Capítulo 28

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Saludo a una de las damas de mi madre que me encuentro por el pasillo, y cuando llego a la puerta y estoy por llamar, me detengo a escuchar.

Primero silencio pero ahí, muy en el fondo, la carcajada de un bebé.

Menes.

Cuando fui en busca de mi hermana, su dama me dijo que desde muy temprano había ido a visitar a mi madre, y que desde que entró en la habitación nadie la había ido a buscar.

Así que, aquí estoy.

Llamo suavemente a la puerta y la sorpresa me invade cuando veo a mi nana, Tajteh abrirme.

—Yo... estoy buscando a mi hermana —le explico a la mujer y está tras hacerme un gesto de guardar silencio, se hace a un costado dejándome pasar.

Y al entrar, la escena mueve algo en mi pecho.

Ahí, sobre el tapete con bordes de oro y de la tela más suave que puede existir en el continente, está mi hermana jugando con Menes.
La expresión de Maat es totalmente abierta, feliz y sin ningún rastro de ese miedo o odio que esperaba encontrar.

Limpia.

Feliz.

Cariñosa.

Maat atrapa a nuestro hermano cuando a este le gana el peso del cuerpo inclinándolo hacia el tapete, y cuando las muñecas tintinean, la risa de Menes suena.

—¡Oh, Alteza! —jadea una chica, una de las damas de mi madre, mientras se detiene a medio camino, hace una reverencia rápida antes de volcar la jarra que trae entre las manos.

Mi hermana al escucharlo, sienta a Menes a unos centímetros de ella y dándole uno de los tantos juguetes que tiene alrededor, se levanta con toda su atención puesta en mí.

—¿Podemos hablar? —susurro porque por alguna extraña razón, mi garganta se encuentra obstruida por una enorme bola.

Una que amenaza con tirarme.
Una que me impide respirar con normalidad.

—Seguro —asiente y tras darle un leve asentimiento de cabeza a Tajteh, ella toma el lugar de mi hermana al lado de Menes y me sigue.

Tomamos la alcoba de mamá que da a un costado del castillo, y mientras miro a mi alrededor, trato de pensar en qué decirle.

—¿Qué sucede? —habla ella primero, viéndome forzada a tomar una decisión rápidamente.

—Pronto terminará el año, Maat. Y en unos días será tu cumpleaños y...

—Lo sé, estoy muy consciente de ello —asiente y veo como casi estrangula la  barandilla con sus dedos—. ¿A qué quieres llegar?

—Bueno... yo, yo quería saber cómo estabas. Quiero decir, ¿padre no ha dicho nada?

—¿Sobre qué exactamente?

—La coronación —susurro e intento mirar sus ojos, pero su mirada sigue puesta en nuestro paisaje. O lo poco qué hay de él a nuestro alrededor—. Menes en algunos meses va a cumplir el año, y tú cumplirás los 19 y tienes que tomar decisiones... importantes.

—¿Crees que no lo sé? —gruñe y cuando me mira, no huyo ante el calor que encuentro en los ojos de mi hermana convirtiendo el tono gris claro en el color que toman las nubes antes de una feroz tormenta—. Sé que la coronación ya debió de haber tenido lugar, y sé..., sé también que yo debo de estar comprometida ya. Pero nada sale conforme a los planes, ¿no?

—Solo quiero saber cómo estás —le aclaro y siento un enorme alivio al posar mi mano sobre la suya y ver qué no la retira—. Sabes que estoy para ti, Maat. Nunca... nunca pienses que estás sola. Hoy, debo admitir, me sorprendí al encontrarte aquí. Creí...

—¿Qué odiaba a Menes? —termina por mi y resopla—. Dioses, no. Debo admitir que al inicio no me agradaba la idea de tener... otro hermano. Y sé que mis palabras hace unas semanas no ayudaron mucho cuando te visité y prácticamente me desmoroné. Debo admitir que contigo me bastaba, pero cuando lo vine a ver y él me miró... supe que lo amaría. No estoy enojada con nadie. Las cosas pasan porque tienen que pasar, de mi depende de cómo las afronto. Y hasta el momento he sido una tonta. ¿Dejarme pisotear por esos vejestorios? Ni loca. Cuando papá tenga tiempo de atenderme, hablaré con él, no te preocupes, y gracias.

Aprieto la mano de mi hermana y cuando está me lo devuelve, algo del peso que tenía en el pecho, ese enorme nudo, parece desinflarse.

El rostro de Dakarai se pasa por mi mente, pero me veo imposible de hablar.

Maat parece...

¡No! Tienes que hacerlo. Por su bien y el de Egipto.

—¿Haz hablado con Dakarai?

—No, y no pienso hacerlo.

—¿Están...?

—Detente, por favor. No..., no vayas por ese camino. ¿Podrías dejarlo? ¿Por mi? —me suplica y al ver sus ojos, veo en verdad dolor.

—¿Él no habrá...?

—Él no hizo nada malo. Solo... déjamelo.

—Bien —asiento aunque esto me parece un poco extraño.

Los príncipes ya van a hacer un año aquí en palacio.

Un año a qué vinieron con sus sonrisas y joyas.

Justo en el cumpleaños de mi hermana.

Y sí, mi repentina cercanía con Kosei no ha dado frutos, pero la relación de Maat y Dakarai...

Tal vez por fin se acabo.

Esa volatilidad y toda esa pasión ha quedado reducido a cenizas, muerto.

Meses.

Han pasado meses desde que vi a Amun y su mención en la carta de Cleo es la única pista que tengo de dónde está.

Y con quién se encuentra.

Vaya, a veces apesta el modo en el que los pensamientos se vuelven desagradables con demasiada facilidad.

Pero regresando al tema de mi hermana y Dakarai, necesito averiguar más.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora