plantará árboles en base al nivel de contaminación que habían acumulado en el pasado. Seattle plantó un bosque enorme.

Hell dejó la moto tras un árbol y respiró profundamente. El suelo estaba cubierto por las hojas que se habían caído de los árboles. Se quitó la chaqueta y la guardó en el cofre junto con el casco. Había encontrado un pequeño MP3 dentro así que decidió cogerlo prestado, se hizo una coleta y salió a correr un poco por el bosque.

Le parecía increíble como podían seguir existiendo bosques después de toda la contaminación que había sufrido la tierra años atrás. Era casi un milagro.

Corrió durante casi toda la mañana hasta que se detuvo a coger aire. No tenía miedo de perderse, la habían encerrado en una sala llena de escorpiones con veneno mortal, perderse era un mal menor. Pero el bosque no resultó ser tan buena idea como pensó.

Encontró un árbol que tenía clavado una especie de farolillo de jardín, solo que estaba clavado en una de las ramas. Emitía una luz azul pero apenas se veía, el farolillo estaba bien escondido. Hell intentó acercarse a el, pero al intentar acercarse, sintió como si hubiera pasado por una barrera invisible y al hacerlo, empezó a oler lo más apestoso que había olido nunca. Era una mezcla entre putrefacción y descomposición. Le entraron ganas de vomitar pero en cuanto retrocedió, sintió que volvía a traspasar la barrera y el olor desapareció.

No entendía que es lo que pasaba, pero entonces escuchó el ruido de un coche y se escondió tras un árbol. Un camión se acercó al otro lado del claro que había delante de ella. De él bajaron dos hombres con mascarillas, se acercaron a un árbol y al tirar una de las ramas, se abrieron unas compuertas del suelo. Después se acercaron al camión y al abrir el maletero, Hell vio como sacaron cinco cuerpos humanos y como los tiraban dentro de la zona que se había abierto.

Cuando cerraron la compuerta y el camión se marchó, Hell no supo que pensar. Quiso pensar que aquellas personas no estaban muertas, que sólo estaban inconscientes y necesitaban ayuda.

Se armó de valor e intentó no respirar más de lo necesario al traspasar la barrera. A simple vista no había nada, pero tiró de la misma rama de la que habían tirado aquellos hombres y el suelo se abrió. Hell se acercó con miedo y al ver lo que había dentro soltó un pequeño grito antes de caerse de culo.

No podía creerlo. Jamás pensó que alguien pudiera ocultar algo así. Se levantó con las rodillas temblorosas y volvió a mirar: el hueco era casi del tamaño de su cuarto, lleno de cadáveres. Lo peor era que eran personas que Hell conocía, pudo ver a Angy con cortes en la cara y el cuerpo del tamaño de garras de león.

Hell corrió a cerrar las puertas cuando vio que todo era gente que conocía, gente de Élite y antiguos participantes de Escape. Volvió corriendo a la moto y al llegar vio que su móvil sonaba, pensó que la única que podía llamarle era Jane, pero eso significaba que podía haber vuelto a casa, y ella no estaba allí.

–¿Si?– Dijo como si no pasase nada.

¿Donde demonios estas? Te dije que te quedaras en casa.

–En realidad, solo me dijiste que me mantuviera a salvo.

Viene siendo lo mismo.

–¿Estas en casa?

Si, ¿y donde estás tu? ¿sabes que? Me da igual donde estés, pero vuelve ya.

–No puedo.

¿Cómo que no?

–He encontrado algo, pero necesito hablar con alguien antes de volver.

Dime al menos que has encontrado.

–No te lo puedo decir. Ahora no.– Intentó mantenerse calmada después de ver a tantos amigos en aquella fosa común.– Te lo diré cuando llegue a casa.

¿Acaso sabes lo que haces?

–Eh... te llamaré si me meto en problemas.

–¡Una cosa más!– Dijo Jane antes de que Hell colgara.

–¿Qué?

–¿Te has llevado mi moto?

–Es posible.– Dijo y colgó antes de que Jane se pusiera histérica.

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