Capítulo XLIV

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   Estrujé mis ojos cuando el último paciente del turno de la mañana se fue. Era martes, y no podía esperar más hasta el día siguiente para poder ver a John.

   Había pedido permiso para retirarme en la tarde, así que como ya no iba a estar más ahí, me dispuse a quitarme la bata para irme a casa. Definitivamente John afectaba mucho en mis emociones y lamentablemente en mi ritmo de trabajo. Me fastidiaba saber que no lo iba a ver durante el día.

   Cuando dejé ver mi camisa al estilo polo vinotinto y con las mangas negras, que combinaba perfectamente con el pantalón negro y zapatos del mismo color, colgué la mochila sobre mi hombro y me dispuse a salir del hospital.

   Justamente cuando entré al auto, mi móvil sonó: era el número que la casa, así que supuse que era Linda o Mary. Contesté enseguida.

   —¿Hola?

   —Papá —su vocecita me hizo sonreí—, hola.

   —Hola, princesa, ¿cómo estás?

   —Bien... ¿Ya vas a almorzar?

   —Uh, no exactamente. Voy a casa.

   —¿¡En serio!? ¿¡Saliste temprano, papá!?

   —Mmh, algo así. ¿Quieres que te lleve algo?

   —¡Sí, sí! ¿Me traes galletas y un cereal de esos de que tienen letras?

   —Está bien. Te llevaré eso y otra cosa más que será una sorpresa, pero debes prometerme que te comerás todo el almuerzo que mamá hizo, ¿está bien?

   Emitió una risita.

   —Sí, está bien. ¿¡Qué me traerás!?

   —Es una sorpresa, preciosa, y las sorpresas no se dicen.

   —Mmh, de acuerdo... Te quiero mucho.

   —Yo también te quiero.

   Guardé mi móvil cuando ella colgó la llamada. Conduje hasta un supermercado que había cerca por donde pasaba para ir a casa. Ahí me bajé para poder comprar lo que Mary me había pedido, así como también un par de cosas más que tenía pensado.

   Fui hacia la sección de golosinas para buscar las galletas con chispas de chocolate que eran sus favoritas, después a la de cereales, y cuando obtuve los de letras, me encaminé hacia la papelería que quedaba ahí mismo. Pedí unos lápices de colores, marcadores, cuadernos de dibujo y varios lapiceros de gel escarchado que de seguro le iban a gustar.

   Cuando tuve eso, más unos vegetales y productos para llenar un poco la despensa, fui a la caja a pagar. La cola estaba corta, así que en menos de quince minutos ya estaba de regreso al auto.

   Conduje a casa lo más rápido posible porque estaba ansioso de ver la cara de Mary cuando viera lo que le había comprado. Incluso había colocado todas sus cosas en una bolsa aparte para dársela personalmente.

   Al estacionar el auto frente a la casa, fui hacia la maleta para poder sacar las bolsas. En total eran dos. Abrí la puerta de casa, y lo primero que vi fue a Mary sentada en el sofá viendo televisión.

   Llevaba puesto un conjunto azul claro con estampados de nubes. Estaba sobre las piernas de Linda porque esta le estaba terminando de hacer una coleta. Esta vestía prendas cómodas de colores blanco y rosa.

   —¡Papá!

   —¡Princesa!

   Ella no dejó que su madre le hiciera la coleta. Rápidamente corrió hacia mí y se abalanzó para que yo la abrazara. Logré hacerlo a pesar que tenía la mano ocupada. Le di varios besos en la mejilla.

Forgive us ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora