El tiempo puede medirse en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, entre muchas otras formas más. Sin embargo, depende de cada persona cuánto dura cada uno de esos períodos de tiempo. Hay años que pasan volando; hay segundos que parecen eternos. Y para Yoongi, dos años y cuatro meses se habían sentido como un siglo.
El Servicio era un deber que tenía que cumplir, al igual que muchos jóvenes de su edad. Y como con cada uno de sus deberes, Yoongi había cumplido este con total responsabilidad. Ahora que ya había finalizado, se sentía extraño, pues había pasado demasiado tiempo dentro de una rutina bastante monótona en un mismo sitio.
Haber regresado a Daegu se sentía completamente raro. A sus ojos, las calles, los autos, las casas, la gente... todo había cambiado. Se sentía en casa, y al mismo tiempo ajeno al lugar. Una ola de sentimientos demasiado extraños lo invadieron ni bien hubo bajado del autobús. Sentía que tenía que visitar cientos de lugares, mas se decidió por el primero: la casa de sus padres.
A diferencia de otros casos, el regreso de Yoongi había sido bastante inesperado. Por esa razón, ninguno de sus amigos o parientes estaba enterado del hecho de que él estuviera de vuelta, y supuso que sería una linda sorpresa para ellos ver a su hijo de nuevo.
Ya frente a la puerta de la residencia de los Min, Yoongi sintió que temblaba por dentro. Aún así, tocó el timbre y aguardó a que alguien saliera. Su madre, ya con un par de arrugas más en su rostro, pero con sus mismos dulces ojos y su sonrisa que tanto lo tranquilizaba, apareció frente a él.
—¿Yoongi? —tapó su boca y sus ojos se llenaron de lágrimas— ¡Yoongi! —lo abrazó— ¡Bebé! ¡Has vuelto!
Yoongi no pudo hacer más que corresponder a su abrazo y recibir los cientos de besos que ella le daba en su mejilla. En sus brazos, comenzó a sentirse de nuevo en su hogar. Y de pronto, sintió también los brazos de su padre, como también sus lágrimas. Jamás había creído que fuera capaz de llorar, ya que siempre de había mostrado tan frío y distante.
—Te hemos echado mucho de menos, hijo.
—Y yo a ustedes.
La señora Min, muy a su pesar, se separó del pelinegro, limpió el rastro de sus lágrimas y, cuando este pasó a la casa, cerró la puerta. Después, como era de esperarse, volvió a abrazarlo y lo guió hacia el comedor, en donde los tres se sentaron.
—No teníamos idea de que ya saldrías. De hecho, creíamos que lo harías antes.
—También yo, pero sucedió así —se encogió de hombros.
—Lo importante es que ya estás aquí, cariño —sonrió con dulzura y apretó su mano entre las suyas—. Ahora podrá volver todo a la normalidad. Pasé un buen tiempo preparando tu almuerzo, los días de semana. Todavía creía que aparecerías para irte a trabajar, después.
—Ella pasó un buen tiempo poniendo un tercer plato en la mesa.
—Y tú llamándolo por teléfono —delató la mujer, haciendo que su marido se sonrojara— ¿Quiénes más saben que viniste?
—Ustedes son los primeros.
—¿Escuchaste eso, querida? De verdad nos visitó primero. Creí que no querría visitar a este par de viejos.
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Who are you, Park Jimin? [Yoonmin] ©
Fiksi PenggemarUna foto y un nombre. Sólo con eso contaba Min Yoongi para emprender una importante y riesgosa búsqueda. La búsqueda de un completo extraño.