En Jing, las personas debían saber tomar atajos entre las montañas para no perderse mientras intentaban llegar a las tantas áreas secretas que estaban ahí, ya fuera un lago, un huerto o una casa. Los habitantes estaban tan acostumbrados a estar en armonía con el bosque, que los del exterior sólo podían intentar seguir el ritmo de vida que llevaban cuando iban de visita. Quizá esta era una de las principales razones de que los comerciantes preferían establecerse en las calles principales en lugar de ir hasta el otro lado de los arrozales. Para Jiang Fai, un niño criado en Jing desde su nacimiento, le era muy sencillo recorrer los senderos por más maleza que estos tuvieran y aún sin uso de una brújula podía presumir que conocía el valle mucho mejor que la palma de su mano, a pesar de que ahora el escenario de otoño lucía completamente diferente.
Ya había cruzado la mitad de una de las montañas cuando por fin llegó al templo de Anjing, un edificio blanco en su totalidad decorado con arcos y techos de teja curvos que se mezclaban con los árboles. Suspiró inclinándose para mostrar su respeto antes de entrar al primer cuarto, ahí pudo ver cinco puertas negras; una en cada punto cardinal y una más en el suelo. Jiang Fai confirmó por enésima vez que llevara consigo una bolsita dada por Quiang Xen y, luego de abrir la quinta puerta, bajó por las escaleras que descendían al siguiente nivel del lugar.
El templo de Anjing era un lugar creado especialmente para el aislamiento de los cultivadores cuando querían concentrarse en elevar su energía espiritual. Al pensarse de ese modo, era una de las zonas más alejadas de todo el pueblo y se prohibía el acceso a cualquiera que no perteneciera a la secta Jing Jiang, pero también existía la regla de que quién quisiera entrenar ahí debía tener suficiente control para no sufrir desviación del qi por una mala cultivación. Antiguamente se sabía de varias personas que habían terminado con su propia vida en la sala en la que entrenaban, consumidos por la locura mientras alucinaban con enemigos que los rodeaban.
Jiang Fai sonrió delante de una de las entradas alumbradas por dos antorchas, se sacudió la túnica y peinó su cabello, tras confirmar que su imagen era buena activó el sello para deshacer la barrera que impedía el paso, no obstante, tan pronto puso un pie en la habitación sólo fue capaz de escuchar el aire cortándose a un lado de su oreja. Sus ojos se abrieron en shock siguiendo la trayectoria de lo que había sido arrojado, al descubrir que era, un sudor frío le recorrió la espalda con el continuo vibrar de la hoja de KuaiFang, clavada con firmeza en la roca de un pilar. Jiang Shen seguía con los párpados abajo y estaba correctamente sentado en el centro de un altar, su cabello suelto cubría el suelo desde que este había crecido tanto.
-Ah, eres tú- dijo levantando la mirada. KuaiFang salió del muro y regresó a las manos de su dueño-. Disculpa por eso.
Tragando saliva, Jiang Fai se acercó tímidamente y ofreció el estuche que llevaba-. H-Hermano, el hermano Quiang me pidió que te diera esto. Es medicina espiritual.
-Oh...si, gracias-. Jiang Shen abrió la bolsa y se arrojó una píldora a la boca, la cual masticó mientras se levantaba. Cuando su pie se enredó con su cabello frunció el entrecejo, dio un giro recolectando todos los mechones y los juntó en una sola mano con aire crítico. Tras pensarlo, usó a KuaiFang para cortar el sobrante de un solo golpe.
-Hermano Jiang, me da gusto ver que estás bien-. Dijo Jiang Fai con ojos de admiración-. Después de tres años de entrenamiento tu nivel de cultivación se ha elevado mucho.
¿¡Tres años!? ¿Ha pasado tanto? - Analizó Jiang Shen mirando sus manos y el estado general de su cuerpo. Su cabeza estaba confusa después de que saliera del trance en el que entró voluntariamente hace tanto, por lo que necesitó hacer memoria de los hechos.
En aquel tiempo, en su desesperación de visualizar como su futuro se ponía negro, Jiang Shen tuvo la idea inicial de entrenar tan exhaustivamente como fuera necesario para poder enfrentar su cruel destino de carne de cañón, pero la verdad era que a mitad del camino, luego de enfriar su cabeza, consideró que sería mejor ir en busca del protagonista y salir con una excusa para explicar la coincidencia dónde ambos se encontrarían. Sí hacía eso, lo único de lo que iba a tener que preocuparse sería cosechar puntos a montón favoreciendo a Zhao Tian. Y si bien su plan no era malo, aquel día cuando llegó a esa conclusión, se topó con un mensaje de advertencia del sistema que decía amonestar cualquier uso inapropiado del conocimiento del usuario hacia la historia, otorgando una multa de 10,000 puntos si viajaba al Este. Jiang Shen conocía el paradero final del protagonista gracias a su transmigración, pero no quería arriesgar su puntaje por forzar la trama, al final, optó por quedarse a entrenar en el templo de Anjing para elevar casi al triple su poder.
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Los mil cielos
FantasíaCuando Jiang Xian muere, transmigra en la más reciente obra de su ídolo literario cayendo en decepción cuando descubre que actualmente es una mala novela y deberá arreglarla si quiere tener una vida pacífica en ese nuevo mundo, sin embargo una muje...