Capítulo XXV

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   Sentí mi corazón latir con fuerza cuando él siguió besándome de manera suave, pero sin detenerse. Sus manos se escabulleron hasta mi cintura, logrando que mi cuerpo se acercara un poco más al suyo.

   El religioso John me había metido la lengua hasta el fondo.

  Deseé que el beso no terminara nunca, pero lamentablemente el oxigeno apremiaba. Nuestras respiraciones estaban aceleradas, por lo que nuestro pecho subía y bajaba con fuerza.

   —Diablos, John.

   —No menciones al enemigo de Dios en mi casa.

   Con las mejillas más rojas que un tomate, desvié mi mirada hacia su entrepierna. Noté que el tamaño del bulto había incrementado, cosa que hizo que el mío también comenzara a tornarse rígido.

   Repentinamente John se acercó a mí y volvió a besarme, mientras deslizaba su mano por mi cabellera castaña y la otra la posicionaba en mi cintura. Metió sus manos dentro del suéter y cuando nuestras pieles hicieron contacto, sentí un placentero escalofrío.

   Mi sangre corrió con más fuerza cuando él se levantó hasta posicionarse frente a mí; se inclinó un poco, siguió besándome los labios a su antojo mientras llevaba sus manos al borde del suéter que yo llevaba puesto. Me sorprendí cuando lo quitó.

   «Me está quitando la ropa —pensé—. ¡Qué excitante!»

   Se lamió los labios cuando vio mi pectoral desnudo. Al instante me tomó de la mano e hizo que me levantara de manera torpe. Me acobijo entre sus brazos y volvimos a iniciar un beso exasperado.

  Me gustaba cuando su lengua jugueteaba con la mía, cuando nuestras narices chocaban al ladear los rostros y cuando sentía que la respiración se acababa. La sensación de éxtasis, sin duda, estaba entre nosotros.

   —John... —lamí mis labios cuando nos separamos. Nos miramos a los ojos y creí que me iba a desmayar.

   —¿Mhm?

   —¿De verdad...?

   Antes que yo siguiera haciendo la pregunta, me tomó de la mano e hizo que lo siguiera para subir las escaleras.

   «¡Esta noche me coge el sacerdote!», pensé, intentando contener mi emoción.

   Cerró la puerta cuando llegamos a la recámara. Tomé asiento en el borde de la cama, y él de nuevo se posicionó frente a mí con sus manos apoyadas a mi costado, sobre el colchón. Nuestros labios se unieron una vez más, y en eso, John se apresuró en despojarme del short.

   Quedé en ropa interior. Me vi obligado a encoger mis piernas y a apretar mis labios, esperando su siguiente movimiento.

   Lo hizo: comenzó a desvestirse, quitándose primero el short de conjunto que llevaba puesto. Luego de eso volvimos a besarnos, y después sí procedió a quitarse la prenda superior.

   Mi mirada recorrió todo su cuerpo. Los nervios estaban a flor de piel, muy similar a esas chicas tontas enamoradas que perderían sur virginidad con el amor de su vida.

   Porque John era el amor de mi vida. De eso estaba más que seguro.

   —¿Qué tienes? ¿No quieres?

   —¿¡Cómo!? ¿¡Q-Que si no quiero!? ¡Nunca he dicho eso, John!

   Dejé caer mi espalda sobre la cama. Las sábanas estaban frías, así como el clima que reinaba en el lugar, incluso con las ventanas cerradas.

   —Poséeme en cuerpo y alma. Hazme un exorcismo y sácame esta excitación.

   John rodó los ojos, al tiempo que dibujaba una sonrisa en sus labios. Él estaba dispuesto a metérmelo, sin importarle nada. Nada.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora