Capítulo XLI

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   Una parte de mí no podía creer lo que había escuchado hacía un par de segundos. Mi corazón estaba palpitando con fuerza y parecía que ya iba a echar a correr.

   —¿Q-Qué dices? —le pregunté en medio de tartamudeos—. ¿Tú vas a... a...?

   —Sí —me interrumpió y asintió—. Voy a dejar eso atrás, pero necesito que me esperes un tiempo. Quiero dejar mi trabajo terminado y además necesito buscar otro. Mientras que eso sucede voy finiquitando los asuntos en la iglesia y espero a que Linda pueda buscar lo suyo también.

   Lo estaba escuchando con suma atención, y cuando finalizó, no pude evitar abrazarlo. Apegué mi rostro a su pectoral envuelto en la sudadera mostaza; él también me abrazo. Yo tenía ganas hasta de llorar.

   —¿En serio, John? No me estás mintiendo, ¿verdad?

   —No, no —murmuró, frotando su mejilla sobre mi cabellera azabache—. No te estoy mintiendo, Paul. Estoy hablando en serio.

   —¿Vas a dejar de ser sacerdote por mí?

   —Sí, por ti.

   —¿En serio? —volví a mirarlo a los ojos—. De verdad no lo creo.

   —Es verdad. Te digo la verdad. Ya lo decidí. No quiero ser un sacerdote, quiero estar contigo.

   Mis ojos se cristalizaron al escuchar aquello. No podía, simplemente no podía creer que lo que tanto había deseado se hiciera realidad.

   —¿Pero tú así lo quieres, John? ¿T-Tú en realidad quieres dejar de serlo?

   —Sí, sí —contestó seguro de sí mismo—. Eso es lo que quiero. Si no quisiera, no lo hiciera.

   Me lamí los labios con parsimonia al ver los suyos. Poco a poco me acerqué, y él rompió la poca distancia que teníamos con un beso en los labios. Tuve que ladear mi rostro para que encajara con el suyo a la perfección. Por un momento todo a mí alrededor quedó detenido, y sólo me concentré en seguir besándolo.

   Resultó bastante corto, pero lo necesitaba desde hacía varios días. Y el hecho de que él me besara a mí significó mucho.

   Deslizó cuidadosamente su mano sobre mi mejilla, haciéndome soltar suspiros involuntarios acompañados de mariposas en el estómago.

   —John...

   —¿Mmmh?

   —¿Por qué siento que esto es un sueño y que voy a despertar?

   De pronto me jaló los pelitos de mi brazo y yo chillé de dolor.

   —¡Auch!

   —¿Ves? —sonrió—. No es un sueño.

   —Me alegro que sea así, en serio... ¡No lo puedo creer, John! —lo tomé por los hombros, comencé a zarandearlo y él se rió a carcajadas—. ¡Recapacitaste! ¡Recapacitaste!

   —Eh, eso creo —dijo cuando yo lo solté. Se sonrió de lado—. Eso es lo que me hace bien. Estar contigo es lo que me hace bien.

   En ese momento Mary entró a la habitación de manera efusiva, y del mismo modo se subió a la cama.

   —Mamá dice que el amuerzo ya está listo. Y me dijo que John también se puede quedar a comer.

   John le sonrió, al tiempo que le apretaba un cachetito.

   —Gracias, princesa, pero tengo que irme.

   Me apresuré a mirarlo a los ojos con el ceño fruncido.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora