Capítulo 22

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—¡Tisza! —hago una mueca al escuchar el chillido y al girarme con los nervios crispados, encuentro a Freyha, la novia y si las cosas salen bien, pronto la prometida de Cassius,  saludándome energéticamente—. ¡Cielos! Creí que no ibas a venir.

—Guarda silencio —me apresuro a decirle, acercándome mientras me quito la máscara y la miro con una expresión mortificante—. Estoy escondiéndome de alguien, y no pretendo que vengas a quemarme.

—Lo lamento. Pero, en verdad me emociona tenerte aquí —me sonríe ampliamente y su piel moreno claro contrastan enormemente con el tono de sus ojos.

Nunca he descubierto qué color son. Siempre que los veo los encuentro diferentes. Pero sin duda, ella es muy bonita. Entiendo el porqué Cassius está loco por ella.

Sus padres llegaron hace ya varios años de Turquía, cuando su madre estaba embarazada de ella. Su madre es egipcia, y conoció a su padre en el mercado cuando éste comerciaba las telas.

Telas que lo volvieron un gran comerciante, y por lo tanto un gran proveedor tanto para la familia real, como para las demás altas casas que pueden pagar los precios.

Su familia es adinerada, cosa que facilitó más su adaptación en la sociedad y por lo tanto le evitó considerables burlas por parte de su descendencia.

No entiendo porque hay personas que discriminan a otras solo por su raza, pero lamentablemente eso es lo que sucede en algunas casas.
Y lo noto por algunas miradas que le lanzan algunas chicas.

—Lo sé. También estoy feliz de verte —le sonrío con cariño, posando mi mano sobre su fino hombro—. No he visto a Cassius, ¿dónde está?

—Con tú hermana —me sonríe, enganchando su brazo con el mío—. Por cierto, no te he presentado a Martell, él nos ayuda con las telas. Su padre y el mío son socios, su familia tiene los hilares más grandes de Turquía y los tapices y cuadros más bellos del mundo. Deberías de verlos, Tisza.

Examino al chico y veo ciertas similitudes entre ellos. Tal vez sea un pariente lejano de su familia. Pero aún así, es un muchacho atractivo. Y claramente los ojos no pasan desapercibidos.

—Es un placer conocerte —sonrió inclinando la cabeza a modo de saludo.

—El placer es mío, princesa —me responde el saludo inclinando su cabeza llena de mechones oscuros.

—Él se quedará algunos días por aquí, no sé, tal vez podamos salir todos a tomar el té algunos de estos —me sonríe enormemente mientras comenzamos a caminar—. Por cierto, ¿de quién te estás escondiendo, pequeña pilla?

—Hace unos días llegaron unos visitantes. Jóvenes —gruño caminando entre la gente—. De seguro ya viste a uno de ellos. Esta con mi hermana, o eso creo. Él otro... ¡ohhh por los dioses, Feyha! Es un total dolor de muelas. La persona más arrogante que pude haber encontrado en la vida.

—Ay, Zaya. Eso en verdad debe de ser horrible —parte de su tono oscila entre la burla, pero no puedo evitar sonreír al escucharlo—. ¿Piensas casarte con él?

—Por supuesto que no —niego, rotundamente—. Él piensa que vamos a contraer matrimonio. O alguna de esas cosas locas, pero está chiflado. Loco como... como esos viejos eruditos amantes y adoradores fervientes de los dioses. De esos que te dan dolor de cabeza escucharlos.

—¿Es un príncipe?

—Claro que es un príncipe —gruño—. No se que clase de príncipe es, pero debe de serlo. Cuando llegó, nos trajo unas enormes arcas repletas de oro. Desconozco los planes que tenga mi padre respecto a ellos, pero solo espero que sea para tratar posibles asuntos políticos con algún pequeño imperio en común.

—Deberías de dejar de pensar en todo esto. Me estás dando un terrible dolor de cabeza de tan solo verte así —me pica y suelto un quejido.

—Lo sé, pero todo está es muy abrumador —niego—. ¡Ya sé! Mejor platícame sobre Cassius y tú. ¿Sus padres singuen en desacuerdo sobre casarse?

—Sus padres ya me han aceptado —sonríe levemente pero está decae rápidamente—. El problema son los míos. Mi padre se niega a entregar mi mano a pesar de las constantes súplicas de mi madre. Ella está emocionada con la idea de verme comprometida, y más con alguien como Cassius. Él en verdad me ama, Tisza. Y aunque ya tiene casi veinte años que ellos decidieron irse de Turquía para que mi madre pudiera estar con su familia y yo me criara aquí, mi padre sigue teniendo la esperanza de que me comprometa con un joven turco. Y no lo entiendo. Él se niega a hablar conmigo sobre el tema.

Miro sobre mi hombro en la dirección en la que nos sigue a una distancia respetable el chico, y me pregunto si el verdadero motivo por el cual este aquí es impedir el compromiso de mis amigos y no simplemente de visita cómo cree mi amiga.

Al pasar unos telares, veo a Cassius sentado en una mesa con mi hermana acompañada de Dakarai y lamentablemente también se encuentra Kosei.

—Y he ahí mi dolor de muelas —gruño y a mi lado siento como Freyha se pone tensa.

—Tisza —tira de mi con urgencia antes de que puedan vernos, regresándonos a la habitación anterior—. ¡Oh por todos los santos! He visto esos rostros. Y sí que son príncipes.

La expresión de mi amiga es en verdad muy amplia y parte de ese preocupación que sentí al inicio cuando los vi, comienza a surgir.

—¡Hey, Martell! ¿Dónde has visto a esos chicos? —llama al chico quien se acerca a nosotros.

El chico se asoma por los telares, y cuando regresa tiene la mandíbula apretada con fuerza volviendo sus rasgos salvajes.

—«Los lobos» —gruñe la palabra casi como si fuera una ofensa el hacerlo, pero me desconcierta cuando veo como sus labios rompen en una sonrisa salvaje y veo sus ojos resplandecer cuando los posa sobre mi—. Príncipes otomanos. Buena elección de compañía, princesa.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora