Capítulo XLVIII

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   Habían pasado un par de días desde la última plática con John. Ese domingo no fui a la iglesia y John no fue a verme ni supe nada de él ni el lunes, ni el martes, ni el miércoles.

   "¡Papá, es para ti!"

   El hablar de Mary me hizo abrir los ojos poco a poco. Los estrujé, al tiempo que sentaba en la cama. Ella llegó a mi recámara sonriente y con el teléfono inalámbrico. Llevaba puesto un conjunto rosita y su cabello estaba atado a una coleta.

   —¿Para mí?

   —Sí —me extendió el móvil—. Es John.

   Mi corazón se aceleró al escuchar aquello. Rápidamente tomé el dispositivo, lo coloqué en mi oreja y vi la silueta de Mary marcharse. Seguramente estaba haciendo algún dibujo o tal vez algo más importante que esperar a su padre soñoliento hablar con el tipo que ama.

   —¿Hola?

   —¿Paul? —era su voz. La mezcla de emociones intensas volvió hacerse presente—. ¿Eres tú?

   —Sí, John, sí —contesté de forma exasperada; no podía contener mi emoción—. S-Soy yo... ¿Cómo estás?

   —Mmh, bien. ¿Tú cómo estás?

   —Bien ahora que llamas. Quiero verte. Necesito verte, por favor.

   —De hecho, precisamente para eso te llamaba... Necesito hablarte. Quiero que nos veamos... ¿A qué hora puedes?

   —A la hora que tú quieres. De ser necesario ahora mismo.

   —Ehm... ¿Al mediodía? A esa hora salgo de la iglesia.

   Tragué en seco.

   —Está bien. Iré para allá a esa hora.

   —Perfecto, te espero. Cuídate. —Y colgó.

   Yo estaba asustado, expectante y con nervios; John había sido bastante distante conmigo y su reacción era entendible. Lo que había pasado no era algo sencillo, y lo que yo había hecho mucho menos.

   Necesitaba enmendar, de alguna forma o de otra, lo que había hecho. Pero una infidelidad no era algo que alguien perdonaba tan fácilmente, y mucho menos con vivencias como las nuestras. Estaba consciente de ello.

   Dejé el móvil en la cama y rápidamente me dirigí a la salida para poder ir al baño. Al llegar, cerré la puerta y me dispuse a cepillar mis dientes, para luego abrir las cortinas y poder darme una buena ducha de agua tibia.

   Duró alrededor de veinte minutos. Normalmente daba duchas largas cuando tenía problemas o necesitaba pensar sobre algo. Luego, al envolver la toalla en mi cintura, salí del baño y me dirigí nuevamente hacia mi recámara para vestirme.

   Opté por una camisa de vestir de mangas cortas color negro, pantalón beige y zapatos deportivos del mismo color de la prenda superior. Acomodé mi cabello, apliqué perfume y guardé todo lo esencial en mi billetera.

   Eran las once, así que planeaba salir cuanto antes para poder estar a la hora exacta en la iglesia con John. Me urgía verlo.

   —¡Papá, dormiste hasta muy tarde!

   Esbocé una sonrisa sin mucho ánimo y se la dediqué a Mary, quien yacía sentada en el sofá haciendo un dibujo y mirando la tele.

   Desde la "discusión" con John yo mismo notaba que no estaba siendo el mismo de antes. Pensaba mucho en él, dormía hasta tarde, daba duchas muy largas y nada me alegraba mucho, a excepción de Mary. Ella sí me hacía cambiar mi humor radicalmente. Además, tenía que ponerle buena cara porque ella no tenía la culpa de lo que estaba pasando.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora