36. Una historia que contar

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—No había sabido de ti desde hace días—digo entre el abrazo. —creí que te habías marchado.

—¿te hicieron daño? —me mueve mi cabeza de un lado a otro y se aleja de mi para inspeccionarme pero al ver que estoy en perfectas condiciones me vuelve a estrellar contra el

—Vamos, hay que darnos prisa—dice alejándose de mí acercándose a una puerta que conecta con el edificio. Lo sigo y él me toma del brazo para arrastrarme, recorriendo el edificio caminando muy rápido. Pregunto dónde estaba y como sabe que me han llevado pero el ignora todo lo que le digo. Salimos del edificio y entramos a otro pero siempre por puertas traseras así le hacemos un par de veces más hasta que subimos las escaleras de un edificio y recorremos unos pasillos hasta detenernos en una puerta que tiene el número 87B. Abre la puerta con una llave antes de entrar voltea hacia los pasillos y verifica que no haya nadie. Me hace entrar a un tipo de departamento en mal estado. Hay mucho polvo y apenas hay muebles que están en mal estado, las ventanas están están cubiertas de periódico a penas la luz del Sol atraviesa es apenas visible ya que la noche esta por caer.

Escucho la puerta cerrarse. Rick pasa de mí y se acerca a la ventana donde se asoma con sigilo. Se aleja y se sienta en una silla, yo me siento sobre el mueble.

—¿entonces? ¿Por qué preguntas si no me hicieron daño?

—hace unos meses las cosas en el Pentágono se estaban poniendo raro. Algo andaba mal y tenía que saber. Comencé averiguar y entre rumores se decía que el Pentágono había cambiado de dueño y fue confirmado con los cambios y tú me lo puedes afirmar—me mira, levantándose de su lugar y prendiendo luz en una tipo lámpara que apenas nos iluminaba. —un día escuche que quieran hablar contigo, con Angelblack. Tenían fotos y grabaciones de tus carreras y eso me pareció raro y cuando pude acceder al proyectador que se estrelló en el garaje comprendí muchas cosas, ellos estaban empeñados en saber de ti y no importando violar la regla mas aunque creo que esa ya no importa si eres el jefe. Y puede atrapar a uno de sus guardias —explica haciéndome recordar aqueo día que lo encontré golpeando a ese hombre. —y pude sacarle información, ellos quieren algo que supuestamente tú tienes y harán lo que sea por conseguirlo pero lo que no he podido investigar el qué.

Me mira buscando respuestas e mi rostro como si ahí pudiera encontrarlas o espera que yo empiece a hablar.

—No sé qué podría ser.

—Elizabeth...

—Me propusieron que si los ayuda ellos pagarían la deuda—cuento con desgana. No quiero meterlo en esta investigación bastante ya hecho por mí.

—malditos cabrones... Habrás dicho que no, ¿verdad?

—me dijeron que me lo pensara muy bien pero al parecer creen que diré que si—me mira con desconfianza — claro que diré que no—rezongo.

—entonces hay que estar precavidos por lo que sucede y ya no te pares por el Pentágono —me advierte pero creo que eso no será posible. —Mañana te quiero aquí —ordena. —A las nueve

Quien se cree ordenándome.

***

Entró arrastrando los pies a la habitación y me dejó caer sin cuidado alguno sobre la cama y cierro los ojos cansada. Todo mi cuerpo esta sudado y mis músculos arden y mi corazón aún late muy deprisa. Si me hubieran dicho de qué trataba no hubiera llegado a casa.
En la mañana me presente en el taller de Rick e intento enseñarme defensa personal toda la mañana, me tiro, giro y casi me golpea si no hubiera sido por mis reflejos. Después de casi cinco larga horas llegue a casa y me intercepto al camino a mi habitación Flynn y me obligó a abajar al jardín e me hizo hacer unos cuantos ejercicios. Saltar, correr, flexiones y demás cosas. Si la indirecta es que estoy gorda ya lo capte. Me levanto y me doy una ducha. En vuelvo mi cuerpo en toalla y con otra seco mi cabello. Mi teléfono suena y lo agarro de alado del lavabo.

—¿bueno?

—¡Libby! —habla del otro lado Kim.

—Hola, ¿ocurrio algo?

—amm... —del otro lado de la línea se escucha jaloneos.

—¡Libby, debes de venir rápido! —grita Ethan.

—¿ocurrio algo? —pregunto alarmada. Al Fondo escucho lloriqueos

—solo ven rápido —vuelve hablar Ethan

No Confies En NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora