Capítulo 13

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Por la mañana siguiente ambos se despertaron a la vez, como si el despertador les hubiera despertado a la vez. Sólo que no había despertador. Miraron el enorme reloj de la pared que marcaba las diez. Alec se ofreció para hacer el desayuno mientras Hell se preparaba y aseaba en el baño.

Cuando Hell salió del baño, el desayuno estaba servido, y cuando Alec fue a prepararse, Hell limpió los platos del desayuno.

–¿Estas listo?– Le preguntó Hell al verle.

–Si, solo quedan un par de minutos para las doce.

–Y a las doce las puertas se abrirán.

Ambos esperaron en sus puestos como si fueran a correr una carrera y cuando la puerta se abrió, salieron disparados por las escaleras que bajaban hasta la siguiente sala.

Era mucho más luminosa de lo que habían sido las otras. Las paredes  eran de mármol, los suelos de baldosas. En cada esquina había columnas de piedra y en el techo había un mosaico recreando el cielo. También había un baúl en la parte derecha de la sala, era de madera con grabados a manos y una Omega en la parte de arriba, en frente de él, en la otra pared, había una mesita con un cajón cerrado y tres piezas encima de ella.

–¿Es Grecia?– Preguntó Alec observando la sala.

–Las columnas y los dibujos si, pero el mosaico es romano.

–Fíjate en esto.– Dijo Alec acercándose a la pared de la mesita. Había un mural con un montón de nombres escrito con letras griegas.– Creo que son dioses.

–Los doce olímpicos.– Dijo Hell acercándose y después reparó en los nombres de la mesa. Cogió una placa y la examinó.– Dioses romanos.

–¿Cuanto sabes de mitología griega y romana?

–Bastante. Leí Percy Jackson.

–Vale, pues tu te encargas de completar el mural y yo de encontrar las otras piezas.

En la mesa estaban las piezas de Júpiter, Febo y Mercurio. A Hell le gustaba la mitología, así que no le costó demasiado saber que Júpiter iba junto a Zeus, Febo con Apolo y Mercurio con Hermes.

–Tengo los tres primeros, ¿como vas?

–El baúl esta cerrado con llave.

–¡Las llaves de la celda!

Alec sacó las llaves torpemente y después las examino. Había una blanca con la empuñadura en forma de Omega, la misma letra griega tallada en el baúl. Alec probó y el baúl se abrió mostrando tres piezas más.

–Las tengo. Juno, Baco y Ceres.

–Sé que Juno y Baco son Hera y Dionisio.– Dijo poniendo las piezas en su sitio.– Pero no recuerdo bien quien era Ceres.

–Bueno, pues déjala para el final. Busquemos las otras piezas.

–Vale.– Hell intentó abrir el cajón.– Cerrado.

–Pues habrá que abrirlo.– Dijo Alec intentando abrirlo con la llave y al ver que no funcionaba, se agachó recordando la chimenea y la llave de la segunda sala y descubrió un puzzle.– Vale, a lo mejor me lleva un rato.

Hell se alejó y observó el mural. Faltaban ocho nombres y todos no podían estar en el cajón. Fue al baúl lo examino bien por dentro y por fuera intentando encontrar compartimentos ocultos. Después movió el baúl pero seguía sin haber nada.

–¿Cómo vas con el cajón?

–Aún tengo para rato.

–¿Y como... supiste en la segunda sala donde estaba la llave?– Dijo intentando buscar más pistas.

–Eh... ¿recuerdas cuando teníamos catorce años?

–¿Tu si?

–Recuerdo los juegos. Cambia la perspectiva. ¿Te suena? A veces, tenemos que mirar dónde no hay, por que a veces, hay.

–Eso que acabas de decir no tiene sentido.

–Gracias a ese sin sentido, salimos de la segunda sala.

Hell pensó en lo de cambiar de perspectiva y después se le ocurrió una idea. Cerró de nuevo el baúl, se subió a el y observó la sala, efectivamente, había algo que no encajaba.

En el suelo había un dibujo hecho con las baldosas, un patrón, pero dos de ellas estaban mal colocadas con lo cual el dibujo no encajaba. Saltó del baúl y se acercó a las baldosas mal colocadas, las levantó y las colocó la una donde la otra. Cuando ambas estuvieron bien colocadas, se abrió un compartimento en cada una dejando a la vista otras dos piezas en cada una.

–¡Tengo cuatro más!– Dijo Hell volviendo al mural.– Vesta, Diana, Venus y Plutón.

–¿Los romanos se basaron en las planetas para llamar a sus dioses o que?

–A ver, Diana era Artemisa. Venus Afrodita, obviamente. Plutón era Hades. Y Vesta...

–Eh... ¿Demeter?– Dijo Alec sacando la cabeza por debajo de la mesa.– Prueba a ver.

Hell puso la pieza de Vesta junto al nombre de Demeter pensando si estaba bien o no cuando Alec abrió el cajón.

–¡Bingo!– Dijo saliendo bajo la mesa y cogió las piezas.– Neptuno y Minerva. Neptuno es Poseidón, ¿no?

–Y Minerva Atenea.– Hell puso la pieza.– Diosa de la inteligencia y mi favorita.

–Yo no tengo un dios griego favorito.

–Si hubieras leído Percy Jackson conmigo, lo tendrías.– Alec rodeó los ojos.

–Según el mural... Solo nos falta Ares.

–Dios de la guerra.

–Algo me dice que habrá que resolver esto con violencia.

–¿Pues alguna idea?

Alec y Hell se pusieron a buscar por toda la sala, hasta que Alec se acercó a la puerta de la salida. Tenía un marcó de madera, pero Alec se dio cuenta de que había un pequeño agujero por el que le cabía el dedo. Probó, tiró de el y una plancha de madera se arrancó mostrando un hueco con la última pieza.

–La tengo.– Dijo y fue hasta el mural para para poner la pieza de Marte junto al nombre de Ares, pero no pasó nada.– ¿No se supone que se debería de abrir la puerta?

–Puede que tengamos algo mal.

–¿Y cuál crees? Porque yo en todo esto me pierdo.

–A ver, Júpiter, Juno, Minerva, Neptuno...– Hell repasó de una tirada toda la tabla de dioses.– Solo se me ocurre que Vesta y Ceres están al revés.

Hell cambió los nombres y entonces todas las letras se iluminaron de color dorado y la puerta se abrió.

–Tenías razón.– Alec sonrió y miró a Hell.– Creo que tu eres mi diosa de la inteligencia.– Hell se rió un poco y después ambos salieron hacia la siguiente sala.

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