Capítulo 47

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—Por favor, déjennos —me pide mi padre pero no me muevo—. Tisza...

—No me iré —me niego mirándolo fijamente—. Me quedaré aquí con mi hermana.

—Amunet, por favor, no hagas esto más...

—He dicho que no. Lo siento, padre.

Mi padre se levanta del trono y al verlo, mi corazón se encoge.
No se encuentran con la pose regia de siempre, se ve... diminuto con todos esos tocados, joyas y telas preciosas a su alrededor.

—Por favor padre, tienes que creerme. Él no ha sido. Alguien le ha culpado —llora mi hermana separándose de mis brazos para ir postrarse a los pies de mi padre—. Padre, por favor...

—Está no es la pose de una reina, Maat —dice mi padre mirando a mi hermana con desaprobación, pero a mi hermana no parece importarle que está despreciando su título de esta manera. ¿Y todo por qué? ¿Por un chico que lo único que hizo fue engañarla con su amor?—. Esta no es una postura digna de alguna hija mía.

—No, tienes razón —dice Maat en un tono casi feroz mirando por una vez a mi padre a los ojos—. Esta es la postura de una mujer enamorada.

—¿Enamorada? —repite mi padre y esta vez se aleja de mi hermana como si le hubiesen quemado con un hierro candente—. ¿Crees que lo que sientes por él es amor? ¿Crees que él te ama?

—Él no tendría motivos para hacerlo.

—Me negué a que alguno se casaran con alguna de ustedes y claramente eso fue un impedimento en sus planes. Escuché..., escuché rumores de un príncipe que buscaría venganza por la caída de su casa. Por la muerte de su familia. Y matar a tu hermano..., encontramos una carta, Maat. Estaba inconsciente cuando los guardias le han encontrado y en la nota decía que él había cumplido con su venganza al asesinar a Menes. Que con esto, la deuda estaba pagada y ellos podrían volver. O al menos uno de ellos ya que el decía estar listo para morir. Encontramos también un vial con un líquido el cual identificaron que era veneno.

—Eso es imposible, nosotros...

—Nos ha engañado a todos, mi niña —dice, acercándose nuevamente a mi hermana y con suavidad, veo cómo acaricia la mejilla de mi hermana mientras ambos lloran—. Si aceptas negar públicamente toda esta pequeña escena, si lo niegas a él, el pueblo podrá volver a confiar en su princesa.

—Pero el pueblo confía en mi. Soy su princesa heredera...

—Me temo que eso ha cambiado el día de hoy, mi niña. Te estoy dando la oportunidad de salvarte. De salvar tu futuro.

—Sí, a costa de su vida. Y me niego —dice mi hermana y antes de que pueda decir alguna otra cosa que inclusive le afecte a ella más, intervengo.

—Padre, creo que este no es el momento para hablar con mi hermana sobre esta... situación. Ambos están muy alterados y creo que sería conveniente descansar. Mañana podremos decidir el futuro...

—No hay futuro para él —niega y tomo a mi hermana por los brazos antes de que se derrumbe o se abalance nuevamente a los pies de nuestro padre—. Mañana con los primeros rayos de sol, él morirá. Tal y como decía en la carta. Depende de ti, Maat, el decidir si decides volverte una traidora por él.

Las palabras de mi padre son severas, pero ciertas.

Si mi hermana no se retira de esto, si sigue suplicando por Kai, el pueblo se alzará y Egipto exigirá la cabeza de mi hermana también cuando la noticia llegue hasta ellos.

Y estoy muy segura cuando digo que ni mis padres ni yo soportaremos otra pérdida.

Ya no más.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora