64. Bienvenida a los primeros juegos

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Despierto al sentirme con una ansiedad que desde hace días me ha consumido, doy media vuelta para acomodarme en la cama cuando entre la oscuridad, una sombra resalta entre la negrura. Estoy por levantarme para ponerme a la defensiva, cuando la silueta me tapa la boca y habla.

—Shh, soy yo—susurra mi padre. — Ponte esto y abrígate bien, te espero afuera en 5 minutos, no enciendas las luces ni hagas mucho ruido ni tomes nada—habla de prisa y me da en la mano la ropa y en seguida sale de la habitación.

Me pongo la ropa que consiste de unos jeans, una chamarra de lana y unas botas de invierno. Me apresuro a vestirme y a peinarme un poco. Agarro mi teléfono y salgo al pasillo donde en seguida siento una mano que se posa en mi hombro.

—Andando—me toma de mi muñeca y me arrastra por los pasillos oscuros.

Al parecer conoce muy bien la casa o tiene lentes de visión nocturna porque en ningún momento tantea o duda de sus pasos. Nos apresuramos a bajar por las escaleras que nos llevan cerca de la puerta del jardín.

No entiendo lo que pasa o lo que sucede. Esto es un poco fuera de lo normal y dudo mucho que sea parte del entrenamiento. Los últimos días se han vuelto muy pesados con el entrenamiento, donde tenía que estar alerta cada cinco minutos y ni comer podía hacerlo tranquila. En cada esquina me asaltaba un androide que tenía que desprogramar, al principio era divertido después se volvió algo fastidio.

Aunque todo esto sería una forma de exagerar si es parte del entrenamiento, no tengo idea que hora sea y porque nos movemos en oscuras y en silencio, todo es muy sospechoso.

Seguimos recorriendo el pasillo a oscuras, me avisa que bajaremos de nuevo. Dándome a entender que vamos al sótano.

Al ir al sótano me recuerda que no he sabido nada de Mandy desde hace unos tres días y eso me preocupa, sé que ella me dijo que iría a averiguar pero eso no impide que me preocupe por ella. Cada vez siento que esto se enreda más.

Nos detenemos en la lavandería donde me hace entrar. Estoy por preguntar qué hacemos aquí cuando una luz azul ilumina un poco el rostro de mi padre y me asombro cuando un pequeño cubículo muy familiar se abre a lado de las lavadoras.

Vaya ni siquiera sabía la existencia de ese escondite.

—Entra —me indica. —Te llevara fuera de la casa al...

Unos ladridos y chillidos lo interrumpen.

—¡Rothko! —murmuro.

—El perro se quedara. Hace demasiado ruido y no me hare cargo de el—sentencia.

—Sería de gran utilidad si lo entrenamos, sería un gran perro— le suplico. —No podemos dejarlo aquí es inhumano.

—Se lo daremos a Isabela, ¿contenta?—me empuja para que entre al cubículo.

—Por favor—suplico. —Entrenare aún más que nunca y me hare cargo de Rothko para que nos sea de ayuda, será un gran cuidador —lo miro con suplica aunque no sé dónde exactamente esta su rostro.

—Está bien pero cállalo ya —escucho como sale del cuarto de lavabo y los chillidos y lloriqueos se escuchan más cerca hasta tener la bola peluda en mis manos.

—Entra, caben muy bien los dos—hace que entre al cubículo donde estoy familiarizada. —Te llevara al bosque, sal y espérame junto al árbol donde salgas, iré detrás de ti. No te muevas hasta que llegue.

Asiento aunque no sé si me ve y enseguida la especie de puerta se cierra.

Acurruco más a Rothko sobre mi pecho y trato de tranquilizarlo. Trato de no pensar en que esto es como un Deja vu, sintiéndome que de nuevo estoy huyendo y dejo un rastro de sangre detrás de mí. Siento ese miedo que muchas noches se apodero de mí y más aquella noche del asesinato de mis padres.

No Confies En NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora