67. Al Rescate

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Entro con precaución a la boca del lobo. En el laberinto me ha tocado muy pocas veces estar aquí y es igual o más difícil pasar, que las pruebas dentro de casa. Escucho unos ruidos detrás de mí y me doy media vuelta llevando mi mano a mi cinturón donde me doy cuenta que solo tengo una daga.

Un hormigueo corre por las palmas de mis manos hasta llegar a la punta de mis dedos. Camino con sigilo estando atenta a cualquier ruido. Escucho un pequeño chillido canino.

Doy un paso más rápido pero me detengo al escuchar un ruido curioso y justo a tiempo me detento cuando algo pasó con velocidad enfrente de mí haciendo un ruido de motosierra.

Comienzo a caminar un poco más rápido, algo que he aprendido todo este tiempo es, entre menos tiempo este dentro de estas trampas mortales mucho mejor todo.

El suelo comienza a templar y unas cosas de ruido metálico me alarman. Unas cosas metálicas del tamaño de mi mano, salen de la tierra haciendo sonar sus dientes largos y afilados. Son unos semicírculos huecos donde todo lo de adentro tiene dientes que se cierran y se abren sin cesar. Apresuro mucho más mi paso al ver que estos comienzan a acercarse a mí.

Me detengo al alejarme lo suficiente para ya no escucharlos. Veo los cuatro caminos que hay y dudo por dónde ir. Sigo mi intuición y voy por la izquierda. Camino mirando hacia atrás viendo como algo pasa con velocidad.

Comienzo casi a correr para alejare lo más que puedo de la entrada del pasillo, volteo hacia el frente y algo se estrella contra mi nariz, tirándome al suelo.

Ahogo un quejido y llevo mis manos a mi nariz donde la sangre escurre por ella. Me levanto y esta vez esquivo por los pelos el tronco de madera que ha salido entre los arbustos.

Mas tronzo van saliendo de los extremos y se van desapareciendo en su lugar. Un poco más atenta a lo que pasa al frente esquivo, salto, me agacho para no caer ante los golpes de los troncos. Logro escapar con algunos raspones por el cuerpo y con una hemorragia en la nariz pero lo importante era salir.

Me detengo a descansar sintiéndome débil y muy cansada. La sangre aun no deja de fluir y eso me hace debilitarme más. Después de unos minutos atenta que el pasillo sea seguro me siento en el suelo a descansar un poco.

Mi cuerpo esta bañada en sudor y mis tripas me gruñen. Mi cabeza me da vueltas, mi cuerpo pide un descanso eterno en este momento, mis músculos me duelen aunque no entiendo por qué. Llevo un mes haciendo ejercicio día y noche, aun así mi cuerpo todos los días se queja.

Cierro mis ojos para dejar de pensar en todo lo que me duele y me concentro en escuchar un ruido extraño externo e idear un plan para salir de aquí pronto.

No puedo ser negativa ahora necesito motivación. Si más me niego en cooperar más difícil será salir aquí además no sé porque me quejo tanto si esto no es nada con todo lo que he pasado todo este mes y a pesar de los difíciles que han sido las pruebas, todo ha valido la pena. Cada vez soy más rápida, mi cuerpo se cura en cuestión de minutos o horas —dependiendo de la gravedad—, aprendo de una manera sorprendente y mi cuerpo en este mes he sido más ágil aunque no siempre me funciona, claro, solo llevo un mes entrenando aún tengo muchas cosas por aprender y esa es la razón por lo cual no se me hace tan pesado todo esto porque me fascina aprender nuevas cosas y dominarlas en cuestión de día, algo que muchas personas tardarían meses en desarrollar.

Me levanto de un salto con eso en la cabeza. Con un nuevo optimismo y dejando todo el malestar aun lado.

La sangre ha dejado de fluir por mi nariz y ha dejado de palpitar de dolor. Limpio la sangre que comienza a secarse e intento averiguar la manera de salir de aquí con Rothko de una manera más fácil y rápida.

No Confies En NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora