Año 710 a. C, solsticio de invierno.
—¡Vamos, no puedes hacerme esto! —Maat tira con fuerza de la falda de mi vestido como si de una niña pequeña se tratase, pero no le hago caso.
Ya me he enfrentado a varias situaciones como estas antes y sé cómo deshacerme de esto: simple y sencillamente ignorando a mi hermana y en tan solo unos minutos todo estará...
—Amunet Nerhs Tisza I, te estoy hablando y más vale que me estés poniendo atención.
Y tenía que recurrir a eso. Genial.
Jugada sucia pero brillante, debo reconocerlo.
—Si vuelves a decir todo mi nombre, juro por mamá que no te vuelvo a dirigir la palabra, Maat. Y sabes que cumplo con mis promesas —mis muñecas tintinean ante mis movimientos y sé que si me las quito y las escondo o simplemente desaparecen por arte de magia de mi cuerpo, nuevas tomarán su lugar.
Una vez lo intenté de pequeña y no salió para nada bien. Pero vamos, en verdad odio estas cosas.
Son tan... ruidosas e innecesarias, pero al parecer, no para una princesa. Nunca para una princesa.
—Vamos, por favor —escucho la súplica en la voz de mi hermana y su rostro arruina la bella vista que estaba teniendo de la ciudad tan llena de sonidos y colores que no puedo evitar hacer una mueca.
—Se supone que la que debe de ser la fastidiosa aquí, debo de ser yo. ¡Por los dioses, Maat! Ya vas a cumplir dieciocho.
—Y tu dieciséis, y yo no me quejo de tu actitud malcriada y recta —contraataca y varios destellos de su cabello me ciegan cuando el sol le da de lleno debido a los adornos que la cubren—. Padre quiere que vayas también. Al parecer, tiene un anuncio importante que darnos y debe estar toda la familia.
—¿Así que ahora vas a recurrir a eso? ¿A padre?
—No estoy recorriendo a nada, Tisza. Es lo que es y ya —dice y estoy un poco indecisa en si creerle o no.
Al parecer mi subconsciente parece ver algo en ella porque me encuentro diciendo:
—El anunci0... es... ¿en general o solo para la familia? —digo un tanto indecisa y al ver la sonrisa de mi hermana aparecer en su rostro, sé que ella ha ganado en esta pequeña ronda de engaños en la que nos hemos envuelto desde que éramos unas crías.
Trato de ocultar la sonrisa que amenaza con aparecer en mi rostro tras esta pequeña rebelión y revelar que en realidad me gusta esto, mientras me levanto con el susurro de gasas a mis espaldas producto del delicado –e incómodo– vestido que llevo.
Solo visto estos atuendo por mi familia, los visto porque sé que a mi madre le encanta vernos envueltas en finas y preciosas telas, y por mi padre que ama con toda su alma a mi madre y sabe que esto la hace feliz cada que nos ve.
Amo a mi pueblo, amo a mi familia y la respeto.
Eso es lo que me mueve a tratar de ser una buena princesa cuando me lo piden por mucho que varias cosas me desagraden, y en verdad estoy agradecida con todos porque mis padres han sido buenos manteniendo mi vida lo más relajada y libre posible a pesar de lo que la corona representa en nuestra familia.
—Familiar —dice interrumpiendo mis pensamiento mientras suelta un suspiro que me suena muy ensoñador y hay más aquí de lo que Maat está revelando—. Están aquí unos amigos de la familia, al parecer muy, pero muy antiguos y lejanos. Solo puedo decir que estos sí que son los chicos más guapos que he visto. Se les compara a unos príncipes, Tisza. Y eso que he admirado a varios príncipes.
Maat estrangula mi brazo mientras continúa hablando de estos príncipes extranjeros a mi alrededor y cuando miles de suspiros no han dejado de salir, no puedo evitar rodar los ojos.
Hormonas.
Me acerco hasta el espejo completo más cercano y admiro mi apariencia.
Cabello: un desastre como siempre a pesar de los intentos de mis doncellas, ojos: pintados y brillantes, brazos: cubiertos de un sin fin de brazaletes, más de los que alguna vez haya visto o llevado; vestido: una monstruosidad de gasas y tela, pero eso sí, realmente hermoso.
