Capítulo XXIII

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   Se me hizo agua la boca cuando vi el plato de comida frente a mí. El almuerzo consistía en una ensalada mixta con aderezo de maíz y unos ravioles rellenos de una crema que de seguro estaba más que exquisita; y de bebida, gaseosa.

   Habíamos escogido almorzar en una de las mesas al aire libre, como era de costumbre cada vez que lo hacíamos. John había escogido lo mismo que yo, y parecía muy satisfecho con la elección.

   Me gustaba cada vez que se dejaba las prendas negras y se quitaba el alzacuello, y más aún cuando desprendía los primeros botones y dejaba ver su pectoral.

   —Uhm... —sonrió cuando masticó los ravioles—. ¡Esta crema está increíble!

   —Sí, sí —lo apoyé, al tiempo que me inclinaba hacia él. Estaba comiendo con cuidado de no manchar la camisa negra con rayas rojas que yo llevaba puesta—. Mamá los hace a veces.

   —¿De verdad? —me miró con sorpresa; yo asentí—. ¿Cómo?

   —Es una masa parecida a la de que usa para hacer tarta de manzana. Ella la pica en tiras pequeñas, las rellena, luego las dobla y aplasta los bordes con un tenedor. Y listo. Las pone a hervir y ya hay ravioles.

   —Lo voy a intentar algún día... Será divertido cómo hago desastre en la cocina.

   Me reí.

   —Una vez, en vez de crema, los rellenó con queso cheddar y... ¡Dios mío! Delicioso. Repetí, de hecho.

   —Los quiero probar. Soy adicto a los rabioles. ¿Tú a qué eres adicto?

   —A ver a Stuart sufrir. Me encanta, me llena y completa mi corazón. Ojalá que el piquen dos mosquitos: uno en el culo y otro en el pene.

   John me miró con semblante serio, haciéndome reír a carcajadas. La gélida y repentina brisa del mediodía hizo que nuestros cabellos se alborotaran. Y en medio del sonido del sacudón de los arboles que habían alrededor, miré a John fijamente, y no pude evitar sentirme todavía más enamorado.

   —¿Por qué me miras así?

   —¿Ah? —parpadeé un par de veces más rápido, para después tomar el cubierto y picar un par de ravioles—. ¿Cómo te miraba?

   —Uh, no sé —se sonrió un poco. Fui testigo de cómo sus mejillas se tornaron de un ligero color rosa, y eso me causó una felicidad enorme—. Oye, mañana es viernes y te toca trabajar toda la noche, ¿no?

   —Ahg, sí —hice una mueca—. Por eso siempre aprovecho los jueves para levantarme tarde y estar contigo.

   —Ah, qué lindo.

   —¿Sabías que un estudio reciente dijo que los días jueves los hombres están más excitados? Dime, John, ¿estás excitado ahora? ¿Lo estás?

   Tosió, por lo que tuvo que cubrirse la boca con la mano empuñada. Después bebió un sorbo pequeño de coca-cola.

   —¿Qué? ¿En serio? ¿De dónde sacas eso?

   —Lo leí en una revista de chicas que Mike tiene debajo de su almohada. No sé por qué tiene eso.

   Se rió.

   —No sabía eso.

   —En mi caso, yo me excito de lunes a viernes.

   —Ah, okey... Es bonito saber eso... Creo. Es bueno que me tengas confianza.

   —¿Tú no te has excitado cuando me ves? Todo el mundo se excita y enloquece cuando lo hace. Es tipo: "¡Oh, es Paul McCartney! ¡Estoy locamente excitada!" ¿No te pasa eso cuando me ves?

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora