Capítulo 36

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Hell no recordaba haber dormido nunca tan bien. La cama y el colchón eran enormes, tan cómodos como si hubiera dormido en una nube. Después de haber dormido tan mal por preocuparse por todo, no se podía creer que aquello fuera real.

No se creía que despertarse en aquel ático, con aquellas vistas, fuera de toda aquella presión, fuera real. Se levantó de la cama y se asomó a la ventana. Era una ciudad increíble, y quería irse lo antes posible. Quería coger a todos sus amigos y salir corriendo.

Bajó al comedor sin calzarse y sin peinarse a desayunar. Jane la esperaba hecha un pincel: con un vestido azul, el pelo semi-recogido y unas bailarinas blancas. La miró como se acercaba mientras bebía un baso de zumo y al llegar, Hell se sentó frente a ella y se comió una manzana.

–Buenas días.– Dijo Hell.

–¿Has dormido bien?

–De maravilla.

–Habrás echado de menos a Alec.

–No te haces una idea...– Hell bajó la mirada.

–Perdona, no quería...

–¿Donde está?– Preguntó de repente.

–¿Qué?

–Sé que sabes cosas, Jane. Dime donde está Alec.

En ese momento, la niña inocente y dulce que era Jane desapareció. Se aseguró de que nadie les estuviera escuchando y después se inclino hacia delante para hablar:

–Tengo gente trabajando en ello. Algo gordo va a pasar.

–¿Cómo puedo ayudar?

–Manteniendote a salvo y viva. Hay gente que te quiere muerta.

–Dime quien es.

–Arthur Winston. Es quien creo Escape.

–¿Por qué querría acabar conmigo?

–Porque tú puedes acabar con él.

Hell se recostó en su silla pensando que toda la tranquilidad que había sentido esa mañana había desaparecido para siempre.

–¿Tu padre nos puede ayudar?

–Mi padre no sabe que hago esto.

–Pues vamos a contárselo.– Se levantó.

–¡No!– Jane también se levantó para detenerla.– Ni siquiera a mi me deja entrar en su despacho. Se va a trabajar todos los días, y cuando vuelve se encierra allí hasta la hora de la cena. Sé que incluso él esconde algo.

–¿Y que hacemos ahora?

–Tu quedarte aquí hasta que Seattle sea un lugar seguro para ti.– Dijo cogiendo su bolso y acercándose a la puerta.

–¿A donde vas?

–Mi padre no es el único que tiene secretos. Toma.– Dijo dándole un móvil.– Si necesitas algo llámame. ¿Sabes como funciona?

–Pues claro que se como funciona un móvil.

–Estupendo. Volveré pronto, lo prometo.– Jane sonrió y después se marchó.

Hell se quedó sola en aquel apartamento de lujo con un montón de secretos y preguntas sin respuesta. Arthur Winston era quien lo había preparado todo para matarla en Escape, seguramente no estaría contento por que ella hubiera ganado, ahora sentía que tenía una diana en la nuca.

Volvió a su cuarto y cogió todos los folios en blanco que pudo. Escribió todas las pistas que tenía en ellas  y las puso en la pared como si fuera un tablón policial, todo para contestar a una pregunta: ¿por qué querían matarla a ella? Y esa pregunta llevaba a otra, y a otra y a otra... Todas ellas sin respuesta.

Llevaba toda la mañana allí metida sin salir y sin recibir noticias de ninguno de los Donovan, así que decidió salir a la ciudad y dar una vuelta. Se vistió con la ropa que le había comprado Jane y se peino como una persona normal, sorprendente, la ropa era de su talla y de su estilo.

El problema llegó cuando a la calle. Al abrir la puerta del vestíbulo una oleada de periodistas la asaltaron haciéndola fotos y preguntas que no conseguía entender entre tanto ruido. Hell no sabía como reaccionar hasta que un hombre la agarro del brazo y la volvió a meter en el edificio cerrando la puerta.

–Llevan toda la mañana esperando por si salías. ¡Hay gente que no tiene vida!

Era un señor de pelo canoso al igual que su bigote. Llevaba unas gafas de sol grandes y un uniforme, seguramente fuera el portero.

–¿Sabe quién soy?– Dijo Hell extrañada.

–Toda la ciudad lo sabe. Yo me llamo Stan.– Dijo estrechandole la mano.

–Así que llevan aquí toda la mañana... ¿No hay otra forma de salir?

–Por el garaje. Aunque te verán si no sales en un coche.

–Ya... ¿Sabe si los dueños del ático tienen coche?

–¿Los Donovan? ¡Claro! Y su hija tiene incluso una moto.

–¿Una moto? ¿Y sabe si se la ha llevado?

–Nah. Me ha saludado esta mañana cuando se ha ido, a pie.

–Gracias Stan.– Dijo Hell mientras se marchaba, pero después volvió a mirarle.– ¿Como llegó al garaje?

–Escaleras o ascensor. Plana - 1.

–Gracias.

–¡No te metas en líos!

Stan le había caído bien. Era una de las pocas personas que le había caído bien tras una conversación de menos de tres minutos.

Llegó al garaje y buscó la plaza de los Donovan. El coche en el que la habían llevado ayer estaba ahí y a su lado, una moto azul. Hell se acercó a ella y con una horquilla consiguió abrir el baúl para coger el caso y después le hizo un puente a la moto.

Tal y como dijo Stan, los periodistas no le prestaron ninguna atención y pudo salir tranquila.

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