CAPÍTULO 30

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CAPÍTULO 30

(Kylian)

No puedo evitar reírme al ver que se está haciendo la dormida, colocada tan perfecta, después de haberla visto dormir durante toda la noche. Al decirle que sé que está despierta me he llevado un golpe en el hombro. Diría que me ha dado con todas sus fuerzas pero lo cierto es que apenas he sentido un roce. 

Me río a carcajadas viendo lo que pretendía hacerme creer colocándose en esa posición. Pongo mi mano sobre mi estómago y noto algo mojado. Fijo mi mirada en la zona y veo un circulo bastante grande de algún tipo de líquido, entonces la miro y me doy cuenta de lo que ha sucedido.

- ¡Ah, no! Eso sí que no... - comienzo a decir señalando mi camiseta – Joder, muñeca...Mira como me has dejado...

- ¿Qué estás insinuando? – grita poniéndose nerviosa.

- No disimules... llevas toda la noche encima de mí y hasta me has babeado la ropa. Suerte que tenía la camiseta – suelto avergonzándola más aún.

Llega un momento en el que ni siquiera sabe que decir y ha conseguido ponerse completamente roja. Me gusta verla así, sonrojada por mi culpa. Me levanto de mi cama y me pongo de pie mirando hacia ella, la miro con una sonrisa traviesa y entonces tiro del bajo de mi camiseta con ambas manos hacia arriba para sacármela por la cabeza. Me quedo desnudo de cintura para arriba y le lanzo la camiseta a Zoe.

- Aquí tienes muñeca, para que sigas babeando.

- ¡Eres imbécil! – grita tirándome la camiseta a la espalda cuando ya he salido por el pasillo en dirección a darme una ducha.

Hace horas que necesitaba una ducha. Cuando Zoe se coloca encima de mí me da muchísima calor pero me niego a retirar de mí lo más mínimo de su cuerpo. Me gusta el contacto de su piel. Me gusta tenerla cerca y oler a frutas frescas cada vez que despierto por la noche ya que es muy extraño que consiga dormir de un tirón.

Después de llamar a Zoe varias veces desde la planta de abajo por fin aparece bajando los escalones con la misma ropa de ayer. La chaqueta que lleva puesta oculta la pequeña mancha de sangre que debe tener en la zona del costado por la herida que le cure anoche. Me coloco mi maleta sobre el hombro y cojo las llaves de mi coche que dejé en la mesita que se encuentra justo en la entrada cerca de la puerta principal.

Estaciono mi Audi en el aparcamiento de los alrededores del instituto y ambos caminamos uno al lado del otro sin decir nada en dirección al edificio. En el camino hemos repasado el examen ayudándonos el uno al otro en lo que no recordábamos bien y parece que seguramente saquemos hasta buena nota. A pocos metros de la puerta del instituto oigo una voz que he escuchado no hace mucho tiempo.

- ¡Eh, vosotros dos! – grita alguien.

Me suena la voz y exactamente me suena esa voz diciendo esa frase. Mi cuerpo se congela junto al de Zoe a quien le puedo escuchar de repente los latidos de su corazón a la distancia a la que me encuentro de ella. Nos damos la vuelta y allí está, el guarda de seguridad que corrió tras nosotros apenas hace unas horas cuando saltamos desde la ventana.

- A alguno de vosotros se os ha caído este papel – dice mientras enseña el folio que agarra con su mano.

- Gra...Gracias – contesta Zoe a la vez que recoge el papel de la mano del guardia.

Volvemos a girar sobre nosotros mismos y avanzamos de forma rápida antes de que nos descubra. Parece ser que aunque viera que había dos personas tiradas en el suelo no les vio la cara. Poco a poco voy expulsando todo el aire que tengo en los pulmones a la vez que me rio viendo la cara de Zoe.

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