Capítulo 18

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Miro el pedazo de papel que me tiende mi nana y al desdoblarlo encuentro una invitación.

Al parecer Cassius estaba hablando en serio eso de las invitaciones por parte de sus amigos.

Y con esta, en total tengo siete.

Algo encantador. Claro, si es que en verdad me atrajera tan siquiera un poco la idea.

Todas dicen lo mismo: Que soy hermosa y que quieren conocerme. Blah, blah, blah. Charlatanería de niños mimados y bonitos, tratando de que me agraden antes de verlos y conocerlos.

—Nunca había visto tantas cartas en tu escritorio —comenta mi hermana, y me sorprende verla tan temprano en mi habitación. Por lo general a estas horas está camino a la sala real—. Y mucho menos de jóvenes. Siempre creí que les lanzabas alguna clase de maldición para que nunca aparecieron por aquí, y mucho menos, te escribieran.

—Acaban de llegar hasta mis manos —digo tomando otra carta del montón y examinar el sello real antes de romperlo y abrirla—. Y solo tengo hoy para decidirme qué hacer.

—Creí que ibas a salir con ellos a una fiesta.

—Y así es —murmuro, leyendo y para mi sorpresa, encontrarlo divertido—. Pero tengo que escoger a quién ponerle más atención. O a quién simplemente no dársela. Como este. Lee.

—«"Querida princesa, he escuchado que es una mujer muy inteligente, encantadora y de lo más agradable."» Vaya, va bien, me gusta. «"Y debo decir que eso es una cualidad muy importante en una mujer, y si a eso le sumamos que usted posee una herencia prometedora y un cuerpo que hace que un hombre se..."» —la voz de mi hermana decae poco a poco y veo como hace una bola la carta y la lanza por mi balcón. No sin antes prenderle fuego.

—¡Hey! Yo quería que vieras lo último donde se refería a que mi elegancia y mi fluidez era sinónimo de una experiencia grata en...

—¡Claro que leí eso! Y no puedo creer que haya esta clase de chicos que quieren conocerte —niega, Maat, sentándose a mi lado—. ¿Todos son amigos tuyos?

—Míos no, pero son conocidos de Cassius. Pero creo que tampoco son los amigos de él. Creo que sus amigos hablaron de más y estos le dijeron a otros... , y supongo que por eso tengo este número de cartas en mis manos en este momento.

—Y todas esas palabras —dice mi hermana, y se acomoda en mi pequeña banca—. ¿Cómo vas a saber cuál carta es verdadera?

—Fácil, pienso desechar todas las desagradables, y sólo quedarme con las que en verdad valen la pena —me encojo de hombros y con el susurro de la tela con mis movimientos, tomo un reducido número de cartas—. Les veo potencial, ¿qué dices?

Maat las toma y una por una tomándose su tiempo para leerlas.
Veo como separa una carta del grupo, y cuando termina de apilarlas, me lo tiende.

—No están tan mal —asiente pero veo como su ceño se frunce y le veo dudar antes de hablar. Algo que usualmente no sucede ya que Maat no es de las que tienen problema para decir las cosas —. Pero, Tisza, ¿y Amun?

Al escuchar sus palabras, ese nombre en particular, trato de no mostrarme tan a la defensiva.

—¿Qué con él? —digo, tranquilamente aunque la sangre me arde en las venas en estos momentos.

—Creí que tú y él...

—¿Que él y yo qué, Maat? —digo y mi tono sale más duro de lo que pretendía.

Al escuchar el crujido del papel, me doy cuenta que mi puño se ha cerrado alrededor de las cartas, arrugándolas.

Trato de aflojar el agarre, pero mi mano parece tener vida propia y no tiene intenciones de hacer lo que le pido.

—Tranquila —susurra Maat, y siento sus dedos envolver los míos con suavidad—. Lo siento. Solo quería saber. Él y tú se veían que iban a tener una amistad única. Algo que nunca había visto que sucediera. Inclusive tú amistad con Bes es diferente. Y yo creí...

—Pues te equivocaste. Todos nos equivocamos —susurro y mi voz se apaga al decir lo último—. Él no me dejo hablar, y yo no pienso escucharle la próxima vez. Y lo que él dijo... es un hombre cruel, Maat. No es quién creíamos.

—Pero, Tisza, ¿de que estás hablando?

—Antes de que él se fuera, dijo que nada de nosotros, nada de nuestra amistad, era real.

—Oh, Tisza, ¿y en verdad lo creíste? No sabes el motivo que él pudo tener para decirlo. Creo que deberías de escucharlo. Dakarai me ha dicho que él...

—¿Hay algún otro motivo que te traiga a mis aposentos el día de hoy? Porque acabo de recordar que tengo que atender un asunto que mamá me encargó. Y ya sabes que se molesta si no lo hacemos.

Mis palabras claramente toman por sorpresa a Maat porque se levanta sin decir una sola palabra y me mira desde arriba.

—Solo quería saber si querías tomar el té conmigo más tarde —susurra y sé que es un poco tarde para retractarme en la manera que le he hablado—. Pero creo que eso no será posible.

—Maat, yo en verdad...

—Que pases buen día, Tisza —se despide de mi y veo como se va.

Aviento con furia las cartas por la habitación sin importarme el desorden que esto pueda generar, y sintiéndome abrumada, recargo sobre mis manos mi frente.

—¿Alteza? —alzo la vista al escuchar el hilo de voz, y al ver a una de mis doncellas cerca de mi puerta, esta se para sumamente recta—. Lamento molestarla, pero me han mandado a arreglarla. Pero si está ocupada...

—No, no, adelante —asiento y dejo que la chica me peine aunque veo cómo mira las cartas con interés, pero no comenta nada mientras las esquiva.

Sé que va a ser un trabajo en vano ya que hoy no tengo algo importante como en verdad le hice creer a Maat. Y en días como estos, en verdad odio ser una princesa.

Y también sé que mi única alternativa de sobrellevar el día, era mi hermana pero ahora lo arruiné.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora