Capítulo 41

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Limpio mis mejillas al escuchar el sonido de la puerta cuando llaman y al separar mis manos, encuentro el dorso de estas manchado de negro producto del maquillaje.

—En un momento abro —digo corriendo a mi tocador.

Al mirar mi reflejo, lo encuentro hecho un desastre. Con las manos temblorosas tomo un poco de crema y me lo embarro rápidamente tratando de quitar u ocultar un poco las manchas y así poder mejorar aunque sea un poco mi aspecto.

Mi corazón viaja de mi pecho a mi garganta cuando la puerta se abre y girándome con los ojos llorosos, encuentro a mi madre ahí parada.

—Mamá —tartamudeo y mientras la veo acercarse, mis ojos se vuelven a anegar en lágrimas y comienzan a caer sin control—. Lo... lo siento mucho. No sé qué me está pasando.

—Mi florecita, yo creo que si lo sabes —susurra y cuando estoy a su alcance, sus brazos me envuelven como si fuera un enorme capullo y no puedo evitar llorar más fuerte.

—No sé qué es lo que me sucede —niego derramando más y más lágrimas tratando de respirar, pero me está costando un esfuerzo monumental el no derrumbarme en el suelo.

—Estás confundida, amor —murmura pasando sus dedos por mi cabello de manera tranquilizadora, su aliento haciendo cosquillas cerca de mi oreja—. Sé lo que estabas tratando de hacer, y estoy muy orgullosa de ti el que lo intentaras. Y este chico..., creo que es alguien importante, ¿no?

—Creí que solo era un encaprichamiento cuando le vi por primera vez y no huyó cuando me vio realmente —admito desnudando una parte de mi alma, pero en estos momentos lo necesito. El verle con otra chica, sin saber después de tanto tiempo algo de él... es algo para lo cual aún no estoy lista para afrontar. No sin ayuda—. Pero nos fuimos conociendo, comencé a pasar tiempo con él y vi que así es él. Es... es como una brisa fresca en medio del caos.

—Le quieres —dice mi madre diciendo la palabra de la cual he estado huyendo y tratando de ignorar todos estos meses—. Encontraste un apoyo en él. Se convirtió en tu amigo.

—Él ya no quiere saber nada de mi. Dijo... dijo cosas muy feas antes de que se fuera —niego separándome de su pecho y veo el desastre que le he causado en el vestido, pero ella no parece estar preocupada por su atuendo sino por mi—. Y no creo... no creo poder perdonarle. Creí que éramos amigos, y cuando por fin ha regresado, después de no saber nada de él, solo quería hablar de su estúpido barco lleno de príncipes y doncellas y quería que yo..., quería que fuera con papá a pedirles asilo. Solo me estaba usando.

—¿Él te dijo eso, cariño?

—No, pero...

—Pero puede que no era eso. Creo que debes hablar con él y escucharlo. No saques conclusiones precipitadas y llenes antes de tiempo tu corazón de odio, ¿está bien?

—Sí —asiento y dejo que mi madre me ayude a limpiarme y deshacerme de todo este maquillaje—. Solo... quiero poder tener amigos. Maat es mi hermana, y sí, tengo una amiga en ella, pero no es lo mismo. Y Bes... sé que en algún momento ya no estará, y ya no le veo como antes con tantas ocupaciones que tiene. Como todos. Y una parte de mi no está lista para que las personas comience a irse.

—Lo sé, cariño. Créeme que lo sé.

Mis ánimos comienzan a mejorar después de hablar un poco más y cuando recuerdo lo que me ha dicho, frunzo el ceño y le miro.

—¿Cómo supiste que estaba tratando de descubrir a los príncipes? —le pregunto mirándola arreglar mi joyero sin ningún cambio de expresión en su bello rostro—. Ni siquiera Maat sabía.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora