ANAHI
Ame a Dulce desde que la vi por primera vez y ese amor creció desbocado, intenso, pero estos días al verla actuar ante esta tragedia que lo invade todo, la amo más que nunca, admiro su fortaleza, la grandeza con la que se ha echado encima el dolor de los que la rodean, el coraje y la templanza que demuestra ante su familia, la infinita dulzura con que envuelve a la pequeña María y a su abuela; cuando han arribado el abuelo, Ricardo y Fernando fue Ojos negros quien les dio consuelo, me sentí orgullosa de amar como amo a esa mujer que cobijó entre sus brazos a ese adorable viejo quien se desplomo entre ellos en un lamento desgarrador como si fuese un pequeño, ella supo darle calma, lo hizo una y otra vez con cada miembro de esta familia, ¿y quién te la da a ti mi amor? , no me atrevo a acercarme a ella, se que necesita que le abrace, se que necesita quien la sostenga y le de consuelo, se me han acabado ya todas las palabras de reproche, me las he repetido todas y cada una de ellas mil veces; la admiro, la amo y sé que necesita llorar, desahogarse y me estoy muriendo por no poder abrazarla y consolarla, he hecho lo único que podía, apoyar a Gabriela con la preparación de los funerales y enfocarme en María.
María: Barbie ¿te vas a quedar conmigo?
Anahi: si preciosa estaré todo el tiempo contigo, pero tus abuelos te necesitan con ellos – respondí pensando que la niña se refería a los funerales.
María: pero yo quiero que te quedes a vivir aquí conmigo y con Dulce, ¿te quedaras? – no supe que responder a eso, es lo que más deseo, estar siempre al lado de Dulce, egoístamente la zozobra que se apodera de mi interior es por el temor a perderla.
En la entrada a la capilla quise apartarme de la familia, pero unos dedos se clavaron en mi brazo halándome con suavidad.
Fernando: tú entras con nosotros hija, la familia tiene que estar junta en estos momentos.
Sus palabras me dieron un consuelo que necesitaba en esos instantes y me aferre a su brazo, él asió mi mano con fuerza, ya dentro Ricardo se abrazo de mí y durante el servicio mire a Dulce que sostenía a su abuela con fuerza y dulzura.
Aquello era un enjambre de gente, se notaba el aprecio que le tenían a esta familia, el pueblo entero se encontraba ahí, amigos, gente importante de las tequileras y políticos, según me explico Rosi mientras estuve unos momentos en la cocina organizando lo necesario con ella y con Chelito.
Abuelo: ven hijita te quiero presentar con alguien – me miró dulcemente – mire señor Gobernador le presento a mi nuera.
El hombre me miró y me saludo con ceremonia - ¿su nuera don Alberto, es que Ricardo se les caso ya? – Cuestiono, el abuelo sonrió y me abrazo, no, todavía no es mi nuera formalmente pero lo será, es la novia de mi nieta Dulce, había algo extraño en la mirada del abuelo, la expresión del sujeto cambio al escuchar esto último, pero de inmediato la volvió a modificar y con fingida amabilidad felicito al abuelo por la relación.
Abuelo: perdona hijita, me entraron ganas de fastidiar a ese fulano – me explico una vez que el hombre se retiro.
Anahi: ¿y eso porque abuelo?
Abuelo: porque ese sujeto me cae muy mal hija – dijo esto y me abrazo con fuerza.
Poco a poco la hacienda se fue vaciando, ya era tarde, Chelito informó que la cena estaba lista, pero a nadie le apetecía comer, la abuela había hecho un esfuerzo sobre humano y estaba agotada, el abuelo y Fernando les indicaron a Dulce y Ricardo que se reunieran en el estudio.
Gabriela: Esther vamos a tu habitación, necesitas descansar, ¿nos acompañas hija? – dijo dirigiéndose a mí.
Anahi: Si, por supuesto.
Entre ambas llevamos a la abuela hasta su pieza, su agotamiento era más emocional que físico, una vez ahí ya recostada Gabriela le allego una píldora para que durmiese.
Abuela: Hijas, gracias, ahora vayan a hacerle compañía a sus parejas, sobre todo tu mi niña, Dulce es la que más necesitada esta de consuelo, mi nieta ha demostrado con creces porque su abuelo la considera la más fuerte de esta familia, ha cargado con el dolor de todos olvidándose de ella misma; abrázala, que llore contigo, necesita desahogarse.
Anahi: si abuela, en cuanto te duermas bajare, pero ahora trata de descansar y no preocuparte mas – le pase los nudillos por la mejilla.
La abuela se quedo dormida casi de inmediato por el efecto del somnífero, en ese momento Gabriela me pidió que saliéramos de la habitación.
Gabriela: cariño, no quiero parecer la típica suegra metiche, pero es más que evidente que las cosas entre tú y mi hija no andan bien, no te quiero presionar, pero si me gustaría que me tuvieras confianza y me hablaras sobre lo que sucede, no te sientas comprometida a contármelo, si no quieres o no puedes dímelo con confianza.
Anahi: Es que… mis lagrimas se desbordaron – ella me tomo de la mano guiándome hacia una salita de estar y sentadas ahí esperó pacientemente a que yo pudiese hablar – soy muy tonta Gabriela y muy insegura, Carmen la asistente de Dulce me hizo creer que estaban enrolladas y yo le creí, me dejé llevar por los celos y la rabia sin dale oportunidad a Dulce de que se defendiera y ahora ella… está muy dolida, creo que la perdí – mis sollozos ahogados se tornaron un llanto desesperado.
Ella me dejo llorar por un buen rato acariciándome el cabello y cuando me tranquilice un poco me miró con ternura y me sonrió.
Gabriela: Anahi, hija, no te culpes de esa manera por lo que pasó, tarde o temprano tenía que pasar algo por el estilo entre ustedes, lo único realmente malo fue el momento – ella amplio su sonrisa al ver mi expresión estupefacta ante sus palabras – mira cariño, ambas sabemos lo que ha sido mi hija y también la atracción que ejerce sobre las mujeres, sería ilógico que no te dieran celos o que te confiaras.
Anahi: ¿pero entonces tu no piensas que he hecho mal?
Gabriela: en sentir celos no, en lo que hiciste mal es en no hablarlo de inmediato con ella, la confianza es muy frágil, hay que edificarla día con día a base de comunicación sobre todo, de amor también, pero sobre todo de comunicación. Mira hija te voy a contar algo, ahí donde tú ves a ese señor que es tu suegro, tan serio y bien portado, cuando lo conocí era igualito que la hija ¡y lo que me costó quedármelo! – asintió sonriente al ver mi extrañeza – si hija, no fue nada fácil hacer que Fernando renunciara a su vida de soltero y mujeriego empedernido, pero todavía fue más difícil los primeros años de casados, guapo, millonario, atractivo, no fueron pocas las ocasiones en que me toco ponerme a las vivas y enfrentar al monstruo de las siete cabezas llamado celos, pero con el tiempo aprendí a controlarlos y encausarlos.