DULCE
Arribe al colegio de María y me quede varios minutos prendada al volante del auto, aferrada a él como si fuera una tabla de salvación en mar abierto, el miedo y la angustia de lo que estaba por suceder me carcomía las entrañas, le suplique a Dios que me diera las fuerzas para hacerlo, que guiara mis palabras, ¡es tan pequeña!, aspire profundamente antes de decidirme a dejar la insulsa seguridad que me proporcionaba el interior del auto, mis pies que parecían pesadas lozas me llevaron hasta la dirección, a mi paso sentía las miradas compasivas del personal de la escuela, la secretaria después de darme el pésame me hizo pasar de inmediato a la oficina de la Directora.
Directora: Buenas tardes Señorita Espinoza, ¡Lamento tanto la pena por la que está pasando su familia!... sé que no hay nada que le pueda decir que sirva de algo, pero estamos con ustedes, hágaselo saber a sus señores abuelos y padres.
Dulce: buenas tardes profesora Gálvez, le agradezco sus palabras y sobre todo le agradezco el cuidado que han tenido para que María no se enterara, he venido por ella, supongo que no hay ningún problema en que me la lleve.
Directora Gálvez: por supuesto que no, la niña de un momento a otro estará aquí.
Dulce: ¿Dónde se encuentra en este momento?
Directora Gálvez: debe estar camino a su dormitorio para preparar su equipaje, solo se le informo que su familia pidió llevársela unos días.
Dulce: le agradezco nuevamente y quisiera pedirle que me permita ir hasta allí con ella.
Directora Gálvez: por supuesto, enseguida la llevaran allá, de nuevo le doy mi más sentido pésame y le suplico que nos haga llegar la información de donde se llevaran a cabo los funerales, usted sabe muy bien que en esta institución apreciamos mucho a su familia.
Dulce: Si señora, les avisaremos, de nuevo muchas gracias.
Devastada, me deje guiar por la secretaria por los anchos pasillos del antiguo colegio, frente a la puerta del dormitorio de María el temblor de mi cuerpo se apodero de mi al igual que la desazón en el alma - ¡Dios Ayúdame! ¡Dame fuerzas! – al abrir la puerta vi a mi pequeña primita corriendo de un lado a otro dentro de su habitación guardando cosas en su maleta con ese aire juguetón y gracioso con que suele hacer todo y su eterna expresión de felicidad, de paz y tranquilidad, mis lagrimas corrieron sin permiso sobre mi rostro por el dolor de saber que en unos momentos todo el mundo de esa pequeñita iba a ser sacudido y a partir de ahora todo cambiaria para ella. Cuando se percato de mi presencia me regalo una adorable sonrisa y sin notar siquiera mi llanto se abalanzo sobre mí como siempre, colgándose a mi cuello y enredando sus piernas en mi cintura.
María: ¡Dulceeee!... has venido tú por mí, ¿por eso me sacan de las escuela unos días? ¿Están aquí Ricardo y mi tía Gaby y mi tío Fer?... ¡te extrañe Dulce! – me lleno la cara de besos y fue entonces que se dio cuenta de mis lagrimas - ¿por qué lloras? – musito limpiando con sus manitas mis ojos.
Dulce: mi amor, ven vamos a sentarnos un momento ¿sí?
María: si – me dijo al tiempo que se soltaba de mi cuello y tomaba mi mano guiándome hacia su cama.
Dulce: cariño… tu tía Gaby si está en la hacienda, pero Ricardo y tu tío Fer junto con el abuelo están en Brasil.
María: ¿en Brasil? Mi papi, Xochitl y Fernando están en Brasil, ¿fueron por ellos? – hice un esfuerzo descomunal para contener las lagrimas que de nueva cuenta amenazaban con desbordarse.
