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La oscuridad de la noche se hacía más prominente, como anuncio que pronto llegaría el amanecer, una ventana medio cerrada dejaba pasar una brisa apacible hacia el dormitorio, hacía insistente el ondeo de la cortina, con prominencia en ocasiones, de repente una ráfaga movió la cortina hasta dejar al descubierto la ventana, dejando pasar  así justamente unos rayos de luz tenue que emanaba de una terraza vecina, llegando al rostro de Valentina, ya tenía más de cinco horas durmiendo, así que la claridad hizo efecto en despertarla.

Dio vuelta en la cama, entrando en conciencia sin abrir los ojos, se llevó las manos a la cabeza, le dolía levemente, y se dijo a sí misma —¡Ay mi cabeza!, tengo sed, ¡Auxilio!—, luego cayó en cuenta completamente donde estaba y cómo, en ropa íntima, recordó inmediatamente como llegó allí.

El malestar pasó a segundo plano, abrió los ojos y exclamó, —¡Juls!

Se sentó en la cama y buscó visualizar la hora, eran las 4:45 am, tenía el celular en modo silencioso y muchas notificaciones, a las cuales hizo caso omiso, porque pensaba solo en Juls, pensó, «¡¿Qué hice?!» tocándose sus labios, recordó el beso que le dio, se dejó ir de lado y colocó su cara sobre la almohada, en señal de pánico, se volvió a sentar y se preguntó, —¿Ahora qué hago?

Respiró profundamente, aplicó una de sus micro técnicas de relajación, y se terminó de calmar en lo que recordó lo que sintió con ese beso. —¡Oh por Dios!— exclamó, exhorta solo pensaba en lo mucho que le encantó, pero que era imposible que Juls aprobara semejante actitud, a sabiendas de su forma de ser tan conservadora.

Agarró la almohada y la abrazó, diciéndose a sí misma: «¿Cómo es posible que te amé así?, ¿Qué me sucedió ayer desde que te vi?, ¿Qué hiciste?», luego en voz alta y con facciones de tristeza en su rostro, se dijo: —Jamás lo aceptarías —y una lágrima se le escapó.

Se levantó, en busca de un piyama, mientras, el dolor de cabeza le volvió, se cambió y salió rumbo a la cocina por agua. En el camino se percató que la puerta del cuarto de Juls estaba abierta, se le aceleró el corazón, sentía una emoción muy grande por lo que había descubierto, pero a su vez le invadía una gran pena.

Sirviendo el agua, iba pensando, cómo proceder, se acordó que Juls le correspondió el beso, suspiró estremecida al tiempo, y que antes despedirse se sonrió llamándola 'loquita', «claro eso es lo que soy...», se dijo. Siguió tomando agua, «mi cabeza, como dueles», pensaba.

Después de pensarlo se le ocurrió, «¡voy a fingir demencia!, no puedo dejar que Juls se espante de mí, ya que la he recuperado no creo poder vivir sin ella otra vez, así sea sólo como lo que siempre hemos sido, ¡Amigas, Amigas Valentina, Amigas!, y todo fue consecuencia de una copa de más...» se decía con mucha firmeza.

Decide regresar al cuarto, pero se desvió, no aguantó, se fue hacía donde estaba su amada Juls, iba a empezar con su plan, el de fingir demencia escudada en los efectos del vino y la resaca era una prueba de ello, en caso contrario no hubiese sido capaz de hacer lo que hizo, segura estaba que Juls no se enteraría de su pequeña mentira, lo iba a hacer porque no quería perderla, no tenerla era tenerla, en este caso.

El cuarto estaba oscuro, pero sabía exactamente como era la costumbre de Juls para dormir, levanto la sabana y se metió por el lado correcto, quedando a espaldas de Juls, luego paso su brazo sobre ella a nivel de su cintura.

Juliana comienza a moverse, estaba demasiado rendida pues no tenía mucho tiempo de haber quedado dormida, luego de la noche acontecida. Se despertó, y sintió el calor nada más y nada menos que a la causa de su desvelo. Dijo:

—Val... —bajo efectos del sueño y de los nervios—, Val...

—Julssss, mi cabeza... necesito apapachos.

Complicity (Terminada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora