37. Dudas a flote

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Su mano acaricia mi cabello con suavidad, con tanta delicadeza que siento los movimientos con lentitud, peinándolo a su vez mi cabello. Mis ojos se me cierran con tranquilidad, relajando mis músculos y dejando que el sueño se apodere de mí ser. Abro los ojos con rapidez y parpadeando para alejar el sueño, alzo mi cabeza.

—Iré ayudar a levantar la mesa—sonrió y me acerco a besar su mejilla.

Bajo las escaleras y me acerco a la cocina pero antes de poder entrar me llaman.

—Libby—giro un poco mi cabeza hacia la izquierda y veo a Edgar, moviendo su cabeza en dirección a su oficina.

Me alejo de la cocina, recorro el pasillo hasta el final.

—Mira, libby—me señala la computadora Edgar, sentado enfrente de ella.

Me acerco y mis ojos se abren con sorpresa.

—Lo has logrado— lo felicito al ver el videojuego terminado.

—Y mira—se levanta de su asiento y me pasa unos controles largos, que puedo sostener en mi mano sin problema. Presiono uno de los botones que me señala y delante de mi aparece un holograma de un jugar que se parece mucho a Edgar pero versión animada. Él está sentado comandando la computadora. El monito ese, se mueve como si en verdad estuviera una persona enfrente de mí. Edgar me indica que jugaremos un juego de luchas. Posiciono mis brazos hacia arriba cubriendo mi cara, como me había dicho Rick. Lanzo el primer golpe pero el holograma se mueve, esquivándome. Vuelvo a dar un nuevo golpe pero se agacha de nuevo evadiendo mi golpe, este me "golpea" en el estómago y arriba de él se marca un punto. Así estoy un rato jugando y tratando de ganar puntos pero al final me gana.

—¿Es el primer nivel? —pregunto desalentada.

—No, es el segundo—dice moviendo a su computadora más comandos.

—¿Por qué el monito ese se parece a ti?

—Porque escanee mi rostro para aparecieraen el holograma—dice sin mirarme. Le hecho una mirada a su estudio que está lleno de hojas digitales por todas las paredes y pizarras, teniendo comandando que algunos no reconozco. Reparo en un sistema de computadora.

—La pudiste reparar—inspecciono los circuitos y al encenderla prende de maravilla.

—sí, es una prueba que me dieron en la empresa y al parecer los he sorprendido—comenta alegre pero sigue tecleando con rapidez en su computadora, al parecer ha notado fallas al juego.

—¿Oye, para ingresar a un sistema con seguridad y enviar documento inscrito por la institución es difícil? —pregunto con inocencia.

—Pues si tiene seguridad, tienes que entrar a la base de datos desde el origen y más si es un documento que tiene el logo y demás cosas para evitar falsificar—responde distraído, no poniéndome atención pero se detiene a pensar un momento en lo que le he dicho.

—Adiós, me tengo que ir—lo corto antes de que hable y me interrogue. Salgo de prisa de ahí, me despido de los demás y me marcho a casa. Ethan me hace el favor de llevarme, el transcurso del camino no hablamos entre nosotros, nos limitamos a cantar a todo volumen con la radio.

—Gracias—me despido con la mano, las rejas se abren dejándome entrar al camino que hay para la entrada de los autos, justo a la mitad que separa la puerta de la casa del portón de rejas, hay una esfera gigante de cristal que dentro de ella, se mueve agua en distintas direcciones pero de una forma uniforme, ahora que ha caído la noche las luces se hacen ver dándole una aspecto mágico. Asomo la cabeza al abrir la puerta, confirmando que no haya nadie para luego entrar en silencio.

No Confies En NadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora