Capítulo 37

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—¿Qué haces aquí? —le pregunto a Kosei en cuanto la puerta se cierra a mis espaldas dejando a mi familia fuera.

—Au, yo estaba esperando una bienvenida más cálida por tu parte —bromea pero sus palabras no me causan ninguna gracia.

—¿Qué es lo que quieres?

—Traigo noticias —vuelve a repetir y veo como su expresión pasa de la diversión a la seriedad cuando ve que no estoy para bromas—. ¿Sabes en verdad que estás haciendo aquí? ¿Por qué tu familia te mandó?

—Oh, no lo sé. Creí que tú lo sabrías entre todos los demás, ya que eres el culpable de eso —mis palabras salen toscas y cargadas de enfado, pero si Kosei lo nota, decide ignorarlo.

—Me atribuyes demasiado crédito cuando todo es una mentira.

—¿Qué? —exclamo y su sonrisa solo logra molestarme más—. Espero que sepas lo que estás diciendo, Kosei. Porque de algo estoy muy segura, y eso que estás llamando a mi familia mentirosa. Podría mandar a asesinarte.

—¿Ah, sí? Yo no lo creo —niega, riendo a lo bajo—. Cuando partiste llegaron embajadores turcos y persas. No al mismo tiempo pero sí que llegaron.

—¿Qué es lo que querían? —susurro sintiendo como todo mi enfado es sustituido por el miedo—. ¿Mi familia...?

—Está bien —me asegura y parte de mi miedo comienza a menguar pero la intranquilidad no me abandona.

—¿Qué es lo que querían? —le pregunto con cautela y este es el momento perfecto para intentar obtener alguna declaración sobre su posición.

—Advertirnos —dice tranquilamente—. Están buscando a uno de los príncipes de la casa de Qúar, y a la princesa Kenam de la gran casa Pahlav. Al parecer creen que el príncipe la tomó como rehén y están buscando un modo de capturarles. No buscarían atacar Egipto si es lo que te tiene preocupada. No son tan estúpidos. Egipto es una gran nación, y es totalmente imparcial en esta disputa.

Sí, hasta que alguno de ustedes decida adueñarse del trono de Egipto por medio del matrimonio.

—Sigo sin entender el motivo de mi partida como una mentira por parte de mi familia —le aseguro.

—Bueno, si hubieran decidido atacar a la familia real, estoy muy seguro de que se hubieran asegurado de asesinar a cualquier posible heredero al trono, ¿no? —su comentario lo dice con una calma escalofriante y al escucharlo no puedo evitar tensarme.

Si hubieran atacado a mi familia, si la hubiesen asesinado y yo hubiera estado ahí, sería el fin de Egipto.

—¿Qué ganas apareciendo así y contármelo?

—¿Qué gano con esto? Nada. Solo vine porque creí que como somos amigos, hubieras querido saber la verdad —me asegura y parte de mi desconfianza comienza a caer—. Además, te he extrañado.

—¿Ah, sí? —le pregunto alzando una ceja inquisidora—. Y yo creí que ese no era el caso. Con tantas nuevas amigas que al parecer tienes, creí que estabas excelente.

—¿Qué? Por supuesto que no. Ellas no se te comparan. Tú eres... increíble. Maravillosa. Una diosa en comparación.

¡Ja!

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora