Capítulo 26

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El atardecer tiñó el cielo de cálidos y preciosos colores que ni Yoongi ni Jimin podían dejar de admirar. Habían pasado todo el día en la montaña, y en ese momento habían bajado junto al río, no muy lejos del auto. Ya casi era la hora de regresar. El menor de los dos bajó la cabeza. Tenía entre sus manos una de las de Yoongi.



—Estás muy callado —notó el pelinegro.

—Creí que aprovecharía este día para hablar contigo de lo que sea, pero no puedo. Sin embargo, esto es lindo —sonrió.

—Lo es.

—Ya no puedo pedirte que nos quedemos otros diez minutos, ¿Verdad?

—Me temo que no —rió suavemente—. Se está haciendo de noche. Debemos volver temprano. De hecho, ya tendríamos que estar llegando a tu casa.

—Lo siento.

—No lo hagas. Tampoco quiero volver. Si tuviera que tomar una decisión, me quedaría aquí sin que nadie pudiera encontrarme. De esa forma, no tendría que ir a ningún lado mañana.



Yoongi se recostó de espaldas sobre el césped, con sus manos detrás de su cabeza. Jimin se movió un poco más hacia atrás y, con algo de timidez, comenzó a acariciar los cabellos del otro chico.



—De alguna forma, lo estás pensando. No te habrías recostado si no fuera así.

—Me temo que tienes razón. No quiero que termine este día.

—Tampoco yo. 

—Pero tenemos que volver —con mucho pesar, se levantó y se puso de pie—. Tus papás me odiarán si no te llevo a tiempo.

—Ellos jamás te odiarían —afirmó y se paró—. Ni ellos, ni nadie.

—¿Seguro?

—Seguro.



Yoongi sonrió y tomó la mano de Jimin, con quien empezó a caminar de vuelta hasta su vehículo, que estaba a unos cien metros. Una vez que llegaron, el mayor le abrió la puerta del asiento del acompañante, cerrándola después. Él se subió del lado del conductor, encendió el auto y empezó a conducir, saliendo hacia la carretera. Jimin dejó caer su cabeza hacia atrás y dejó salir un largo suspiro. Cerró fuertemente sus ojos. Yoongi lo notó y, con una de sus manos, soltó el volante y entrelazó sus dedos con los de él.



—¿Te sientes bien?

—Sí, pero mi cuerpo duele mucho. Hace bastante que no salía por tanto tiempo y aún hay heridas que no sanaron del todo.

—Lo siento. Pude haberte llevado a otro lugar que no quedara tan lejos o que no hubiera que caminar mucho.

—No es nada. Fue muy lindo.

—Me alegra que hayas pasado un lindo día. Era lo que más quería.



La mirada del más grande estaba fija en el camino, mas Jimin no dejaba de verlo desde su lugar. No podía creer que la vida le haya traído a alguien como Yoongi, tan dulce y lleno de bondad, con un corazón lleno de amor que no dejaba de alegrar a los demás y ayudarlos cuando lo necesitaban. Y él sí que lo había necesitado, aún cuando lo desconocía.

En esos momentos en los que el muchacho se encontraba siendo maltratado, en esas noches en las que lloraba hasta quedarse dormido, cuando creía que su vida podía acabar en cualquier momento, él rogaba que apareciera alguien que lo salvara. Y ahí fue cuando Yoongi apareció, salvándolo incluso después de haberlo sacado de aquel horrible lugar.

Si había algo que realmente quería, era poder estar con él tanto como le fuera posible.

El auto se detuvo. El menor no se había dado cuenta sino hasta ese momento que había pasado todo el viaje pensando demasiado como para notar que ya estaba en la puerta de su casa. Yoongi quitó las manos del volante y atinó a abrir la puerta para salir, pero Jimin tomó su muñeca, impidiéndoselo, a lo que el pelinegro volteó para verlo a los ojos.



Who are you, Park Jimin? [Yoonmin] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora