Capítulo XLIX

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   Cuando desperté, el dolor de cabeza se hizo presente en mi cuerpo. Estaba en la recámara de un hospital, cuyas paredes eran blancas y la sábana que cubría mi cuerpo azul claro. Tenía una vía puesta en mi brazo, así como varios cuponcitos pegados a mi pectoral, que se encargaban de medir el pulso.

   Miré la mesita de noche. Eran las ocho de la mañana del día siguiente. Lo último que recordaba había sido el accidente.

   Giré lentamente mi cuello hasta el otro lado y ahí, en el sofá individual cerca de la ventana estaba John. Estaba vestido con sus prendas negras y lucía cansado y preocupado. Sin embargo, me sonrió.

   —Como las habitaciones de los hospitales de ataño: una cama y una monja. Bueno, un sacerdote, da lo mismo. —Dije. Intenté reír, pero me dolía. Mi voz apenas podía considerarse un susurro—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

   —Apenas unos minutos —contestó, manteniendo una cálida sonrisa. Se había levantado y ahora se encontraba a mi lado.

   Sin embargo, sabía que estaba mintiendo. Me había despertado a mitad de la noche y lo había visto dormir en aquel mismo sillón. En ese momento creí que sólo estaba soñando.

   —Me alegro que estés bien ahora —posó su mano sobre mi hombro—. ¿Cómo te sientes?

   —Me duele todo, pero digamos que estoy bien... ¿Qué sabes de mí? ¿Qué me sucedió? ¿Yo estoy bien?

   —Sí lo estás —contestó—. Gracias a Dios no tuviste fractura, solo un golpe en la cabeza que te dejó inconsciente hasta ahora. Tienes muchas heridas en tu cuerpo y eso hizo que perdieras mucha sangre, pero... aquí estás —sonrió—. Tienes una herida en tu labio.

   —Mmh, sí —lo palpé con ayuda de mis dedos—. Lo siento extraño.

   —Estaba preocupado por ti.

   —Te lo agradezco —asentí—. Si la historia hubiera sido al revés, créeme que yo también lo estaría.

   —Tu familia está preocupada por ti. Mary lo está también. No ha dejado de decir que quiere ver a su papá.

   —¿Tú eres parte de mi familia, John?

   Se lamió los labios, como si estuviera pensando bien el asunto que iba a decir. Seguidamente negó con la cabeza.

   —No lo soy.

   Busqué su mirada, sabiendo que mis ojos estaban comenzando a cristalizarse. Cuando me miró, sus ojos desbordaban ternura, pero su cuerpo estaba rígido por la determinación.

   —Tienes mucha suerte —me dijo, al tiempo que se inclinaba para darme un beso en la frente—. Los ángeles de Dios te protegen.

   —Por favor, no te vayas —dije muy serio. Tenía miedo de no volverlo a ver nunca más.

   John se dio la vuelta y caminó hasta la salida de forma lenta y con sus manos en la espalda.

   —Deja que este sacerdote te dé un consejo, Paul. —Habló con fortaleza, pero yo sabía muy bien que estaba intentado reprimir las lágrimas—. Recupérate. Vuelve a tu casa y ten una vida normal rodeada de tus seres queridos. No te burles mucho de las chicas, nunca es bueno; ensériate, forma una familia y sé leal. Procura no comer tanta comida chatarra porque hace daño. Olvida todo lo que vivimos en este lugar. Olvida todo de mí.

   No dio tiempo a que yo le dijera algo porque de inmediato se marchó. Me quedé atónito e iba a llorar, hasta que la puerta volvió a abrirse.

   Era Linda, con Mary en los brazos. Ella vestía prendas deportivas muy abrigadas de color negro y su cabellera rubia estaba atada a una coleta; tenía aspecto deprimido y preocupado. Por otro lado, mi hija tenía un conjunto azul verdoso con estampado de florecidas y su carita estaba empapada de lágrimas.

   —¡Papá!

   Cuidadosamente Linda la subió en la cama y ella me abrazó, al tiempo que Linda me daba un beso en los labios.

   —Hola, cariño —sonreí un poco; ella permanecía abrazada a mí y llorando. Acaricié su cabellera—. No llores, Mary, estoy bien. Papá está bien.

   —No quería que te pasara nada malo —sollozó—. Quería estar contigo.

   —Pues ya estoy contigo —susurré, limpiando las lágrimas que rodaban por sus ojos—. Estoy bien. Ahora estamos juntos.

   —Te quiero mucho.

   —Yo también, Mary. Yo también te quiero. —Miré a Linda, esta me sonrió mientras limpiaba sus mejillas—. ¿Cómo estás tú?

   —Estoy bien —murmuró. Su voz estaba quebrada pese al llanto—. Estaba muy preocupada por ti.

   —Yo estoy bien.

   —Me sentía tan mal... —parpadeó. De sus ojos azules volvió a brotar lágrimas—. Dios mío, me sentí culpable...

   —¿Culpable por qué?

   —Creí que te ibas a ir de este mundo sin saberlo... Y no podía soportarlo. En serio no podía. Estaba al borde y me preguntaba por qué no te lo había dicho antes...

   —¿Decirme qué, Linda? —volví a preguntar, sin dejar de acariciarle la cabellera a mi hija—. ¿De qué hablas?

   Delicadamente tomó mi mano e hizo que yo tocara su vientre. Me regaló una sonrisa en medio de lágrimas.

   —Estoy embarazada.

   Entonces entendí lo que John había querido decirme el día de ayer. Seguramente Linda había hablado con él y le había pedido algún consejo.

   —¿E-Embarazada?

   —Sí —ella sólo sonreía—. Estoy embarazada. Dios, Paul, lo supe desde el miércoles. Ahí mismo llamé a John y hablé con él. Me aconsejó mucho y planeaba decírtelo ayer, pero... p-pero sucedió el accidente y...

   —Ya, Linda —tomé su mano y la besé; de alguna forma me dolía verla así—. No llores. Yo estoy bien. Ahora estoy aquí contigo.

   Se inclinó y la abracé; le di un corto beso en los labios que me hizo recordar a lo que yo le daba a John. Volví a sentir esa truncada en mi pecho.

   —¿Viste, papá? —Mary me miró con una sonrisa—. Voy a tener una hermanita o un hermanito.

   —Sí, Mary —apreté su cachetito—. Serás hermana mayor.

   —Iré a buscar a tus padres y a Mike —dijo Linda—. Fueron al cafetín, pero debieron haber regresado ya.

   —Eh, Linda... ¿Sabes dónde está John?

   Ella se giró para verme.

   —Salió y me dijo que ya habías despertado, pero ya se fue.

   —Oh..., está bien... ¿No sabes a dónde fue?

   Negó con la cabeza.

   —No dijo. Sólo se marchó. Estaba extraño.

   —¿Extraño por qué?

   —Parecía feliz porque ya habías despertado, pero al mismo tiempo tan triste... Su rostro era una mezcla de emociones...

   Tragué en seco. No sabía a dónde iba a parar John.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora