Capítulo 41 Furia Helada...

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Fugaku había conseguido mantenerse furtivo entre los pasillos de la casa Shimura, después de haberse separado de sus hermanos, el único motivo por el que se mantenía sereno era que afuera se oían disparos y gritos de lucha, lo que significaba que ambos estaban bien aún.

La casa en sí parecía un maldito laberinto, ni siquiera estaba seguro de ir por el camino correcto, sin embargo, algo le decía que mientras más se acercara a su objetivo más difícil le resultaría esconderse. Llegó a una bifurcación en el pasillo, que se dividía dando hacia otro edificio anexo, de donde él estaba. Podía seguir derecho por el pasillo por donde había venido, pero tal como había hecho desde que había logrado pasar desapercibido a los primeros grupos de subordinados de Danzou que iban hacia la batalla, algo en su pecho le decía que su hija se hallaba en aquel pasillo recién descubierto.

Llámese intuición o presentimiento, pero estaba seguro de que debía ir por el pasillo abierto aún sí con eso, se arriesgaba a ser visto por los centinelas en las torres. Eran al menos diez metros de pasillo que separaba a un edificio del otro. Era veloz, y aún desarmado podría deshacerse de los pocos enemigos que se topase. Siempre y cuando éstos no llevasen pistolas de fuego y no le vieran acercarse para matarlos. Se rascó la cabeza con frustración, al darse cuenta de que un sujeto le miraba entre escéptico y dudoso al final del pasillo. Al verlo entendió que por estar titubeando le habían visto.

-¡Pero miren que me encontré! –Escuchó decir al hombre frente a él.

-¡Maldita sea! –Sé dijo con reproche por su propio descuido. Y se abalanzó al sujeto frente a él atravesando el pasillo a una velocidad alarmante, el sujeto comenzó a dispararle con una pistola automática, igual a las que tenían los hombres que habían eliminado en la entrada. ¡Esquivarlas sería fácil!

*

Las balas eran apuntadas y proyectadas hacia a él con aparente precisión, pero su velocidad era más oportuna, y éstas ni siquiera llegaban a rozarle, los diez metros pronto se convirtieron en cinco y el primer cartucho de su atacante se agotó. Avanzó con más ímpetu, debía acercarse y matarle antes de que el ruido que sus disparos hacían llamase la atención de más enemigos, y antes de que gastase el segundo cartucho de esa arma que necesitaría más tarde.

Aquel sujeto pareció intimidarse al ver que sólo les separaban escasos dos metros ahora, y fue incapaz de reaccionar a tiempo, cuándo Fugaku consiguió evitar una nueva ráfaga de disparos, deslizándose y cerrando la distancia entre ellos, apoyo su mano derecha en el suelo impulsándose hacia arriba consiguiendo propinarle una patada, rompiéndole el cuello en el proceso.

Lamentablemente, su primer cometido se había visto frustrado, el aparatoso ataque había llamado la atención de los demás guardias, amotinándose en la entrada del estrecho pasillo, impidiéndole al mismo tiempo apoderarse del arma que el otro sujeto había dejado al morir, al empezar a descargar sus propias armas.

-¡Mierda!- Masculló escondiéndose tras la pared.

¿Era su imaginación o había aumentado de repente la seguridad en ese lugar? Asomó apenas su cabeza para verificar el interior al escuchar detenerse la primera ráfaga. La cantidad de enemigos era numerosa dedujo consiguiendo ver por apenas un par de segundos antes de recibir una segunda ráfaga de disparos en su dirección.

No obstante, aquellos segundos le permitieron ver una puerta doble al final del pasillo. Agachó su mirada ubicando en el suelo casi al medio de la puerta la pistola que podría ayudarle en su causa. Si quería ver que había tras aquella puerta debía hacerse cargo de todos esos estorbos en el camino. Tanteó con apuro sus bolsillos, estaba seguro de que aún tenía algo que podía usar. ¡Y lo encontró!

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