Capítulo 18: Soy todo oídos.

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Capítulo 18: Soy todo oídos.

Su voz resonó entre los ladrillos del pasillo, amplificando su sonido. Cuando mi mirada chocó con su cuerpo, no pude darme cuenta de otra cosa que de lo shockeada que estaba, su expresión era de pura impresión y hasta algo de pánico. Por lo que podía verse, estaba por ir a sacar la basura, la delataba la bolsa de residuos negra que llevaba en una de sus manos. ¿Quién saca la basura a las diez de la noche?

Además, se encontraba en pijama. Un deja vú de hace unos cuantos años de atrás golpeó mi mente, estaba usando uno de esos ridículos conjuntos que la había visto usar millones de veces; a veces eran de de Alicia en el País de las Maravillas, en otra ocasión de Batman, incluso de los Padrinos Mágicos. Este en particular era un diminuto short, como si fuera de niña (y probablemente lo era) lleno de caras de Patricio Estrella y una fina musculosa blanca que llevaba escrito "Tal vez eres estúpido, pero también eres tonto" en rosa, ¿no se estaría muriendo de frío?. Su cabello, que solía estar siempre suelto, se encontraba en una especie de rodete muy poco arreglado pero que parecía intencional, como si no hubiese tenido ganas de peinarse realmente, y tampoco llevaba maquillaje.

- Liam Matthew Finnegan, ¿qué haces en la puerta de mi departamento?

Como un reflejo instantáneo, aunque torpemente, me levanté de un salto, sin saber muy bien que hacía. Simplemente pude atinar a rascarme la nuca en un gesto nervioso y encogerme un poco de hombros, mirándola fijamente con algo de vergüenza.

- Demonios, entra ya. Te vas a congelar, nos vamos a congelar. - dejó el bolsón negro de residuos a un lado de su puerta y entró frotándose los brazos, en un intento nulo de darse calor a si misma.

Haciéndole caso de en mediato tomé mi bolso y mochila y la seguí, cerrando detrás de mi la oscura puerta de madera. El interior de su hogar no era muy distinto al aire que portaba el lobby, de hecho los ladrillos eran el principal atractivo, pero si se veía mucho más decorado. Un sofá blanco con una manta gris y muchos almohadones de distintos colores eran el centro del lugar, posados sobre una alfombra que parecía hecha de pelo blanco, una mesita color amarilla clara con dos sillas le hacía compañía y llenaba el espacio. En la pared sobre estas unas lucecitas como las de Navidad le daban una iluminación cálida a toda la estancia y le daban el adorno necesario sin necesidad de sobrecargar de cuadros o fotos.

Delante del sillón, una mesita ratonera con unas cuantas fotos y libros sueltos, que habría sacado de el librero que se encontraba al lado de la puerta corrediza que conduciría al balcón, hacían una pequeña separación entre este y el televisor del otro lado. Se podían ver otras cuatro aberturas que supongo darían entrada al baño, las habitaciones y la cocina, aunque la de la última era más un umbral abierto, ya que se podía visualizar la ornamentación culinaria a través de este.

- Bueno, ¿vas a decir algo? ¿O debo empezar a considerarte una nueva decoración para el departamento?

Y en el medio de aquella increíblemente adornada sala de estar, se encontraba Scarlett mirándome expectante y confundida. Liberé mis manos y mi equipaje calló en el piso de madera. Supe que había estado viendo series por el televisor prendido en la pantalla de Netflix y las mantas revueltas, quizá no llego en el mejor momento.

- Eh yo... Bueno...

- Eso si que es una sorpresa, jamás pensé que viviría para escuchar a Liam Finnegan tartamudear. - se notaba que estaba a la defensiva, pero al mismo tiempo se encontraba divertida por su expresión burlona.

- Estuve todo el día que vomito por los nervios, tartamudear es un pequeño efecto secundario. - bromeé, aunque sin mucha gracia en mi voz.

- ¿Qué haces aquí, Liam? La última vez que chequeé Stanford estaba en Palo Alto, no en Newport News.

Siempre, Liam. (Promises #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora