Capítulo XVIII

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   Azoté la puerta de casa para cerrarla e inmediatamente subí las escaleras.

   —¡Lo odio, es un estúpido! —espeté—. ¡Lo detesto a los dos, pero más al tonto de Stuart! ¿¡Por qué se antojó de almorzar con John si nunca lo hace!? ¡Nunca lo hace! ¡Ahg, lo detesto! ¡Y a John también lo odio porque lo invitó! ¡No, eso no se hace!

   Cuando entré a mi recámara, me quité los zapatos y saqué el móvil de mi pantalón negro. Tenía mensajes de John, así que tuve que contenerme las ganas de leerlo.

   —¡No, Paul! —me miré en el espejo, no sin antes aventarlo a la cama—. ¡No le vas a contestar el mensaje al estúpido ese! ¡Que se joda y que se quede con su amigo de mierda! ¡No le contestes!

   Volvió a sonar.

   —¡No le vas a contestar! —repetí.

   Otro mensaje había llegado. De pronto, una sonrisa iluminó mi rostro.

   —¡Ya sé! Lo voy a leer, pero lo voy a dejar en visto. Así sabrá que estoy molesto. ¡Qué malote soy!

   Corrí hacia la cama, me senté en el borde y antes de agarrar el móvil, enrollé las mangas de mi suéter vinotinto, mientras respiraba hondo. Era una misión difícil y arriesgada.

   Abrí el mensaje.

12:10 pm

¿Por qué te fuiste?

12:12 pm

¿Dónde estás?

12:14 pm

¿Puedes contestar?

12: 20 pm

No es gracioso, estoy preocupado.

   Bloqueé el móvil, teniendo una sonrisa triunfante.

   —Ahora te quedas preocupado por idiota. Bah, qué no debería preocuparte alguien como yo porque tienes a tu amigote al lado.

   En ese momento di un brinco: el timbre de la casa sonó. Me levanté en seco, temiendo de la persona que yo estuviera pensando. Miré el reloj del teléfono, dándome cuenta que faltaban veinte minutos para la una. Una hora muy diferente a su último mensaje, así que sí tenía el tiempo de ir a la iglesia a buscar su auto y venir hasta mi casa.

   Sin importarme que estuviera descalzo, salí de mi recámara, crucé el corredor y bajé las escaleras para ir hasta el living. El timbre volvió a sonar.

   "¿Estás ahí, Paul?"

   —¡No, no estoy! ¿¡Por qué!? ¿¡Querías buscarlo!? ¿¡Se puede saber para qué!?

   "Agh, lo siento", volvió a tocar el timbre. "Anda, ábreme."

   Entrecerré mis ojos, al tiempo que me dirigía hasta allá con sumo cuidado. Coloqué la mano en la perilla, la giré y logré abrirla sólo un poco. John se percató de esto y antes que yo la volviera a cerrar completamente, metió tu zapatilla negra para impedirlo.

   —¡No, no! ¡No quiero que pases! —espeté, intentando cerrar la puerta—. ¡No!

   —¡Paul, quiero hablar contigo!

   —¡Ayuda, policía! ¡Un religioso quiere entrar a mi casa! ¡Le voy a decir a mi madre lo que estás haciendo para que no te invite a almorzar más!

   Mis esfuerzos se volvieron polvo: al poco tiempo la abrió y se adentró con la respiración agitada, cerrando la puerta a su paso. Me di cuenta que traía una bolsa de papel marrón en sus manos, sin embargo me crucé de brazos y fruncí el ceño.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora