La capucha me ayuda a mantener no solo mi rostro libre de la arena y el sol, sino también de las miradas indeseadas y curiosas que he gano a lo largo de mi camino hasta llegar aquí.
Sé que no paso desapercibida, pero al menos nadie sabe quién se ocultan bajo la tela. Y de llegar a saberlo, el pueblo hablará.
Me detengo con lo que espero, sea de manera casual para aquellos ojos indiscretos y alzando mi mano y dejando libre esa parte de la capucha, toco suavemente a la puerta cuatro veces seguidas. Me alejo ligeramente de esta a la espera, y el nudo que había comenzado a formarse en mi estómago aparece aflojarse en cuanto oigo como una traba es descorrida del otro lado antes de que esta se abra y la oscuridad me trague.
Mis ojos tardan en ajustarse al cambio de luz, pero cuando todo deja de estar en tonalidades de blancos y negros y el color vuelve a reinar en mi mirada, comienzo a descorrerme la capucha, pero unas manos pequeñas y rápidas me detienen.
—Todavía no es momento, alteza. Todavía no es seguro para usted —me pide Henutsen y comienzo a seguirle mientras avanzamos por el lugar y colocando nuevamente mi capucha en su lugar.
Mientras vamos avanzando no puedo evitar maravillarme por la hermosura de la arquitectura de la nueva casa de mis amigos. Es tan cómoda y silenciosa. Aunque puede que esto se le atribuya a que no parece haber un solo criado aún. Supongo que estas son las maravillas de tener una vivienda y no vivir en un palacio, hay más... intimidad.
Henutsen nos lleva por varios pasillos y habitaciones dando más giros y vueltas de lo que alguna vez he dado en mi vida causándome un terrible dolor de cabeza, pero este se ve eclipsado en cuando nos detenemos frente a una puerta enorme de madera oscura, abriéndola para mi.
—¿Algo que beber, Alteza? —me pregunta y tras decirte que una copa de agua fresca está bien, se aleja dejándome.
Decido atravesar la puerta y al hacerlo, me encuentro frente a una vista espectacular.
—Esta habitación es maravillosa para esos días en los que estas cansada de sentir todas las miradas de aquellas señoras de la alta sociedad juzgarte mientras te paseas por tu casa en un simple camisón —dice la voz de Freyha y encuentro a mi amiga recostada entre unos almohadones enormes.
—Frey, ¿que es lo que está...? —comienzo a decir mientras mis dedos descorren la capucha de la pesada túnica, pero mi amiga me detiene con un gesto tal y como hizo antes Henutsen.
—¿Cómo llegaste hasta aquí? —me pregunta y en verdad tengo tantas dudas en este momento que todo esto está causándome molestia, pero aun así, tomo una larga respiración antes de contestar.
—Por los barrios bajos, tal y como me indicaste.
—¿La capucha?
—Todo lo hice tal y como pediste. Seguí todo al pie de tu nota. Quemé dicha nota y me escapé por uno de mis balcones —le respondo un tanto desesperada mientras me acerco y esta vez cuando algo el intento de quitarme la capucha, Freyha no me detiene—. ¿Por qué tantas molestias para una reunión, Freyha? ¿Por qué cuando simplemente pudiste...?
Porque sí, la carta vacía que llegó ayer, era de ella. Lo pude reconocer por el olor que desprendía. Todo el papiro envuelvo en un exquisito aroma a especias que muy poca gente en Egipto tiene a su disposición en la cantidad suficiente como para poder generar tal impresión, y ni que decir, de la cantidad de gente que me conoce a mi.
Si el aroma no me decía nada, sí que lo hubiese dicho la capucha doblada sobre mi tocador con la nota con las indicaciones que debía seguir esta mañana cuando desperté.
—Te están vigilando, Tisza.
Sus palabras a pesar de ser pronunciadas con calma, me dejan desconcertada y pérdida.
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El pergamino de Tisza. [J.R. 2]
Historical Fiction« -Los fuertes buscan fuerza, los débiles buscan excusas. Así que dime, ¿cuál es la tuya?» 🐍 Historia de la mamá del príncipe Tau de "Casada con el faraón". 🐍 Libro 2 de la serie: Joyas reales. ✖️ IMPORTANTE: no es necesario leer "Casada con el f...