Capítulo XXII

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   —¿Y... de quién estás enamorado?

   Apreté mis labios, al tiempo que deslizaba mis manos para limpiar mi rostro. Mi llanto, por alguna razón, se había detenido. De cualquier manera me hacía bien escuchar la voz de John.

   —De una prostituta... Se la pasa parada en a esquina en las noches y no aguanto las ganas de desposarla.

   No se escuchó nada por varios segundos.

   —¿Lo dices en serio o sólo estás bromeando? Es que me cuesta creer que quieras casarte...

   —¿Por qué? —le pregunté. Mi voz estaba congestionada a causa del llanto.

   —Porque... Uh, no lo sé. Sólo son cosas que no cuadran o encajan contigo...

   —¡Así cómo tú y la religión! ¿Sabes qué pensé yo cuando te suturé el brazo? ¡Qué de seguro te habías hecho eso al follar con tu chica!

   —Ah —carcajeó—, ¿en serio?

   —¡Sí! ¡No pareces religioso!

   —Ni tu mujeriego.

   —Ya no lo soy.

   —Uh, sí, lo sé... Oye, ¿es verdad lo de la prostituta?

   —¡No, John! Claro que no es cierto, por amor al cielo.

   —¿Entonces de quién estás enamorado?

   —De alguien cuyo nombre termina en la letra 'n'.

   —¡Jane! Ah, no, termina en 'e'. Uh... ¿Yo la conozco? Porque de no ser así, sería en vano adivinar.

   —¡Sí!

   —Ahg, me rindo. ¡Ya dime quién es!

   Para ese entonces, tenía un tic nervioso en mi ojo izquierdo.

   —No quiero hablar de eso. Me has puesto feliz y quiero estar feliz siempre.

   Escuché su risita y sentí unas mariposas en el estómago.

   —¿Por qué siempre me dices la cosa que toda persona desearía escuchar? Es lindo de tu parte. Me siento privilegiado.

    Me volví como una perra en celo cuando escuché eso.

   —¿C-Cómo dices? ¿Qué acabas de decirme?

   Carraspeó.

   —Quiero decir, que... q-que tú... siempre... dices cosas bonitas, ya sabes. Y... y esas cosas bonitas son las que cualquier persona desearía escuchar...Y que cómo tú me las dices a mí, tu mejor amigo, pues me siento especial...

   —¿Y a 'cualquier persona' te refieres a ti mismo?

   —¡No, no! ¡Claro que no! Digo, no me importaría escucharlas porque son lindas... Y me hace sentir importante para ti y... Sí, eso. Creo que sí.

   —Uh —fruncí mi boca—. Bueno, eres importante para mí.

   —¿En serio? —carcajeó—. Gracias. Deberías irte a dormir porque mañana tienes que trabajar. Y... ¡y vas a llegar tarde porque te vas a acostar a dormir tarde!

   —¿Me estás colgando disimuladamente?

   —Sí, ¡digo: no!

   Resoplé. Era evidente que sí lo estaba haciendo, pero no sabía si era porque se enredó al hablar y dijo cosas que no quería decir, o porque estaba ocupado.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora