XXIV. Aléjate de él, aléjate de todos (2ª parte)

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POV. SEUNGCHEOL

Siendo policía, Seungcheol había tenido que guiarse por sus instintos la mayor parte de su vida. Sabía confiar en ellos, comprendía que podían salvarle la vida llegado el momento y entendía lo importante que era seguirlos. Por eso, aquella noche, no le sorprendió sentir que Jeonghan le necesitaba. Salió de la cama, cogió la primera sudadera que encontró en la habitación y comenzó a bajar las escaleras, procurando no hacer ruido y no despertar a los pocos que dormían allí esa noche. No se sentía seguro sabiendo que gran parte de su manada no regresaría, su lobo gruñía, preocupado por cualquier peligro que pudiesen encontrar. El hecho de que su hermano recién recuperado y los indefensos cachorros estuviesen en ese grupo, le hacía estar al borde de los nervios. Podía decir, sin necesidad de verlos, que estaban bien. Lo sentía en lo más profundo de su ser, al igual que la unión recién formada entre Minghao y Jun o la tristeza que estaba devorando a Jeonghan con cada segundo que pasaba. No le había dicho a nadie que sin juramento alguno, una vez que su memoria había vuelto, su lobo ya se había enlazado con los de la manada y podía sentirlos hasta el punto de saber cuándo le necesitaban. Quería mantener para si mismo que tenía un poder más para protegerles, aprovecharlo en su beneficio si las cosas se complicaban. Si los enemigos que pudiesen aparecer en su camino, no lo descubrían, podría saber cuando estaban en peligro y acudir a ellos tan rápido como pudiese.

Sintió un escalofrío al pisar el frío suelo de la entrada y corrió, lo más silencioso que pudo, hasta alcanzar unas zapatillas. Octubre se había despedido con una de las noches más frías del mes y lo estaba sintiendo en cada zona de su cuerpo que no tenía protección. Introduciendo las manos en los bolsillos de la sudadera, salió al exterior, lamentando la pérdida del calor. Sin embargo, aunque nevase o hubiese la mayor tormenta del año, no dejaría a su compañero pasándolo mal. Quería abrazarlo, darle todo el consuelo que necesitaba y alejar de su mente cualquier pensamiento que pudiese estar atormentándole.

— Hola —Susurró Jeonghan, sin apartar la vista del horizonte. Había apoyado la cabeza en uno de los laterales del columpio y se balanceaba despacio, sin ocultar el cansancio en su mirada. El hombre elegante, risueño y serio cuando tenía que afrontar los problemas de la manada, que había conocido, se había esfumado. Ante él, estaba alguien que había tenido que soportar un gran peso sobre sus hombros durante años, que no había podido confiar en nadie aunque lo hubiese intentado y que tenía que ocultar sus momentos de debilidad—. ¿Qué haces aquí fuera? —Apretó la manta con más fuerza, moviendo cada fibra protectora que había en él.

— Hey —Murmuró— No podía dormir y quería tomar el aire—Le dedicó una leve sonrisa, aunque sabía que no le estaría respondiendo.

— Mentiroso.

— Pensaba que colaría —Bromeó, feliz de haber conseguido apartar un poco de esa expresión triste que le dolía en el alma.

Levantó al omega sin esfuerzo alguno, ignorando el millón de "EH" o de "Bájame" que le gritó mientras se movía. Se sentó de lado, apoyando la espalda en uno de los laterales, tan rápido como pudo con el peso extra y acomodó a Jeonghan sobre su regazo, apretándolo contra su pecho con una mano. Recolocó la manta sobre ellos como pudo, añadiendo más calor al de su propio cuerpo. « Con eso debería bastar » pensó, sintiendo que el lobo en él aullaba satisfecho por haber complacido a su compañero. El suspiro de alivio que escapó de sus labios cuando alcanzó la fuente de su aroma y la forma en la que sus manos se apretaron contra su sudadera, le hicieron sonreír. Había conseguido cuidarle un poco y eso era suficiente para su instinto de alfa.

— ¿Qué te pasa, Jeonghan? —Le preguntó, acariciando su espalda con suaves toques y absorbiendo parte de ese olor a lavanda que tanto le gustaba. El omega suspiró profundamente, indicando que no quería hablar—. Estuve protegiendo a Seokmin durante mucho tiempo. Curaba sus heridas, dejaba que me contase cualquier problema que tuvieses y desafiaba a quien fuese con tal de mantenerlo a salvo. Cuando el alfa de mi madre me pegaba hasta el agotamiento, me arrastraba lejos de la casa para curarme. Nunca le dije lo mucho que me afectaba, nunca le permití saber lo mucho que me dolía ni el miedo que sentía cada vez que veía lo que podrían hacer con mi hermano. ¿Si yo me derrumbaba con él, como iba a protegerlo? Hice lo mismo con Jun. Fingí que ninguno de mis problemas existían para que solo tuviese que preocuparse de los suyos, para que pudiese apoyarse en mi —No eran tan diferentes como creían, ambos anteponían a sus seres queridos por encima de su propio bienestar—. Si no quieres hablar, no pasa nada. Pero cada vez que te sientas así, búscame, podemos abrazarnos tanto como necesites. Ahora puedes dejar de ser valiente conmigo, igual que yo dejaré de serlo cuando esté contigo.

La manada del lago Yang - Seventeen [ +18] [EDITANDOSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora