Capítulo 19

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Alec estuvo algo distante desde que salieron de aquella última sala. No podía quitarse de la cabeza todos aquellos comentarios, y él podría haber escrito algo, preguntar algo, como iba el juego, quien iba ganando o si al quien que le preocupara de fuera estaba bien. Pero no lo hizo. ¿Por qué no lo hizo? Esa era la pregunta que no paraba de repetirse.

Hell iba delante de él. Caminaron durante un rato bajando escaleras. En realidad, subían y bajaban como si fuera un laberinto, hasta que se toparon con una puerta y Hell la abrió sin ningún miramiento.

El lugar estaba decorado como si fuera una calle con una cabina de teléfono inglesa, un banco, un barril y una farola. Las paredes estaban hechas con hologramas que les hacía parecer que estaban en una calle de Londres, libres de todo deber.

–Es muy creíble.– Admitió Alec.

–Y muy falso. Recuerda que estamos metidos en un edificio en medio de la nada en la ciudad de Seattle. A miles de kilómetros de la libertad.

–Vale, acabo de volver al mundo real de un enorme golpe.– Alec dio una vuelta observando la sala.– ¿Por donde empezamos?

–Por lo que es obvio.

Hell se agachó junto al barril y quitó un tapón en el que Alec ni siquiera había reparado. Al quitarlo, miró dentro y vio un número largo.

–Ve a la cabina y marca el número que yo te diga.

Alec asintió a pesar de que Hell no estuviera mirando, corrió hasta la cabina y se preparó para marcar. Hell le dictó el número y Alec llamó, pero en vez de que alguien contestara, se abrió una parte de la pared donde había cuatro clavijas, dos verdes, dos azules y un cable verde.

–Tienen que estar de broma.– Dijo Alec acercándose a ello.– ¿Más cables? ¡Si queréis electrocutarnos hacedlo bien de una vez!– Gritó hacia una de las cámaras.

–Eh. ¿Estas bien?– Dijo Hell acercándose a él.

–No lo sé. Es que después de lo que hemos pasado en la sala anterior, la cabina de agua y esto.– Dijo sacando la pistola sin balas.– Es como si quisieran matarnos. Cada vez lo tengo más claro.

–Sabíamos que iban a ser pruebas duras, Alec. No por eso tenemos que... quitarnos de en medio cuando tengamos la oportunidad.

–Tu lo has dicho: duras, no suicidas.

Hell aguantó un minuto la mirada de Alec, pero le veía que respiraba fuertemente y que no pestañeaba. No era común en él, Alec era una persona pacifica, y aquel era como si fueran los gestos de otra persona. Se alejó de él y se acercó al panel de los cables, mientras Alec intentó calmarse un poco mientras se sentaba en el banco.

Hell vio que esta vez no era tan difícil como la anterior, puso el cable verde en las clavijas del mismo color y no pasó nada.

–Nos falta el cable azul.

–Está aquí.– Dijo Alec desatandolo de la pata del banco.– Necesito un momento, ¿vale?

–Si. No te preocupes.

Hell cogió el cable y lo enchufo en su sitio. Entonces las luces comenzaron a apagarse hasta que la sala se quedó casi a oscuras, y fue casi ya que en la farola se crearon unas palabras escritas solo para verse con luz ultravioleta.

Free.

–Irónico.

–Ya. ¿Y ahora?

–Creo haber visto una capsula junto a la puerta. Al otro lado de la sala.

–Ahora tenemos linternas, ¿recuerdas?– Alec iluminó la sala y fue con Hell hasta la capsula.

No era mucho más grande que la lata de un refresco y para abrirla debían girar las letras hasta poner "free". Una vez que lo consiguió, la capsula se abrió y Hell la cogió. Dentro había una llave, ella probó en la puerta de salida y efectivamente, pudieron salir.

Alec fue el primero en hacerlo. Hell se había dado cuenta de que estaba diferente, pero no podía juzgarle. A esas alturas del juego, ella también empezaba a pensar que estaba perdiendo la cordura. Tantos pensamientos en su cabeza le hacían creer que oía voces, todo el rato que le decían que hacer, como resolver los puzzles... Gracias a ellas Hell pudo abrir el candado de la primera sala de aquel día, pero no se lo dijo a Alec, y no pensaba hacerlo.

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