Capítulo 29

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Mi plan era encontrar a Cleo en cuanto dejé los aposentos de mi madre con mi hermana dentro, pero esto se vió terriblemente obstruido cuando al preguntar por ella en sus aposentos, me informaron que no la veían desde hace dos noches.

Justo desde ese día en mi habitación.

—¿Y por las noches? —le pregunto a la doncella que se encuentra limpiando en este momento—. ¿Tampoco le han visto?

La chica es joven, unos años menos que yo tal vez.

Esta se mueve de manera silenciosa y su rostro no muestra ninguna expresión, y en verdad está comenzando a exasperarme.

—Le he preguntado...

—Lo lamento, Alteza, pero yo solo me encargo de limpiar por las mañanas —la doncella se acerca a mí silenciosamente y posando un dedo sobre sus labios para indicarme que guarde silencio—. No creo que debería de levantar eso, podría hacerse...

Su mano se cierra alrededor de mi muñeca apretando con más fuerza de la que debería logrando causarme un terrible dolor.

—¡Auch! —me quejo justo cuando se abre la puerta revelando a los guardias.

—Alteza, ¿está...? —comienza a preguntarme uno pero el aumento de presión y el tratar de ocultar mi grito de dolor me impiden responderle.

—Debo llevar rápidamente a Mi Señora con una curandera —les explica a los guardias sin disminuir la presión en mi muñeca haciendo que mis ojos se agüen por las lágrimas—. Ha cogido un jarrón enorme cuando se le ha caído un anillo y el peso la venció. Enviaré a alguien a terminar de limpiar.

Estoy demasiado sorprendida por la mentira y todavía más cuando los guardias asienten suavemente sin cuestionar una sola palabra.

La chica me empuja suavemente y a menos que quiera terminar con la muñeca verdaderamente lastimada, la sigo.

—¿Qué fue...?

—Mi nombre es Henutsen y soy servidora de la casa Seydna —comienza a hablar suavemente mientras nos movemos con rapidez por los pasillos y siento como la presión va disminuyendo—. Lamento el dolor que le he causado hace unos momentos, pero era importante que le sacara de ahí si en verdad quería una respuesta.

—¿La casa de quién? Detente en este momento y te exijo que me expliques qué es todo esto si no quieres que...

—Freyha, su amiga es la que me ha mandado. Sirvo a su familia —dice, deteniéndose a mitad de camino y me arrastra detrás de un hueco donde nadie podría vernos antes de continuar—. Me mando aquí como su..., apoyo y confidente. Soy una clase de espía.

—Un espía —repito sin poder creérmelo y un ligero rastro de duda comienza a trepar en mi interior—. ¿Por qué?

—Dijo que le podría ser útil si quería saber más sobre los príncipes.

—¿Qué sabes tú de eso?

—Mucho. Sé cosas que podrían servirle si piensa seguir manteniendo a Egipto lejos de las garras de cualquier posible peligro —confiesa y la verdad no sé si creerle ahora—. Sé en dónde está la chica a la que busca. Deme una oportunidad, podría preguntar si así lo desea y las cosas no le gustan, me iré.

—¿Con quién está tu lealtad? ¿A quién sirves?

—Sirvo únicamente a la casa de mi señora, y mi lealtad está con Egipto. Las creencias de mi señora son las mías y siempre lo serán.

—¿Qué edad tienes?

—Trece.

—Eres muy joven para ser una espía, ¿dónde está tu familia?

—Lejos.

—¿Sabe Cassius de esto? ¿Sabe de tu existencia?

—Por supuesto, alteza —asiente liberándome por fin y me permito masajear mi muñeca—. Su casa pronto formará parte de la mía, y Mi señora no le oculta secretos a su futuro esposo. Así que, puede acudir a ellos en busca de confirmación.

—¿Y a ti? ¿Cómo puedo encontrarte?

—Estaré en palacio hasta que se me pida retirarme. Martell puede ayudarla si desea escucharme.

—¿Dónde está Cleo? ¿Acaso ella está...?

—Hace dos noches salió de paseo con el príncipe Dakarai. Nadie sabe exactamente a dónde fueron. Pero los rumores no van a tardar en volar, alteza. Creo que debería de tener cuidado con su hermana.

—¿Ella está en peligro?

—Si alguien fuera a estar en un peligro inminente, no lo sería su hermana, estoy muy segura. Más bien quien debería de cuidarse tendría que ser el príncipe.

—¿Qué es lo que no me estás diciendo?

—Lamento decirlo, alteza, pero creo que su hermana no ha sido muy sincera con usted.

—Si esto es una clase de broma...

—Debería de preguntarle qué es lo que está pasando entre ellos dos, y cuando usted esté segura de que todo lo que digo no es un engaño, podría acudir a mi —estoy por comenzar a discutir sobre lo que yo opino de no estar obteniendo nada más que dudas, cuando desaparece.

Así sin más.

Se ha ido.

Maldigo entre dientes a la chica y saliendo de las sombras me integro a los pasillos.

Preguntarle a Maat qué demonios me está ocultando no sería una buena idea. Así que lo descarto rápidamente.

Me duele que no sea del todo sincera conmigo, pero creo que en estos momentos no soy quién para reclamarle y exigir una respuesta.

Así que, si en verdad quiero una verdadera respuesta, necesito recurrir al mismísimo señor y regente del Duat.

Y espero que tenga algo bueno para decirme.

Ya me canse de no estar llegando a nada. Y solo sé una cosa con certeza, lo odio.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora