33. Depresión.

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Louis se fue corriendo a su habitación, lo que había ordenado Marie era tan injusto.

Él había puesto su corazón en las manos de la alfa y lo único que ella hizo fue romperlo como un papel inservible, pero a comparación del papel, el corazón de Louis servía para amar a sus hijas, las mismas que Marie le ha arrebatado.

—Bien, ya Louis, ahora atenderé la tienda y luego veré a mis niñas, así será más llevadero —se dijo el omega para sí mismo sorbiendo su nariz. Se vio al espejo—. ¡Pero es imposible!

Estampó sus puños contra el espejo y al ver que no se había roto siguió, no quería verse así, tan vulnerable y jodido. Siguió golpeando pero no se rompía, sólo se astillaba poco. Las manos de Louis comenzaron a doler hasta que dio el tiro de gracia. El espejo se había roto pero el quería quitar el cristal del marco. Iba a hacerlo de no ser por Harry que lo sujetó de los codos.

Louis se dejó caer con las manos sangrando y sus labios lastimados.

—Tranquilo, ya cálmate —le dijo Harry estrujándolo en su pecho.

...

Fue una semana agotadora, ya hacía mucho que no pasaba esa jornada de trabajo.

Entraba a las ocho, comía a las tres, salía a las siete y de siete a ocho treinta estaba con sus pequeñas, lo hacían parecer tan normal. Así debía ser.

Salían a eventos y volvió la misma sonrisa fingida. ¿Qué más?

...

Llegó octubre y como era costumbre en el palacio, los empleados tenían una cena anual.

A eso de las 20:30 horas, se les tenía permitido ir al comedor de ellos que se encontraba detrás de la cocina.

Todos estaban ahí, inclusive Harry.

Hace ya un mes que acompañaba a Louis hasta que se quedara dormido, aunque eso implicara estar despierto hasta altas horas de la noche.

Esta vez Harry no quería irse. El omega había estado peor que nunca solo había llorado todo el día. Dormir, llorar, repetir.

Louis insistió en que debía ir.

En la cena nadie servía a nadie más que a sí mismo.

Todos comieron y brindaron por otro buen año con un trabajo estable.

Algunos se retiraron pronto y otros comenzaron con las baladas románticas con la guitarra de Keven, uno de los agricultores.

Él junto a Harry y otros comenzaron a cantar bajo los efectos del alcohol hasta quedar dormidos sobre el suelo.

Harry despertó confundido, su cabeza dolía y estaba algo mareado, vio el reloj de la habitación, eran las dos de la madrugada.

Salió del comedor, pasó por la cocina, tomó una hoja de menta y la masticó; subió por las escaleras de servicio hasta el tercer piso.

Caminó por el pasillo y se detuvo en una puerta, tomó el pomo, lo giró, abrió con delicadeza, el omega estaba dormido.

Harry entró y con paso lento y suave se dirigió hacia la cama. A unos pasos del borde de ésta, Harry, extendió su mano, iba a tocar a Louis, estaba decidido a decirle algo y tratar de sacarlo de la depresión en la que vivía.












Otro capítulo más

El Príncipe Tomlinson. La Verdad Detrás Del Cuento  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora