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Sin Bo Min - castigo y muerte

(Venganza parte I)

Finales de Septiembre.

Siempre al caer la noche, era consciente de que no se encontraba solo. Pues, muy a su pesar, sabía perfectamente que él estaba ahí, velando por su sueño. Los temores y las pesadillas, solían esfumarse en cuanto el tacto de la mano de su ángel de ojos grises tomaba la suya y lo arrullaba lentamente.

Ese era su recuerdo. Uno que lo acompañaba cada día, otorgándole un refugio en tan inmenso caos. Sin embargo, ahora no era suficiente. La oscuridad lo había absorbido. Impidiendo ver las cosas a su alrededor. No estaba muerto, no aún. Pero el dolor en su cuerpo le hacía recordar una vez más, que todo aquello era cierto. Estaba solo y desamparado. Sin el único ser que pudiera consolarlo.

Lo sucedido aquella noche no desaparece. A pesar de todo, recuerda cada palabra, cada acción y cada golpe que fue efectuado en su contra.

Los cielos oscurecidos nunca mentían. Lo sabía por naturaleza. Era consciente del presagio casi divino de estos cuando algo malo iba a ocurrir. Aunque, claro, tampoco se necesitaba ser un genio para saber que eso sucedería. Lo supo desde la noche en que descubrió su secreto... Tal vez lo supo desde siempre.

Mientras caminaba en silencio detrás de ese hombre. No se dio cuenta del frío que recorría su cuerpo. Quería ser fuerte y valiente, tanto que solo su mente estaba preparada, pero su cuerpo era otra cosa. Quizás esta era la sensación que algunas personas podían sentir a la hora de enfrentar un miedo profundo. O tal vez, era la imitación de los efectos que sentían las pequeñas presas ante sus depredadores. No lo sabía con exactitud. No obstante, eso ya no era relevante. Y más al ver como ese hombre se detenía en un lado apartado de las calles concurridas de la ciudad y lo observaba detenidamente.

_ Vete _ Fue lo primero que le escuchó decir. No le sorprendía, claro que no. Era una respuesta tan acertada que iba acorde a sus situaciones. No dijo nada, solo calló. No era necesario negarse. Al salir por esa puerta supo que no regresaría jamás. No obstante, el saber todo aquello le sirvió para decir lo que quería decir.

_ ¿Qué derecho tiene usted, de ser llamado portador de Dios, cuando ha consumido por completo la vida de un joven en la desgracia?

Sus ojos se abrieron por completo. El sudor que emanaba de su frente seguía los contornos de su rostro. No dijo nada por unos minutos. No lo observó siquiera. Aquel hombre sintió el peso de sus actos al ser descubiertos. Pero la vergüenza no estaba en ellos. Ni tampoco arrepentimientos. Solo la insatisfacción de verse descubierto ante un joven que no sabía nada de la vida.

_ ¿Qué puede entender un pequeño joven de lo que realmente es el amor? Tan solo eres un niño que ha vivido de la misericordia de otros. Has vivido tus años junto a mi pequeño, a costa de su dependencia hacia ti... ¿Qué te hace creer que realmente amas a quien dices llamar ángel?

_ ¡Usted no sabe! ¡No lo conoce!

_ ¡Oh créeme que lo hago! Soy yo quien más lo conoce. Soy yo quien sabe mejor por lo que ha pasado. Es a mí a quien le corresponde consolarlo. ¡Y dices que no sé los mensajes de Dios! ¡Yo he sacrificado mi alma por su pureza! ¡He sido yo quien ha tomado sus pecados carnales para cargar con ellos! ¡Soy yo quien ha perforado la niebla de su ser! Y tú no tienes derecho a recriminarme.

_ ¡Es un violador! ¡Eso es lo que es! Le ha robado todo. Absolutamente todo. Lo ha convertido en un ser sin vida. Su alma está rota ¡Por su culpa! ¡Por su profanación! ... ¡Usted no es un santo cómo piensa, usted es un demonio!

PANDORA  - YOONMIN ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora