Capitulo 2

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-- Bueno. Estás lista, ¿no? -- preguntó, no dejando ni medio minuto de silencio.

Por mí estaba bien también.

-- Sí, supongo. -- dije, aunque cerré un ojo con dramatismo como si me hubieran pegado un puñetazo.

Si no sonaba más convencida, cada vez lo estaría menos. Tenía que mostrar determinación. Sabía que la inseguridad no pasaba desapercibida, aunque se la confunda con otra emoción.

-- Lo digo porque te veo muy lanzada. -- comentó, mostrándome sus manos. -- Dame la caja, si quieres.

No lo pensé antes de dársela.

-- Ves con cuidado. Es la más valiosa. -- dije, y él asintió, sabiendo que no iba en broma. -- Bueno, intento recordar lo que pasaba por mi mente cuando tomé esta decisión. -- esbocé una sonrisita, que no duró demasiado.

-- Sigo sin saber...

-- Porque lo he hecho si en realidad no quiero hacerlo, ya. -- terminé su oración, ladeando la cabeza recordando lo que le dije la última vez.

Le saqué las llaves del bolsillo delantero para que no tuviera que hacer muchas maniobras, y abrí el coche.

-- No la dejes en el maletero. Me da malas vibraciones. -- dije, abriendo la puerta que quedaba detrás de la suya, para yo poder verla solo con mirar a mi derecha, una vez sentada.

Recordaba una vez que estuvo a punto de comprarse un coche con el volante al otro lado, como en casi todo el mundo, pero él quería que cuando saliera del país supieran de dónde venía. Sí, en la matrícula lo marcaba. Cosas suyas. La matrícula casi no se ve, fue lo que dijo en su defensa.

-- Vale.

-- La verdad es que sí quiero ir. Es una experiencia nueva, y es un paso, al que le sigue irme a Australia.

-- Ya... bonito salto. -- rió, girando la llave, poniendo el coche en marcha.

-- Me gusta soñar. -- suspiré, mirando por la ventana.

Pasamos unos pocos minutos en silencio, en los que pensé en qué estarían haciendo ahora mismo mi madre y mi hermano.

-- Y... -- dio unos golpecitos con sus dedos en el volante. -- ¿No te preocupan, ya sabes... -- estuvo unos segundos mirando a la carretera, concentrado. --, los rumores?

En esos momentos agradecía tener un amigo con carné de conducir y un coche, porque sino habría tenido que llamar a un taxi para que me llevara y me habría costado un ojo de la cara, teniendo en cuenta que la casa estaba un poco a las afueras, y puesto que tenía el dinero justo, mejor no gastarlo en eso.

-- No me digas que tú también crees que esos rumores, Cal. -- solté un pequeño bufido mientras me pasaba el cinturón. -- Pensaba que eras un poco más inteligente que mi hermano y sabrías que son una farsa. -- añadí rodando los ojos. Sabía que eso le molestaría, y después de su pregunta, me apetecía que lo hiciera.

-- ¡Y lo soy! Y además también soy más guapo. -- se cogió el cuello de la camisa y se lo estiró. Yo reí ante su chulería y sacudí mi cabeza.

-- ¿Vas a arrancar el coche o qué? -- decidí ignorar su comentario, pero claro, el señor Calum "sexy" Hood no le gustaba que le ignorasen. Ese era uno de sus puntos débiles, y no me había costado mucho averiguarlo. Era más transparente que el agua.

-- Primero admite que soy guapo. -- se cruzó de brazos como un niño pequeño y se giró levemente en su asiento para estar cara a cara conmigo.

¿De verdad que Calum se sacó el carnet y tiene coche propio?

No confies en los fantasmas || Luke HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora