Capítulo XXXVII

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   No pude evitar sentirme feliz al escuchar eso, pero no quería demostrárselo del todo. Sabía perfectamente que John estaba un poquito indispuesto con respecto a la estadía de Linda en mi casa.

   —Ah, supongo que es para repetirme lo de siempre, ¿no? ¿Para eso es que tú quieres verme y hablarme?

   Lo único que escuché después fue el pitido que indicaba que la llamada había sido finalizada. Abandoné el móvil, en medio de un suspiro pesado.

   "¿Te sigue gustando el té?", preguntó Linda desde la cocina, subiendo un poco su timbre de voz para que yo pudiera escucharla.

   Rápidamente fui hasta allá, y me detuve en el umbral de la puerta de arco de la entrada de la cocina. Le sonreí.

   —¿Te dije eso algún día?

   Sin verme y de espalda a mí, ella asintió. Estaba sirviendo el desayuno.

   —Pues sí —seguí diciendo, luego de enterarme que no iba a tener respuesta verbal de su parte—. Me sigue gustando el té.

   —Entonces voy a prepararte un té —fue lo que dijo—. ¿Con limón?

   —Sí, sí... Pero, descuida, yo puedo hacerlo...

   —Quiero aprovechar que estoy aquí.

   —Bueno..., está bien...

   Me di la vuelta y encaminé mis piernas hacia las escaleras, las cuales subí de manera lenta y pausada, mientras mi mente era todo un vendaval con respecto a la llamada de John. Tal vez había sido un poco grosero de mi parte, pero no me arrepentía de ello.

   Cuando estuve en el corredor, vi la silueta de Mary salir del baño, envuelta en un albornoz pequeñito de color rosado. Su cabello estaba húmedo, así como gran parte de su cuerpo.

   —¡Mira, papá! ¡Ya me bañé!

   En medio de una risita deslicé mi mano por su cabello enredado, luego toqué la punta de su nariz.

   —Ahora ve a vestirte. Mamá está en la cocina y creo que el desayuno ya está listo.

   Ella asintió y de inmediato echó a correr a la recámara de huéspedes donde estaban sus cosas. Entonces yo fui hasta el baño, cerré la puerta y me dispuse a cepillar mis dientes. Acto seguido desprendí mi ropa, a metí en la cesta y me adentré a la ducha, apartando la cortina plástica con motivos de burbujitas.

   Mi ducha no duró más que unos quince minutos. Cuando terminé, envolví la toalla en mi cintura y salí del baño, para dirigirme a la recámara. No escuché a Mary por ningún lado, así que supuse que ya se había vestido y había bajado.

   Opté por una bermuda verde oscuro, camiseta ligeramente holgada de color negro y zapatillas del mismo color. Peiné mi cabello, y cuando me dispuse a desenchufar el móvil, me di cuenta que tenía diez llamadas perdidas y quince mensajes.

   Todos de Noora, cuya existencia había olvidado completamente.

   Tampoco sirvió de nada tanta insistencia porque no tenía planes de llamarla ni de buscarla, a menos que nos topáramos accidentalmente en la clínica o que ella fuera a buscarme.

   Bajé las escaleras a paso rápido, hasta poder llegar a la sala. Fui hacia la cocina y, en efecto, Mary estaba ahí.

   Llevaba un overol, pero debajo del mismo una camiseta de color rosa y zapatos deportivos del mismo color; su cabello estaba perfectamente peinado y suelto. Estaba sentada en la barra de la cocina, tomando su desayuno que consistía en tostadas con mermelada y el batido que Linda le había preparado.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora