Capítulo XXXII

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   Nunca catorce palabras me habían causado tanto dolor. El nudo en mi garganta se intensificó cuando nos miramos a los ojos.

   John caminó hasta la puerta, por lo que me apresuré en recoger el bóxer y colocármelo con destreza.

   —¡Espera un momento! —espeté, dirigiendo mis piernas hacia allá—. ¡No te puedes ir así como así!

   Salió de la recámara sin decir nada, fue por el corredor y yo lo seguí a paso rápido. Ni siquiera se dignaba hablarme.

   —¡John, estoy hablando contigo!

   —¡Sí puedo irme así cómo así! —expresó, bajando las escaleras—. Lo estoy haciendo...

   —¿¡Y por qué!?

   En ese momento se dio la vuelta efusivamente, haciendo que yo tuviera que frenar mi bajada de golpe. Con el ceño fruncido, lo miré a los ojos.

   —Ya déjame en paz. No quiero volver a repetirte que no quiero que esto pase otra vez; no quiero que me llames, no quiero que me escribas, no quiero que me busques y...

   —Te recuerdo que fuiste tú el que me buscó para hablar la vez anterior, así que no digas que soy yo el que t...

   —Te busqué pero porque quería que fuéramos amigos —recalcó—. Fui muy claro contigo: te dije que sólo amistad... ¡Pero siempre andas encima de mí hostigándome e induciéndome hacer cosas que no quiero!

   —¿'Hostigándote'? —alcé una ceja—. ¿Eso es lo que crees que soy: un hostigador? Si te fastidiaba todas las cosas que hacíamos o a los lugares donde íbamos, pudiste habérmelo dicho. Yo creí que tú estabas a gusto con todo eso, pero ya me doy cuenta que no era así.

   —No me malinterpretes. Lo que inten...

   —No, yo no te estoy malinterpretando nada —lo interrumpí—. Estoy repitiendo lo que tú me estás diciendo.

   —Sí me agradaba cada vez que salíamos y cada vez que estábamos juntos, pero tú dices cosas que me ponen a pensar si en verdad quiero ser sacerdote el resto de mi vida.

   —Si quisieras serlo para siempre nada te haría dudar —repliqué—. Es obvio que no quieres serlo.

   —¡Y sigues otra vez con eso!

   —Es que es la verdad, John. Yo quiero ser doctor el resto de mi vida y, por ende, nadie ni nada me hace pensar si de verdad quiero ser doctor el resto de mi vida. Lo mismo sucedería contigo.

   —No confundas las cosas.

   —Es lo mismo, por amor al cielo —resoplé—. Es más que obvio que no quieres serlo.

   —Sí quiero —volvió a decir, sin apartar su vista de mis ojos—. Ya deja de querer hacerme pensar distinto.

   —Eres tú mismo el que hace pensar distinto. Fuiste tú mismo el que dudó.

   John pasó saliva por su garganta, al tiempo que llevaba sus manos a la cintura; soltó un suspiro pesado.

   —El día que me besaste todo cambió para mí. Fue como si un sentimiento comenzara a florecer, y como si toda mi perspectiva de vida hubiera cambiado radicalmente. No supe qué hacer porque no quería alejarme por completo de algo que me gustaba sentir y de alguien que me gustaba. Por eso fui a buscarte ese día, porque no podía despegarme totalmente de algo que me atraía mucho y que me hacía sentir completamente feliz.

   —¿Entonces por qué te alejas de mí ahora? —le pregunté, intentando contener mi llanto—. ¿Por qué te alejas de algo que te hace feliz?

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora