Nothing breaks like a heart

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Estábamos solos en el enorme salón, tan juntos pero a la vez tan lejos. Sus manos subieron por mi espalda hasta mis hombros rozando suavemente las yemas de sus dedos por mi piel. Sentí su nariz rozar mi cuello y esa electricidad que me provocaba trató de hacerse presente, pero ya no estaba ahí. 

Me dio la vuelta y me tiró hacia un lado hasta llegar a tirar de mi mano para regresarme nuevamente a él. 

La fiesta ya había acabado para nosotros al igual que el cigarrillo en el cenicero. NUestras miradas se conectaban pero no igual que antes, había algo ahí y ambos lo sabíamos bien, aunque nos costaba aceptarlo. 

Las paredes eran blanca y tenían destellos de color dorado, tan ligeros e invisibles como los pedazos de vidrio esparcidos por la habitación. Algunas de las cortinas pretendían caerse de la ventana dejando pasar un poco de luz. Solo nos alumbraba el hecho de seguir vivos, aunque ambos no lo sintamos así. 

Tom me dio una vuelta y mi espalda quedó nuevamente contra su pecho, rozó sus labios contra mi piel y besó un poco, como buscando algo, algo que ya no se encontraba ahí y que estaba perdido. 

Estábamos en silencio y lo único que se escuchaba era como el disco daba vueltas sin reproducir ninguna cancion, y como la aguja saltaba al llegar al punto de quiebre. El desastre nos rondaba y la ansiedad que corría por nuestras venas quería salir. 

El vestido de gala que llevaba puesto estaba destrozado, la tela estaba rasgada y una de las tiras caía por mi hombro como si mi piel la quemara. Mi cabello estaba desastroso, las mechas que salian del perfecto moño era solo representación de nuestro amor, un amor extraño pero adictivo. Él estaba en las mismas condiciones, la manga de su saco se había descosido y mostraba su camisa blanca la cual estaba abierta y ligeramente rasgada; su cabello enmarañado pero seguía siendo guapo ante cualquier par de ojos, aunque los mios ya sabian toda la verdad. 

Me alejé de su cuerpo sintiendo una extraña libertad y me volteé, empezaba a retroceder con la mirada fija en él mientras sus labios eran mojados por lo que quedaba de champagne. La corbata que él traía a inicios del evento estaba atada en mi cuello, tiré de esta hasta empezar a sentir una presión inusualmente satisfactoria. Di una vuelta sobre uno de mis tacones y enrede el pie en la tela de mi vestido, sentí la caída como si estuviera bajando al mismísimo infierno, solo que esta vez el propio diablo había impedido que un alma en pena llegara a sus dominios; las manos de Tom llegaron a mi espalda y me sujetaron pero su mirada no era de preocupación, sino de arrepnetimeinto por no haberme dejado caer. Sabía la razón, él quería caer conmigo, pero no estaba listo. 

Me sostuvo mientras bajaba lentamente, él tomó asiento en el suelo con las piernas estiradas y colocó mi cabeza en sus piernas; quité la mirada de su rostro y la dirigí al lado contrario, encontrando una copa aun intacta, se había salvado de nosotros, pero no por mucho. Tomé el objeto cristalino y jugué un poco, pasé mis dedos por la aureola haciendo un sonido raro hasta que sin más la lancé a la pared en la que estaba apoyado Tom. El vidrio salpicó pero su mirada no se apartó del suelo. 

Nuestra tarea siempre fue hacer un desastre, un desastre de nosotros mismos y del lugar que nos rodeaba. 

Suspiré cansada y frustrada, me puse de pie y quité mis tacones, observé uno por uno y luego miré a Tom quien había empezado a fumar otro cigarrillo, sonreí y por un instante sentí algo en mi estómago, pero se apagó instantáneamente, así que lancé uno de mis zapatos clavandolo justo cerca de la oreja de Tom, frustrada vi como se levantaba y empezaba a acercarse a mi, lancé el otro y él lo esquivó como lo hacía casi siempre. 

Llegó a estar solo unos centímetros cerca de mí, pasó su mano por mi cintura y me atrajo completamente a él, con la mano que tenía el cigarrillo alzó mi pierna y la enredó en su cintura, el vestido resbaló por mi piel dejándola expuesta, y sus movimientos siguientes se revelaron. Apagó el cigarro en mi pierna quemando un poco de piel, el dolor que se produjo en mí se apaciguó tan rápido como sus dedos enredándose en mi cabello y tirando de él.  Me acercó a su boca y me besó, con furia, como si quisiera desquitarse con mi boca; bajó los besos a mi cuello y mordió cuanto quiso, la idea de que alguna vez iría a arrancar un poco de piel me daba risa, se sentía así, pero era imposible. 

One Shots thDonde viven las historias. Descúbrelo ahora