—¿Vas a seguir suspirando o ya nos podemos ir? —le pregunto a mi hermana y cuando pasa a mi lado soltando un chillido, no puedo evitar rodar los ojos por segunda vez mientras salimos.
En cuanto cruza la puerta de mis aposentos y su pie se posa en la primera baldosa que adorna el suelo del pasillo surge la máscara que viste todos los días como si de una joya se tratase.
Esa máscara que mi padre le ha estado inculcando desde que prácticamente aprendió a gatear: la de una reina.
Pero a pesar de la aparente tranquilidad que muestra, sé que sigue emocionada.
Hasta yo lo estaría si cumpliera años en el día más largo del año.Porque sí, hoy es el cumpleaños número dieciocho de la futura faraona del gran Egipto.
—¿Estás lista? —murmura con una enorme sonrisa deteniéndose en la puerta e ignoro las miradas que nos dan algunos guardias a nuestro paso—. ¡Oh Tisza, este día no podría ir mejor!
Las puertas se abren de par en par y cuando Maat por fin se tranquiliza, sé que yo también tengo que estar seria. O más sería que de costumbre.
Mi mirada está tranquila y mientras espero a que terminen de abrirse las enormes puertas y mi hermana entre, hago un conteo interno para calmar mi repentino corazón acelerado.
Cuando las puertas se han abierto lo suficiente para dejarnos entrar, veo como aparece poco a poco la decoración de la habitación y mi respiración se detiene.
Nunca me cansaré de observar esta habitación en especial.
Mi habitación favorita en todo el palacio.Una pequeña sonrisa comienza a tirar de mis labios al ver cómo Maat se obliga a permanecer en calma en un último intento por aplacarse, pero la obligo a retroceder y comienzo a avanzar tras ella.
Mis ojos comienzan el recorrido de la habitación que tantas veces ya he visto y memorizado desde donde me encuentro mientras avanzo a su interior topándome con alguna que otra mirada de algún cortesano o miembro del círculo interno de mi padre quienes me dan una ligera inclinación de cabeza tras hacer la reverencia profunda a mi hermana, y no es hasta que voy a la mitad de la estancia cuando mis ojos se topan con un chico.
Lo primero que observo de él, son unos mechones castaños largos que se encuentran enmarcando un rostro regio y hermoso mientras siento mi garganta secarse, haciendo que me detenga.
Al reconocer mi pequeño error parpadeo varias veces y finjo entretenerme con un polvo inexistente en mi rostro y ojos, pero la diversión en la risa de mi hermana me dice que no estoy haciendo un gran trabajo en aparentar que no me he quedado sorprendida con el que supongo, es nuestro invitado.
«Son como príncipes.» había dicho Maat y al comprender realmente lo que significa esto, no puedo evitar tensarme.
Podrían ser realmente príncipes.
Un príncipe que probablemente está aquí para conocer a mi hermana.
Un príncipe que está buscando una unión matrimonial.Con mi hermana.
¡Muévete, Tisza!
—Vaya, esta es la primera vez que veo que muestras interés en un chico —canturrea en mi oído Maat en cuanto llego a su lado en su intento por ayudarme en mi pequeño despiste y mi vergüenza solo incrementa cuando escucho una tos mal disimulada a los contados.
Mis ojos son dos pequeñas dagas cuando encuentro al responsable de la falsa tos y cuando mi mirada se posa en el guardia este agacha la mirada, por lo que espero, sea avergüenza y no para disimular otra risa.
—Cállate... Naunet —le gruño en respuesta a mi hermana y al escucharlo me echa una mirada envenenada antes de volver a retomar su camino hasta la escalinata que nos lleva al trono donde nuestros padres nos esperan, y mientras veo avanzar a mi hermana, no puedo evitar ocultar esta vez la pequeña sonrisa que tira de mi labios.
Porque, oh sí.
A la futura faraona, Naunet Maat II no le gusta su nombre.
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El pergamino de Tisza. [J.R. 2]
Historical Fiction« -Los fuertes buscan fuerza, los débiles buscan excusas. Así que dime, ¿cuál es la tuya?» 🐍 Historia de la mamá del príncipe Tau de "Casada con el faraón". 🐍 Libro 2 de la serie: Joyas reales. ✖️ IMPORTANTE: no es necesario leer "Casada con el f...