Dulce: si mi amor, fueron por ellos… María… mi amor, hay algo que tengo que decirte, tu Papi y tus hermanos…. - ¡carajo!, ¡carajo! - amor a veces Dios necesita de ángeles chiquita y busca de entre las personas quienes pueden ser y cuando encuentra a las mas buenas se las lleva – para ese momento su carita se fue transformando, me sentía una ******* al decirle aquello – ahora tu papi y tus hermanos…
María: ¡nooooooooooooooo!, ¡nooooooooooooo!, mi papi y mis hermanos no se pueden ir al cielo como mi mamá, ¡nooooooooooooo! – gemía, gritaba bañada en llanto, manoteando, con su carita llena de dolor, un dolor que no es propio de una niña, intente abrazarla con fuerza, pero su pequeño cuerpecito luchaba contra todo lo que lo rodeaba en ese momento, así que la deje llorar, patalear, golpear todo lo que pudiese, en silencio, acompañándola solo con mi propio llanto y dolor – ¡Ahhhhhh¡ ¡papito!, ¡papito!, no me dejes papito, ¡Xochitl! prometo ya no agarrarte tus cosas, prometo no volver a ponerme tus zapatos ¡pero no te vayas! ¡Fer! ¡Fer! No me dejes hermanito, ¡nooooooooooo!.
Dulce: María mi amor… no te están dejando amor, ellos estarán junto con tu mami desde el cielo cuidándote.
María: pero yo quiero que me cuiden aquí, yo los quiero aquí.
Entonces se acurruco en mis brazos, su cuerpecito tembloroso, sollozante se quedo en silencio por largo rato, sin fuerzas, yo solo atiné a acariciarle los cabellos y arrullarla, meciéndola con toda la ternura que podía, no se por cuánto tiempo estuvimos así, hasta que con un hilo de voz rompió el silencio.
María: ¿Por qué Dios siempre se lleva de ángeles a mi familia?, mi papi me dijo que mi mami era un ángel en la tierra y que se fue porque tenía que regresar a su casa y que desde allá me cuidaba y ahora Dios se lleva a mi papi y a Xochitl y Fer… ¿por qué? – sollozaba de nuevo con fuerza - ¿por qué no me lleva también a mí? ¿porque Dulce? yo también soy buena, de verdad soy buena, me porto bien, no me peleo con nadie, ni como muchos dulces, ni digo mentiras… ¿verdad que soy buena Dulce?
Dulce: eres la niña más buena del mundo María, la más buena.
María: ¡entonces por qué Diosito no me lleva a mi también de ángel, ¿por qué?.... ¡dile que me lleve Dulce!, yo quiero estar con mi mami y con mi papá y con Xochitl y con Fer, ¡llevameeeee! ¡Por favor llevameeeee!, - dijo en un alarido de dolor, rompiendo en un llanto desesperado de nuevo - soy buena, soy buena, soy buena – repetía sin cesar y yo sentía mi alma romperse en pedazos, la abrace con más fuerza, suplicándole a mi vez a Dios que me ayudara, que pusiera las palabras necesarias en mi boca.
Dulce: Escuincla, Dios no te puede llevar mi amor… porque tú eres tan buena, tan buena mi amor, que eres un angelito que Dios escogió para que nos cuide aquí en la tierra – me miro con sus ojitos anegados de lágrimas y su pecho agitado por los sollozos entrecortados - ¿Qué harían los abues sin ti? ¿y el tío Fer y la tía Gaby? ¿Qué haría Ricardo sin ti? ¿Qué haría el negro sin ti? …. ¿Qué haría yo sin ti mi adorada María?, todos te necesitamos María, yo te necesito mi amor.
María: ¿tú… tú puedes ser mi mamá Dulce? – murmuro con infinita ternura.
Dulce: si María, si tu quieres yo quiero ser tu mamá mi amor.
María: y nuestra Barbie ¿también será mi mamá?
No pude responder a eso, solo le mire con dulzura, acariciándole la cara, deseando proporcionarle la seguridad que en ese momento necesitaba, en ese momento no podía pensar en Anahi, ni preocuparme por ella, María es más importante, mi familia es más importante en este momento, mi familia me necesita… y yo la necesito a ella… pero no está para mi, nunca ha confiado en mí.