Capítulo 25

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Me muevo con sigilo entre los pilares tratando de mantenerme oculta de la vista de la vista de la pareja que va por delante de mi.

Han pasado dos semanas desde que Maat tuvo ese pequeño colapso en mi habitación y desde esas dos semanas me he mantenido vigilando a los hermanos.

De Kosei no he obtenido nada más que repentinos manoseos a los cuales le respondo con una muy buena bofetada. Razón por la cual, estos han ido cesando poco a poco.

Hace una semana, llegó un chica de visita.
Una amiga de los hermanos. Y al parecer es el confidente de Dakarai ya que no los he visto separarse desde que su barco arribó en nuestro puerto.
Motivo por el que Maat se ha estado recluyendo en los aposentos de nuestra madre haciendo solo los dioses saben qué con Menes e ignorando total y plenamente a nuestros invitados.

En una de los tantos cotilleos que escuché de algunas doncellas y personas de servicio, me llegó el rumor de que posiblemente esté aquí para impedir que suceda algo. ¿El qué? Aún no lo descubro.

—¡Aquí estas! —hago una mueca al escuchar el tono alto de Martell cuando le veo aparecer, y tomándolo de los hombros, lo jalo lejos de la vista—. ¿Qué estás haciendo?

—¡Cállate! —susurro con urgencia y al asomarme veo como la pareja se ha detenido—. ¡Oh, Dioses! Juro que si nos llegan a encontrar, haré una cosa muy loca que no te va a gustar. A ninguno de los dos.

—¿De qué estás...? —cuando veo a Dakarai regresar por el camino por donde venían, me escondo y jalo a Martell con fuerza dejándolo a tan sólo unos centímetros de mi.

—Por favor... te lo explicaré todo, solo, sígueme la corriente —le suplico y cuando el susurro de telas se vuelve más cercano, me fuerzo a sonreír con picardía—. Así que, ¿sabes dibujar tan bien como besas?

Mi expresión no titubea pero por dentro entro en pánico al ver la expresión de Martell.

¡Dioses benditos, va a descubrir que lo estaba siguiendo!

—¿Tisza? —la voz de Dakarai suena sorprendida, y al girarme, mi sonrisa no titubea.

—¡Dakarai! Qué sorpresa encontrarte por aquí. Y... ¡Hola! Creo que no hemos sido presentadas, ¿tú nombre es...?

—Cleotilde —carraspea y su expresión sé que significa: Oh, sí. Desde el día que llegó nos presentaron y ella lo sabe, pero no me tomé la molestia de ponerle atención. No hasta que se convirtió en un dolor de muelas para mi hermana y por consiguiente, para mi—. Puede llamarme Cleo...

—Alteza —asiento, sonriendo ampliamente y la expresión de Dakarai se ve contrariada.

Sabe que no me gusta que me llamen alteza, y debe de estar tratando de descubrir mi repentino cambio de idea.

—Soy una descortés, déjenme presentarles a Martell. Es uno de los más grandes y maravillosos retratistas que pueda existir, ¿no es así? Él se ha trasladado recientemente de Turquía, ¿alguna vez han visitado el lugar?

Veo como Dakarai se pone tenso ante la mención de esto, y veo que Cleo está dudosa.

—He... sí. Kosei y Amun fueron recientemente —asiente Dakarai, carraspeando—. Cleo tiene familia lejana viviendo allí.

—Así es, ahora que lo mencionas, me parece que Amun se quedó con Nea, quien es mi hermana alteza. Hace unos días me envío una carta prometiendo noticias una vez regresen de Tebas.

«Tebas y Nea.»

Interesante.

—¿Tienen ascendencia Egipcia? Sus nombres...

—Nuestro tatarabuelo vivió aquí hace ya muchos años, alteza. En Egipto, no aquí en palacio quiero decir.

—¿Y qué te trae nuevamente a nuestra magnífica tierra?

—Bueno, Dakarai hace unos días me pidió que...

—Tisza, se me olvidó decirte. Mi hermano te espera para cenar. Hoy, a la puesta de sol —interviene Dakarai.

Chico inteligente.

—¿Ah, sí? Qué extraño —digo, encogiéndome de hombros—. Mi hermana y yo ya habíamos quedado para cenar. Y creí que ustedes nos acompañarían a nosotras. Pero ella me había comentado que tenían asuntos pendientes que tratar, pero no te preocupes, le avisaré que ya están libres. Espero puedan acompañarnos, será una velada maravillosa y...

—¡Princesa, que alegría encontrarla! Su hermana ha pedido por usted.

—Hablando de la futura soberana... —sonrió de lado mirando a la chica antes de girarme hacia el criado—. Claro. Dígale que voy en seguida, y también dígale que tenemos que hacer la mesa más grande para nuestra cena de hoy. Al parecer se nos unirán dos magníficos...

—No —niega, Dakarai y veo temblar su mano cuando la aprieta con fuerza—. Me temo, querida, Tisza, que tendré que negarme. Los dos. Se nos es imposible el poder asistir, una disculpa en nuestros nombres para tu hermana.

—Vaya, eso que es una pena, pero no te preocupes querido, yo le pasaré el dato.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora