Capítulo 29

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Al salir de la sala los dos cayeron al suelo aún muertos de frío. Alec Intentó sentarse apoyando la espalda en la pared y abrazó a Hell que estaba sentada delante de él.

Alec podía sentir como tiritaba Hell entre sus brazos de una forma exagerada, pero por lo menos ambos estaban vivos. Perdieron la noción de cuánto tiempo pasaron allí, pero no le dieron importancia. Alec dejó de temblar y empezó a entrar en calor antes que Hell, que seguía con la vista clavada en el suelo y agarraba las manos de Alec para que no la soltara. Cuando se relajó y empezó a perder el color azul de sus labios, levantó la vista hacia Alec, que había cerrado los ojos durante un rato para echar una cabezada. Hell levantó una de las manos y le acaricio la mejilla para intentar despertarlo.

–Alec...– Susurró.– Alec, ¿estás vivo?

–Si.– Dijo abriendo los ojos y dándose cuenta de que Hell le estaba mirando.– No te preocupes, no voy a morirme aquí dentro.

–Gracias.– Sonrió y se apoyó en su pecho.– ¿Podemos esperar dos minutos más?

–Claro.

Alec esperó a que Hell recobrar a un poco la energía y después se levantaron y siguieron caminando. Se les había agarrotado todo el cuerpo y estaban empezando a pensar que haber bebido alcohol no había sido tan buena idea.

Al llegar al pasillo que llevaba a la siguiente sala, abrieron la puerta, aunque no llegaron a cerrarla ya que inmediatamente se encontraron un cristal que les impedía seguir avanzando y vieron que dentro de la sala, el suelo estaba lleno de escorpiones que dejaron a ambos un poco sorprendidos.

–¿Pero que es esto?

–Escorpiones negros.– Dijo Hell.– Unos de los escorpiones más peligrosos que existen.

–Ah, guay.

–Asegúrate de no cerrar la puerta.

–¿Por qué?– Dijo sujetándola.

–Porque si se cierra la puerta, el cristal se abrirá y estaremos ahí dentro con esas cosas sin ningún plan.

–Ah, vale. ¿Y tienes algún plan?

–No.

–Estupendo.– Dijo Alec observando el suelo lleno de escorpiones.– Parece que hay sitio de para poner los pies entre escorpión y escorpión.

–De no ser así nos picarían y no llegaríamos a la siguiente sala.

–Ya... Tenía que haber puesto más atención en las clases sobre animales.

–Arácnidos.

–Eso.

–¿Tenemos algo que nos ayude con esto?

–Un arma sin muchas más balas, una linterna de luz ultravioleta, llaves y un par de linternas.– Dijo Alec mirando dentro de la bolsa.

–No creo que pueda servirnos nada.

–¿Y si usamos el arma para matarlos?

–No daría tiempo. Nos picarían antes de matarlos.

–¿Entonces?– Hell negó con la cabeza, y entonces Alec se fijo en una cosa.– Eh, ¿ves eso?

–¿El qué?

–Ahí. Un escorpión tiene una cosa dorada en la espalda.

–¡Es la llave! La llave para salir la tiene un escorpión.

–Genial. Ahora hay que llegar hasta él, cogerlo sin que nos pique y salir vivos de esta.

–Después de habernos bebido una botella de whisky a lo mejor es una mala idea.

–No tenemos un plan mejor.

Alec dejó que se cerrará la puerta y entonces el cristal se abrió como una puerta corrediza. Ninguno se movió por un momento y cuando los escorpiones empezaron a acercarse a ellos y moverse entre sus piernas, decidieron ir a por la llave.

Era más complicado de lo que esperaban, ya que el alcohol les hacía ver doble de vez en cuando y no sabían donde poner el peí para no pisar a los escorpiones. Además, el escorpión de la llave no paraba de moverse de un lado a otro, así que era más difícil de coger.

Hell fue la primera en acercarse a él y con la ayuda de Alec consiguieron arrinconarlo por un momento.

–¿Preparada?

–Vamos allá.

Alec le pisó la cola al escorpión de lado para que no pudiera picarle en el pie y Hell le pisó las pinzas para que Alec pudiera coger la llave. El bicho hacia ruidos extraños intentando soltarse pero Alec fue más rápido en quitarle la llave. El problema ahora era soltarle sin que les hiciera nada.

–Prepárate para correr.– Le dijo Alec.

–¿Qué vas a hacer?

–Una estupidez. Suéltalo a la de tres.

Alec contó hasta tres agarrando al escorpión por donde estaba la llave y cuando llegaron hasta tres, Alec lo cogió y lo lanzó hacia la pared más lejana de la sala y después ambos salieron lo más rápido que pudieron hasta la puerta mientras, ahora, un grupo de escorpiones corría hacia ellos con los aguijones preparados para atacar, aunque algunos se atacaban entre ellos directamente.

Alec abrió la puerta a la vez que Hell le metía prisa y cuando estuvo abierta ambos salieron corriendo y cerraron la puerta. Lo malo fue que uno de los escorpiones con bastante mala leche consiguió salir.

Hell se dio cuenta de que debía ser así, de que necesitaban un escorpión fuera. Había visto un pequeño botecito de cristal en un agujero de la pared y sabía que no era casualidad.

Cogió el botecito y se acercó corriendo al escorpión que intentaba picar a Alec. Le agarró por la cola, clavó su aguijón en el corcho del bote a la vez que salía el veneno y se llenaba el bote. Una vez que ya no salía nada, Hell le quitó el bote, ya no era una amenaza para ellos, pero aún así no le quitaron los ojos de encima.

–¿Y eso?– Quiso saber Alec.

–Si estaba aquí es por que lo necesitaremos. Confía en mí.

–Yo confío, pero creo que hoy los dos hemos hecho demasiadas tonterías.

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