Capítulo I

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   Estrujé mis ojos debido al cansancio, al tiempo que me resbalaba por la silla de mi escritorio, esperando que alguien tocase la puerta para poder cumplir mi guardia en el hospital.

   Trabajaba martes y miércoles de nueve de la mañana a cuatro de la tarde, y el viernes en la noche: de seis de la tarde a seis de la mañana. Tenía lunes y jueves libre, fin de semana, además de un cómodo sueldo.

   —¡Paul!

   Di un brinco cuando la puerta se abrió. Ahí estaba Jane, mi secretaria, envuelta en un traje de enfermera de color rosa. Su cabellera pelirroja estaba atada a un moño, y estaba algo desaliñado.

   —¡No estaba dormido, no estaba dormido! —parpadeé con rapidez. Sí estaba a punto de quedarme dormido porque eran las cinco de la mañana. Una hora y terminaba mi jornada de trabajo—. ¿¡Qué pasó!?

   Ella se rió un poco.

   —Tienes trabajo. Allá afuera hay un hombre con una herida en el brazo izquierdo.

   Me levanté de inmediato, al tiempo que acomodaba mi bata y me dirigía a la salida del consultorio. Transitamos por el corto pasillo, hasta poder llegar a la entrada de emergencia. Ahí estaba una camilla, la ambulancia, un par de funcionarios policiales y varias personas alrededor.

   Logré ir hasta la salida de emergencia. Ahí había un hombre de un par de años mayor que yo. Tenía cabello castaño, ojos marrones y tez pálida. Llevaba puesta una camiseta blanca, y un pantalón de mezclilla, junto a zapatillas grises.

   Tenía el antebrazo izquierdo sostenido con su mano derecha, la cual estaba bañada en sangre, así como el resto del brazo y parte de la manga de la camisa.

   —¿Cómo te hiciste eso? —formulé, al tiempo que me colocaba los guantes que Jane me había extendido hacía un par de segundos.

   —Estaba saliendo de casa —explicó. Su voz era gruesa y parecía no tener tanto dolor—. Me tropecé y caí al lado de unas bolsas de basura que tenían algunos vidrios rotos y... me corté. Comencé a sangrar, fui al auto y vine lo antes posible.

   —Vaya... —con cuidado agarré su brazo y lo examiné a la luz que me proporcionaba el techo—. Tienes fragmentos de vidrios y hay que limpiarte eso. Jane, cariño, prepara todo en la sala de suturas, por favor.

   —¿Es muy grave?

   —Es pequeña, pero es un poco profunda —contesté—. Hay que hacer algo rápido. Ven.

   Aquel hombre de aspecto simpático me siguió por el pasillo, hasta lograr entrar a la habitación que estaba al lado de mi consultorio. Él mantenía su postura firme y la mano ahí, ejerciendo una sutil presión para intentar detener el fluido de sangre

   El frío del aire acondicionado invadió mi cuerpo cuando entré a la sala de suturas. Le indiqué a él que se sentara en una camilla que estaba cerca de un enorme foco de luz, que permitía mayor visión de la herida que sería suturada.

   —Primero te quitaré los vidrios. Intentaré que salgan todos porque, de lo contrario, tendré que aplicar otro método más doloroso. ¿Cómo te llamas?

   —John.

   —Bien, John—abrí el estante y de ahí saqué una pinza, además de un pequeño envase clínico de color verde—. Tienes que aguantar, ¿de acuerdo?

   —Ujum.

   —Quítate la camisa.

   —De acuerdo —intentó alzar el brazo, pero emitió pequeño quejido de dolor—: Agh.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora