Capítulo 15

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—Gané —me sonríe Cassius y simplemente levanto la cabeza entre los cojines donde estoy prácticamente sumergida para mirar el tablero donde efectivamente, ha vuelto a ganar—. Otra vez.

—Era de esperarse —murmuro volviendo a mi posición inicial mientras miro el cielo a través de los telares—. Llevas pateando mi trasero desde que llegamos hace ya tres horas.

—Esa no es la boca de una princesa.

—Si bueno, todos sabemos que no tengo pinta de princesa.

Mis ojos se vuelven a cerrar ante la brisa cálida que corre, y en verdad estoy disfrutando de esto cuando no debería ser así.

Sé que debería de estar en Palacio.

Posiblemente atendiendo tanto los deberes de mis padres, los de mi hermana y los míos, pero nada de esto parece preocuparme.

No al menos lo suficiente como para regresar.

Sé que debo buscar a Maat, pero en verdad me estoy preguntando si en verdad quiere ser encontrada.

Como tampoco vi a Dakarai por los pasillos, y para mi gran alivio Kosei ha permanecido lejos de mi, una parte de mi se siente aliviada.

Pero al pensar en el otro hermano... dioses, mi mente comienza a divagar.

—Sabes que un juego es más interesante cuando las dos personas lo están jugando a conciencia, ¿no? —se queja Cassius y una sonrisa tira de la esquina de mis labios.

—Bueno, yo creí que ya sabías que soy un asco jugando, y que en verdad necesitaba un poco de paz.

—Sí, bueno, no esperaba sentirme tan solo. Hasta creo que ir a los lugares de sepultura sería más entretenido en estos momentos. ¿Qué te tiene así?

—Nada —niego, suspirando—. Creo que debería ir a buscar a mi hermana. Desde muy temprano no la veo, y creo que a mi padre no le va a gustar que haya desaparecido por toda la tarde.

—Bien, pero si intenta ponerse pesado, dile que estábamos hablando de las nuevas mercancías. Y como es que pronto podremos comerciar también telas.

—Ya te tienes muy seguro eso de tu matrimonio, ¿no? —digo, levantándome con una sonrisa genuina en los labios al ver la expresión bobalicona hacer acto de presencia.

—Nuestros padres han hablado mucho. Y prácticamente me he criado con ella desde que nacimos. Y si por alguna extraña razón nuestras familias entran en desacuerdo, no me importa. Aún así me casaré con ella. Me cueste la herencia... lo haré.

—Y pensar que dejarías a «Belleza del Nilo» por una mujer. Ese barco es tu reliquia. Tú mayor orgullo desde que te conocí, y, desde que te lo regalaron nunca te he visto lejos de él. Lo presumes como si se tratara de tu hijo, dioses. No me puedo imaginar que estés dispuesto a abandonarlo.

—Puedes decir todo lo que quieras, pero cuando el amor te mira a los ojos y te sonríe... tu vida no vuelve a ser la misma.

—Me alegro que tengas esos sentimientos, Cassius. Y ya sabes, no te olvides de mi invitación. Lamento que tu tarde haya sido un completo fracaso, pero debo agradecerte estas horas de paz. Deberíamos salir más.

—¿Eso quiere decir que aceptarás las invitaciones de mis amigos?

—Seguro —asiento—. ¿Podrías prestarme un camello? Juro devolverlo.

—No tienes por que pedirlo, al fin y al cabo, somos amigos, ¿no?

—Por supuesto —asiento, y tras despedirme, emprendo mi camino a palacio sintiéndome con fuerzas renovadas.

El pergamino de Tisza. [J.R. 2] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora