Capítulo 32 "Atracción"

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Alonso pov

En ese momento, en que me encontraba rodeando su cintura con mis manos y ella rodeaba mi cuello para seguir el beso que yo había iniciado. Mi cuerpo se sentía lleno de calor y energía, presa del deseo que sentía por acercarla más a mi.

Estábamos afuera de su casa, en un sitio público, besándonos. Sonreí, sabiendo que aquella atracción que yo sentía por ella era mutua. Pues, aunque horas antes estaba molesta conmigo y sabía que lo estaba, aunque no entendía porqué, en ese instante, parecía entender que, ambos deseábamos estar con el otro y con nadie más. 

Mientras mi mente pensaba en esto último, la sentí soltar el amarre de sus manos y alejarse de mí. Recuperé la cordura entonces y la miré cruzarse de brazos, supuse que era mi momento para hablar así que lo hice cuestionándola por su actuar. 

Yo: ¿Qué es lo que te pasa Maddi? ¿Porque no contestaste mis llamadas ni mensajes? ¿Estás molesta conmigo? ¿Hice algo mal?

Su mirada era tan fría y su semblante tan serio, que por un momento creí que en verdad iba a soltarme una cachetada o algo, pero tal fue mi sorpresa cuando en lugar de eso, la escuché reir. Sonreí entonces tras ver un ligero rubor en sus mejillas y sus ojos brillar con dulzura. 

Acto seguido, ella resopló y se giró sobre sí misma, ignorando mis preguntas y abrió la puerta con las llaves de la misma. Un silencio sepulcral nos cubrió mientras ella abría; mientras tanto, mi mente vagó en un sin fin de posibilidades por las que ella pudiera estar molesta, pero ninguna de ellas parecía la correcta. 

La vi entonces entrar a su casa con rapidez y tratar de cerrar la puerta de igual manera. Reaccioné también y puse un pie para evitar que cerrara y me ignorara, empujé entonces la puerta con una mano para tratar de abrir y entrar tras ella. Maddi, por su parte, rodeó los ojos mirándome mientras dejaba su mochila en la mesa y volvía hacia la puerta tratando de empujarla con ambas manos al tiempo que yo hablaba.

Yo: ¿No me invitarás a entrar?

No dijo nada, solo negó una y otra vez empujando con fuerza. Pese a su intento por evitar que yo entrara, lo hice  caminando con paso firme hasta el sofá, en el cuál me acosté poniendo las manos atrás de mi cabeza y sin dejar de mirarla mientras ella llegaba hasta mi y comenzaba a patear el sofá repetidamente tratando de hacerme correr con palabras que pronto contrataqué. 

Maddison: Alonso no estés jugando, mis padres llegarán en cualquier momento y si te ven...

Yo: ¿Si me ven qué? ¿No estamos haciendo nada malo o si?

Mis palabras tomaron un doble sentido, mientras la miraba y mordía mi labio inferior, lo que provocó que ella empezara a reír y yo, aprovechando su distracción, tomé su mano y la jalé hacia mi, logrando que así cayera encima mío. Así, con su frente pegada a la mía y sus ojos posados sobre mí con una mezcla de asombro y diversión, lo único que deseaba era besarla.

Rápidamente, mis deseos se tradujeron en acciones y mis labios se posaron sobre los suyos, aprisionándolos y comenzando una batalla de besos sin fin que ella siguió. Mis manos se posaron en su espalda y la recorrieron con delicadeza tratando de acercarla un poco más. Su manos, igualmente recorrieron mi espalda, entrelazándonos en un abrazo que llenó de calidez el momento. 

Presa del deseo y la sensación de atracción que ella me proporcionaba, haciendome querer seguir adelante dando un paso más a saber si ella sentía lo mismo que yo, bajé mis besos a su cuello. Ella se sobresaltó, pero me dejó seguir, mis manos bajaron entonces a sus piernas, que acaricié sobre su pantalón y que la hicieron gemir; sonreí al saber que, al igual que yo, ella me deseaba.

Mis caricias repartidas entre sus piernas y mis besos en su cuello y rostro, elevaron la temperatura de nuestro primer encuentro apasionado, mismo que se cortó de pronto gracias a una llamada que llegó al teléfono de su casa y que nos obligó a separarnos de golpe. Ella se puso de pie y corrió a contestar, sonreí, sabiendo que, de haber dejado que nuestro instinto nos gobernara, quizá aquel encuentro hubiera terminado en algo más. 

Pensando en esto último, la miré dejar el teléfono con nerviosismo y girar sobre sí misma para quedar frente a mí. Dijo entonces que sólo había sido una llamada del banco, soltó una risita de nervios y regresó hasta donde me encontraba sentado en el sofá, sin dejar de mirarla y deseando volver a sentir lo que recién había sentido gracias a ella. 

Sin embargo, la vibración de mi celular dentro del bolsillo de mi pantalón, me regresó a la tierra, recordándome que tenía planes para aquella tarde. Así que, me puse de pie y sin más, le dije que tenía que irme,  la sonrisa que ella tenía en su rostro pasó pronto a convertirse en una línea recta que ocultaba cualquier tipo de pensamiento que ella pudiera estar formando en su mente. Simplemente asintió con un leve movimiento de cabeza y se quedó allí sentada, seguramente mirándome mientras salía por la puerta sin mirar atrás ni una sola vez. 

Quédate conmigo.... (Alonso Villalpando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora