Capítulo 46

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Mis incógnitas sólo se topan con más incógnitas cuando trato de buscar algún significado a la advertencia de Amun, pero es imposible.

No encuentro nada.

Mi cumpleaños se acerca con rapidez y no puedo evitar ponerme nerviosa cuando los días comienzan a acortarse cada vez más y más.

La casa de Pahlav volvió al poder y después de esa sangrienta guerra, se encuentra en paz y recuperándose de los daños.

Kosei y Dakarai siguen viviendo aquí en Egipto y su retorno es prácticamente imposible.

La madre del príncipe Thiago no estaba contenta con los hijos que tuvo con sus concubinas y mientras ellos se mantuvieran alejados, ella no les asesinaría.

Eso fue lo que me confesó una tarde Amun en la que nos encontrábamos en su casa en la colina disfrutando de una hermosa cena a la luz de la luna.

—¿Entonces? —me pregunta Kosei y regreso a la realidad—. ¿Qué dices?

—¿Cómo? —le pregunto nuevamente y veo cómo hace una mueca—. Oh, vamos, no seas así. Perdón por no ponerte atención, estaba pensando en los preparativos para mi fiesta. La ceremonia de Menes se acerca y mis padres quieren que se festeje por varios días. Así que, podrás entender que tengo la mente en otros asuntos.

—Te estaba preguntando sobre el matrimonio. Estás por cumplir los dieciocho, Tisza. Y aún no he visto pretendiente alguno pedir tu mano.

Mis mejillas se ponen coloradas por el tema y la incomodidad se instala en mi piel mientras miro al chico.

—No es algo que esté en mis planes aún —niego y continúo caminando—. Además, Maat es la que está en tiempos de matrimonio. Y es ella quien necesitará un cónyuge...

—Permiso, alteza —veo a un guardia pasar corriendo a mi lado con rapidez y esto me extraña, así que decido preguntarle.

—Soldado, ¿a dónde va con tanta prisa? —le detengo y este me da una expresión que a leguas significa que esto es lo último que desea hacer en estos momentos.

Veo a otros dos pasar corriendo siguiendo la misma dirección del primero y esto solo me deja un regusto amargo en la boca.

No me molesto en esperar una respuesta así que, me apresuro a seguirles el paso a los últimos dos y veo cómo estos entran a la sala del trono y las puertas son cerradas nuevamente por otros.

Me acerco con paso decidió y me detengo esperando a que las abran para mi, pero esto no sucede.

—Lo sentimos, princesa, pero su padre dio órdenes de no dejarla pasar —dice el guardia a mi izquierda y al ver al guardia de mi derecha este evita mi mirada. «Pero vaya que están raros el día de hoy, ¿eh?» —. Por favor, le pedimos regrese a sus aposentos. El faraón irá...

—Abran la puerta en este instante —ordeno pero no hacen amago de realizarlo—. Guardia. Le he dado una orden.

—Lo sentimos, princesa —vuelve a decir y por el rabillo de mi ojo veo a una de las criadas cerrar una de las puertas laterales que llevan al interior sin custodia alguna.

Me muevo hacia estas y cuando las giro, me meto antes de que los guardias puedan detenerme.

—¡Princesa! —escucho gritar a uno y Kosei cierra la puerta con fuerza cuando pasa detrás de mi.

Me muevo entre los telares y las columnas y cuando llego al centro del gran salón, me detengo ante la escena que tengo ante mis ojos.

Veo a Maat arrodillada a los pies de mi padre quien tiene una expresión fría y sin piedad esculpiendo su rostro haciéndolo ver más viejo de lo que en verdad es con la mirada oscura puesta en la figura echa un ovillo frente a su trono.

Y a pesar de los golpes y la sangre, distingo el rostro de Dakarai con claridad.

¡Por todos los dioses! ¿Qué le ha sucedido?

Me acerco con paso seguro hasta el trono y tras mirar rápidamente a Dakarai, giro mi rostro hacia mi padre.

—¿Qué es lo que está sucediendo aquí? —pregunto a nadie en particular y cuando no obtengo respuesta, busco la mirada de mi padre—. ¿Padre...?

—Retírate, Tisza. Este no es un buen lugar para ti, ni el momento —gruñe y la frialdad de sus palabras me causan un escalofrío.

—¿Lugar para qué? ¿Qué es lo que ha sucedido? ¿Por qué Dakarai está...?

—¡Fuera! —ruge con el rostro colorado y mis ojos se abren de sorpresa.

Él jamás me había gritado así, no frente a tanta gente. Y cuando veo descender por sus mejillas crudas lágrimas, brillantes y gruesas, mi corazón se estruja.

—¿Qué es lo que...? ¡Dakarai! —veo aparecer por un pasillo a Amun acompañado de Nea y su hermana, pero es detenido antes de llegar a unos pasos del príncipe arrodillado a unos metros de mi bañado en sangre—. ¿Qué está pasando aquí? ¿Alteza...?

—F-u-e-r-a-d-e-a-q-u-í —vuelve a decir pero sus palabras caen poco a poco y veo cómo está a punto de quebrarse ahí, en ese momento, pero tras un suspiro tembloroso, veo su rostro cambiar.

Convertirse en una máscara fría y calculadora.

—Alguien por favor llévese a la princesa... a las dos —ordena y veo a los mismos guardias de la entrada aparecer.
Cuando intentar tomar a mi hermana veo cómo esta comienza a pelear y a gritar.

—¡Padre! ¡Por favor! Esto... esto es un error. ¡Un terrible error! Él no ha tenido la culpa, alguien... alguien le ha acusado —escucho decir a mi hermana y cuando una mano se posa sobre mi brazo, me alejo del agarre.

—¡No! No me iré a ningún lado —niego, sintiendo la ira y el enojo comenzar a surgir al ver a mi hermana en ese estado.

Paso al guardia que ha intentado agarrarme, y cuando esté no hace ademanes de volver a intentarlo, me acerco hasta el guardia de mi hermana y hago lo que nunca creí que llegaría a hacer: le golpeo.

El dolor se dispara por mi brazo tras el impacto, pero no le tomo importancia mientras tomo a mi hermana entre mis brazos y la acuno, protegiéndola.

—¿Qué está sucediendo aquí? —gruño ante el grupo y cuando mi padre nos mira, no caigo.

Pero claro, nadie me prepara para las palabras que salen de su labios a continuación.

—Le han asesinado, mi Amunet —susurra y su voz sale como un rugido suave mientras su mirada colérica mira ante el, ante el cuerpo caído de Dakarai—. Han asesina a tu hermano. Dakarai le ha matado.

Y en ese momento, creí que me derrumbaría, y estoy completamente segura de que alguien pudo escuchar el sonido de mi corazón al romperse cuando sus palabras calaron con fuerza en mi ser y se alojaron en el enorme hoyo que le pertenecía a mi corazón.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora