Capítulo 41 "Traviesa"

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Alonso pov

La miré desde la puerta, ella lucía tan desprotegida, tan temerosa y tan preocupada, que por un segundo dudé que mi actuar fuera el correcto. Estaba seguro de que ella estaba asustada, pensando, en un sin fin de escenas posibles y en espera de lo que estuviera a punto de suceder. 

Sonreí al saberle tan indefensa y temerosa, pero a la vez, por saber que ella confiaba tanto en mí, que ni siquiera se había preocupado por huir. Aliviado y seguro de que Maddison estaba a la expectativa de lo que pudiera pasar en ese momento, me acerqué lentamente, ella me miraba fijamente, enloqueciendo mis sentidos al tenerla allí, frente a frente, dispuesta a todo por mí. 

Mi corazón latía con una rapidez casi indescriptible, mis piernas temblaban, lo mismo que mis manos y entonces, la miré cerrar los ojos y abrir sus labios lentamente. Enloquecí al verle así, tan tranquila, tan relajada y lamiendo sus labios, como disfrutando de lo que sucedía, mientras mi cuerpo entero deseaba, anhelaba sentirla cerca de mí. 

La escuché gemir y hasta susurrar mi nombre entre dientes y entonces no pude evitar reír, más por nerviosismo que por otra cosa, pues acababa de darme de cuenta de que ella, al igual que yo, sentía esa atracción que había entre nosotros desde la primera vez que nos cruzamos en aquel pasillo y que ella me hipnotizó a mí. 

Sin atreverme a interrumpir y deseando saber si en realidad ella estaba ansiosa por tenerme entre sus brazos como sus murmullos lo parecían indicar, la observé detenidamente desde la distancia unos segundos, mismos en que ella lamía sus labios y los mordía con dulzura y que me llevaron a la locura.

Comencé a llamarla, tratando de que recobrara la cordura, lo que hizo abriendo los ojos de golpe y mirándome con terror reflejado  en sus ojos, mismos que me miraban casi al borde de las lágrimas, la vi sonrojarse cual tomate y recoger sus pies para resonder su cabeza entre sus rodillas, maldiciendo por lo bajo, seguramente consiente de que acababa de delatarse a si misma con su actuar. Reí, sin poder evitarlo, mientras la cuestionaba, tratando de obtener una confesión, de algo que ya sabía con certeza.

Yo: Vamos, ya dime qué te tenía tan contenta sobre la cama... ¿Acaso estabas pensando en algo perver?

La miré encogerse aún más y sin parar de reir, me puse a su lado, rodeándola con mis brazos en un abrazo que deseaba, la llenara de confianza una vez más. Pero, seguro de que ella se sentía avergonzada, comencé entonces a besar su cuello, sintiendo como ella respiraba con agitación, sin detenerme, mientras esparcía besos alrededor de su cuello, para lo cual me puse detrás su suyo, sentándome con ambas piernas a sus costados y acariciando sus piernas con mis manos, que intentaban soltar su amarre, a la vez que le decía lo mucho que me encantaba su forma de ser física y mentalmente hablando.  

Poco a poco, liberó su amarre y su tensión disminuyó, sus piernas se estiraron entre las mías y de un momento al otro su rostro se encontró con el mío, ella se giró sin temor alguno a quedar frente a frente y, como si lo hubiera estado esperando, la vi sonreír antes de apresar mis labios con los suyos, en un beso apasionado. 

Aquel beso ella lo empezó y yo lo seguí, entre jugueteos de lengua y mordidas suaves a sus labios, que dejaban salir gemidos demasiado provocativos y que me hacían desear tenerla cada vez más cerca de mí, subí mis manos a su cuello para guiar el movimiento de sus labios sobre los míos y esperando que, con ello, ella no pudiera alejarse, algo que, al parecer ella tampoco pensaba, pues de un segundo al otro, sus manos traviesas subieron por mi espalda hasta mi cabello y se quedaron en él, jugando con cada hebra de mi cuero cabelludo, en un forcejeo que me enloquecía, deseando que aquel encuentro, no terminara nunca....

Quédate conmigo.... (Alonso Villalpando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora