Capítulo XIV

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   Se reprimió una risita que me hizo molestar un poco.

   —¿De qué te ríes, John? ¿Acaso es gracioso lo que te digo?

   —No, no —se apresuró a aclarar—. Es que me da un poco de gracia que me hagas esa pregunta porque, sinceramente, no lo esperaba.

   Agarré un poco de helado para llevármelo a la boca, pero no resultó como lo esperaba: solté un gruñido cuando cayó sobre mi camisa blanca. Intenté limpiarla con la servilleta, pero la mancha blanca y cremosa sólo aumentó de tamaño.

   —Ajá, pero... —John carraspeó, intentando captar mi atención, al tiempo que subía sus mangas negras de su camisa blanca, luego dijo—: ¿Por qué me preguntas eso?

   —Porque saber. O sea, no es porque me guste un hombre, ¡no! A mí me encanta la vagina, ¿a ti no?

   —Eh... ¿debería responder eso?

   —No —carcajeé, llevando por fin una pequeña porción de helado a mi boca—. No tienes que hacerlo.

   —Mhm, bien —soltó una risita—. Sinceramente nunca creí eso de que te guste un hombre... Por eso también me reí, porque sabía que era una broma tuya.

   —¿Y por qué estás tan seguro? —entrecerré mis ojos y ladeé un poco mi rostro, haciéndolo reír una vez más—. ¡No te rías!

   —Porque no pareces alguien que le gusten los hombres. Es todo.

   —Y tú no pareces alguien que sea religioso, y lo eres.

   —Claro que sí. Yo irradio la bendición de Dios y la luz del Espíritu Santo.

   No quería reírme, pero lo hice. Gracias al cielo logré opacarla antes que él me mirara como si me fuese a mandar al mismo infierno.

   —¿Por qué te ríes?

   —Sólo me da gracia ese tipo de expresiones tan devotas —contesté con simpleza—. Y créeme que sé el tipo de persona que eres, porque si no te conociera, diría que eres otro de esos santurrones que tienen doble vida: una en la iglesia y otra en su casa o vida personal.

   —No soy así —negó con la cabeza—. Y es muy lamentable que hayan sacerdotes así.

   —Esa es una de las tantas cosas que me gustan de ti...

   —¿Ah? ¿Cuál?

   —Bueno, que tú admites los errores tuyos y los de tu religión. ¿Sabes qué es horrible? Hablar con alguien de mente cerrada y que piense que la religión y la iglesia católica es perfecta. Teníamos una vecina así. Esa mujer defendía el catolicismo a capa y espada y decía que todo estaba perfecto.

   —¿Y qué sucedió con ella?

   —No sé sólo se fue. No sé todo en esta vida, John.

   Una vez más, se rió.

   —Hablando de todo... Mhm, lamento haber olvidado que un día como hoy nos conocimos.

   —Descuida, ya mi corazón sanó.

   —No, de verdad —carcajeó—. Pero quiero que sepas que me conforta mucho haberte conocido.

   —¿Por qué? O sea, yo sé que le hago un bien a todos los que me conocen, pero... ¿por qué?

   —Porque me siento muy bien contigo. Te juro que mi vida era..., mmh, no la catalogaba de aburrida porque no me parecía así; sino que tú me has hecho hacer cosas nuevas y eso me gusta. Por ejemplo: ya tenemos la costumbre de poner excusas para tomarnos un café o desayunar juntos. Y eso me gusta porque no tenía la costumbre de hacerlo.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora